Huélago es un pequeño pueblo en la comarca de Guadix (Granada) al que se llega por carretera regional, y donde la actividad económica parece resumirse en la recogida de la aceituna. Atravesado por una zanja que es un arroyo, un virus ha venido a añadir otra cicatriz que sólo ahora empieza a sanar. Huélago registró durante la segunda semana de septiembre 4.218,4 casos por cada 100.000 habitantes. Uno de cada 23 vecinos estaba infectado, una incidencia que multiplica por tres la cifra de la peor zona básica de salud de Madrid. Sólo ahora, con la transmisión aparentemente controlada, los vecinos van retomando la normalidad. La semana salieron del aislamiento y ya se ven las sillas al pie de la carretera.
¿Cómo llegó el virus hasta aquí? “Ciertamente, no se sabe”, dice un paisano sin bajar del coche. Hay muchas sospechas y pocas certezas de cómo Huélago se convirtió, de la noche a la mañana y durante unas semanas, en el municipio andaluz que concentraba más contagiados por 100.000 habitantes. A una decena de kilómetros que se recorren serpenteando una carretera de montaña está Pedro Martínez, que le sigue en esa clasificación: 2890,7 positivos por coronavirus por 100.000 habitantes en 14 días.
Ningún municipio en Andalucía había alcanzado hasta entonces estas cifras en la segunda ola, con la excepción de Santa Eufemia (Córdoba), cuyos 5.960,3/100.000 habitantes se explican por los 42 positivos en la residencia Nuestra Señora de África, que alberga una parte considerable de los 768 habitantes del municipio. Sólo esta semana se han superado esas cifras, con los 4.582,1 positivos por cada 100.000 habitantes en Casariche (Sevilla), que acaba de ser confinado por la Junta de Andalucía.
Tanto Pedro Martínez (1107 habitantes) y Huélago (403) son municipios pequeños. Es cierto que aquí un brote familiar dispara la incidencia a cifras escandalosas. También que en estos lugares, los estragos del virus no son solo sanitarios. A diferencia de la ciudad, el anonimato no existe. El alcalde es un vecino. Y todos se conocen. Un brote en un pueblo altera el ecosistema.
Huélago: un positivo difundido en Whatsapp
Dicen en Huélago que de la primera ola se libraron sin ningún caso declarado, y que quizá por eso este verano se han visto más veraneantes que nunca. Lo mismo ha pasado en muchos pequeños pueblos de España, de repente recelosos ante la presencia de antiguos vecinos que un día emigraron a Barcelona o Madrid. “Gente que no había venido en veinte años ha venido esta vez”, cuenta Ismael Ruiz, que asegura que llegaron unas doscientas personas a un municipio con un censo oficial de 403 habitantes.
Como en tantos otros lugares del país, el temor a que alguno pudiera introducir el virus sobrevoló el pueblo, donde hay un alto porcentaje de población mayor. Sin embargo, otros apuntan a la conexión con Guadix, cabecera de la comarca, donde se declararon varios brotes a mediados de agosto.
“Yo voy mucho a comprar a Guadix, y mi hija va a la autoescuela”, admite una de las afectadas, que prefiere no dar su nombre. En su casa, no todos han sido positivo. Han conseguido separar las estancias y este martes salieron de la cuarentena. Fue su hija quien decidió que debían hacerse el test, después de una celebración conjunta con la otra familia del pueblo que ha dado positivo.
Sus casos se conocieron muy pronto en la localidad. El 6 de septiembre se confirmó el primer positivo, y esa misma tarde el afectado ya recibió las llamadas de los vecinos. La familia se confinó mientras esperaba los resultados y avisó a sus contactos. La rápida filtración de su nombre en algunos grupos de Whatsapp ha generado malestar. “Ha pasado unos días hecho una mierda”, dice alguien cercano. Esta misma fuente, que prefiere no ser citada, asegura que se ocultó otro positivo previo, del día 4: “Una persona de fuera”. No es la única persona que lo afirma.
El alcalde, José Antonio Orellana (PSOE), a quien acusan de difundir el positivo en esos grupos de Whatsapp, ha evitado responder a las llamadas y mensajes de este medio. “Es vergonzoso que quien tiene que velar por la intimidad, lo haga al revés. El Ayuntamiento no tiene derecho a apuntar con el dedo”.
Quince días después, el brote se da por superado. Tanto los 17 positivos como sus contactos están a punto de salir de la cuarentena. No se conocen nuevos positivos desde hace días. Isabel Jiménez, enfermera del centro de salud, cree que la situación está bajo control. “Hubo un poco de estrés, sobre todo muchas llamadas”. Fueron ella y el médico quienes rastrearon y comunicaron los positivos. Las muestras se tomaron en Pedro Martínez, desde el coche. ¿Y cómo llegó el virus hasta aquí? No se sabe. “No sabemos el caso cero, pero sí tenemos el caso índice”, concluye la enfermera.
Pedro Martínez: la dificultad de localizar el caso índice
Apenas a diez kilómetros siguiendo una carretera que serpentea entre áridas tierras de caliza, está Pedro Martínez. Es algo más grande que Huélago, al que sigue en la lista de municipios andaluces más afectados: 2.890,7 positivos por cada 100.000 habitantes.
La propagación del brote aquí fue fulminante. El 31 de agosto se diagnosticó el primer positivo, que el alcalde comunicó ese mismo día. El 2 de septiembre a las once de la noche, Juan Antonio Fernández (PSOE) emitió un bando pidiendo a la población “el autoconfinamiento colectivo, de carácter estrictamente voluntario”. Dos días después, se detectaron otros diez positivos. En total, los contagiados ascendieron a 37 en apenas una semana en una población de 1107 habitantes censados.
En su despacho, y parapetado tras una mampara, el alcalde explica que la resistencia a colaborar del supuesto “caso índice” dificultó inicialmente la labor de rastreo. “Esa persona juró y perjuró que no había salido de su casa. Más tarde descubrimos que había estado en el mercado, en la peluquería o en las tiendas”.
El rastreo del origen del brote fue posible porque el peluquero comunicó su contagio, y a partir de su testimonio se localizó el foco en un bar en el que una familia de Granada había celebrado una comida. Entre ellos, estaba el supuesto caso índice. “Esta persona me llamó diciendo que iba a denunciar a Sanidad y a mí porque habíamos dado datos. Yo no he dado nunca el nombre de una persona. Yo hice un bando diciendo que había un caso”, relata el alcalde. El ambiente ya se había caldeado a finales de agosto, hasta el punto de que el regidor tuvo que publicar una carta en Facebook alertando de la difusión de “falsos bulos” que afectaban a los trabajadores de uno de los negocios del pueblo.
Sin respuesta de las autoridades
“Pensábamos que esto podía suceder cuando viniera gente de vacaciones, pero no tan de golpe y con tanta gente”, dice hoy el alcalde, satisfecho con la respuesta del pueblo, al que tuvo que rogar “por favor” que se quedara en casa. El alcalde pidió el confinamiento “oficial” a la Junta de Andalucía, a la subdelegación del Gobierno y al Ministerio de Sanidad. Todavía no le ha contestado ninguno. Incluso el colegio reabrió cuando el pueblo estaba “autoconfinado”. “Educación me dijo que su norma le obligaba a abrir y abrieron”. Según el alcalde, acudieron cinco de los 112 niños matriculados.
Ahora, Fernández respira aliviado porque el brote parece atajado. Desde el 14 de septiembre no se han registrado nuevos casos, y el regidor confía en reabrir la atención presencial en el Ayuntamiento en unos días. Está visiblemente satisfecho con el rastreo, que ha realizado el enfermero del pueblo, “un máquina”, y admite que él le ayudó con algunos casos.
Sentados tras el cartel de un cruce de caminos en Pedro Martínez, Pepe Hernández y Mónico Martínez también respiran algo más tranquilos. El segundo cuenta que su prueba PCR resultó negativa: supera los 80 años, pero echa una mano en el bar donde se produjo el brote. En Huélago, el temor de Ismael Ruiz es que el virus vuelva montado en autobús. Cincuenta niños de Huélago y Pedro Martínez comparten transporte escolar cada día. Los vecinos han pedido a la Consejería de Educación que aumente el servicio. “No nos fiamos del autobús”, dice Ismael Ruiz.
El alcalde de Pedro Martínez resopla porque esta vez el virus pasó rozando. Ningún vecino tuvo que ser hospitalizado, pero ahora nadie les quita el susto del cuerpo: “Para un pueblo así es un problema gordo. Aquí salimos a la plaza y el que no te echa la mano por la alto, te da un abrazo. Todos tenemos contacto con todos. Y si no llegamos a pillarlo, caeríamos todos enfermos. Lo hemos conseguido gracias a la ayuda del pueblo. Esperemos que no venga más por aquí”.