Historias de oposiciones: 30.000 vidas para 1.000 futuros
No es un domingo cualquiera en el campus de Teatinos, en Málaga. Algunos pasean por el bulevar Louis Pasteur, habitualmente desierto el último día de la semana, y en el patio de la Facultad de Medicina hay muchos que superan los cincuenta y padres con niños pequeños. Han venido a acompañar a sus hijos, a sus parejas o a sus amigos, opositores (otra vez) a alguna de las 1.000 plazas ofertadas por la Junta de Andalucía. Casi 5.000 se presentan en Málaga, de 30.000 candidatos en total. Muchos para pocas plazas, lamentan; pero aquí están, por si esta vez sí.
Eleuterio Mesa, José Morales y Daniel Maturana superan los treinta, como sus parejas Noelia, Elisabeth y Loli, que están a punto de terminar el examen. Las tres son interinas. Fiñana, Málaga, Estepona, Tarifa, Motril, Aguadulce, Macael, Órgiva… Y se olvidan pueblos. Todas llevan años recorriendo Andalucía. Al terminar el curso, vuelta a empezar. Y eso es un problema. “Cuando estaba parado me iba con ella”, explica Eleuterio, que empuja un carrito donde va Lucía.
Su caso es muy común. José Domínguez espera en un banco a que su mujer, Josefa, termine el examen. Es la “cuarta o la quinta vez” que ella se presenta y tiene 36 años. José y Josefa tienen dos niñas de siete y cuatro años: “Normalmente las niñas se quedan conmigo. Si yo trabajo, se quedan con los padres de ella. Otras veces se las lleva ella y los padres la acompañan, porque sola no puede. Un lío”. ¿Y tú, en qué trabajas? “En todo. En lo que vaya saliendo…”.
Y así muchos: Christelle Fernández tiene 37 años y lleva diez trabajando como interina. El hijo de Juan Sánchez acumula ocho, está ahora en El Burgo y tiene 36. El periodista le desea suerte y él, parco en palabras, se encoge de hombros y responde: “Bueno. Él ya está hecho a esto. Es como si estuviera fijo, porque sabe que en septiembre va a trabajar. Lo que pasa es que todos quieren su plaza”.
Candidatos de toda España
Candidatos de toda EspañaEn Málaga examinan 39 tribunales, y en la Facultad de Medicina hay pruebas de Inglés y de Audición y Lenguaje, una especialidad donde son mayoría las mujeres. No es la peor: hay una plaza para cada doce candidatos, aproximadamente. Otras especialidades multiplican por cien esa ratio. Pero ni siquiera sacando plaza es fácil obtener un destino cercano, explican Antonio y Mari Carmen, que esperan a su hija: “Málaga es un destino muy solicitado”. Lo saben bien porque ellos también son maestros.
A Ana Becerra (24 años) la esperan su padre, su madre y su hermana. Aprobó sin plaza, no la llamaron y probó en colegios privados, sin suerte. Así que ha dedicado el año a estudiar. Su familia explica que en 2013 el tribunal la felicitó, pero le dijeron que era “muy joven”. “Es lo malo, hay mucha gente, priman a los interinos y es muy subjetivo. Si no eres interino lo llevas crudo”. Y ni siquiera: Francisco espera a su hija Isabel, una interina que se presenta por tercera vez. La segunda “no había posibilidades ni con un diez. Y en la primera se quedó fuera con un 9,60”.
Rocío Naranjo y Lidia López viven en Ciudad Real y en Londres. Han terminado con 20 minutos de margen y hacen cuentas. Lidia explica que no le ha dado tiempo a estudiar el tema, fonética, pero que ha utilizado su experiencia en Inglaterra. Cada día, a las siete de la mañana, recibe una llamada en la que le comunican dónde trabaja ese día, dando clases de apoyo o de español. Y en el trayecto del Metro de Londres, estudia. Se presentará también en Madrid, el martes, y cuando vuelva a Londres habrá perdido 600 libras: le pagan por día y lleva tres años en Inglaterra. Su amiga Rocío es interina desde hace cuatro años en Castilla-La Mancha, donde este año no hay convocatoria: “Tuve suerte porque entré en la lista. Pero conseguir plaza…”.
Elena Macías tiene 26 años, se presenta por primera vez y es de Madrid, donde también se presenta. Ella ejemplifica otra situación común: la de quien trabaja a tiempo parcial para mantenerse y dejar tiempo para estudiar. Quince horas en una academia y el resto preparando el examen, sin tiempo para la vida social, explica a toda velocidad, recién salida de la prueba. “¡Si quieres voy más despacio, que he salido del examen muy alterada!”.
“¡Ni loca saco yo la bola!”
“¡Ni loca saco yo la bola!”Conforme se acerca la hora del final, los familiares se acercan más a las aulas y algunos esperan ya a la puerta. Entre quien sale hay quien se sorprende porque hay quien se atreve a sacar la bola que marcará los próximos años de su vida: “¡Ni loca saco yo una bola! Para que te echen la cruz para toda la vida…”.
Eva Aragüez sale del examen quejándose de la falta de tiempo, el principal problema del opositor, según dice. Se presenta siempre, “unas veces más preparada, otras menos”. Tiene 34 años y trabaja en Torre del Mar en actividades de refuerzo subcontratadas por la Junta de Andalucía. Mientras Eva se explica se presenta Ana Belén, “cuatro años y dos meses” interina y madre. Este año ha trabajado en Málaga por primera vez, pero a hora y media de casa. Y Ana Belén, que prefiere no dar sus apellidos, denuncia un sistema “cruel” en una diatriba que resume las experiencias de muchos. Un sistema, se queja, sin promoción interna, subjetivo, con temas desactualizados y con ánimo de lucro, porque para no perder la plaza los interinos están obligados a presentarse y pagar la tasa (41 euros este año).
Luego está su vida y cómo vivirla lo mejor posible sin saber dónde estarás el año que viene. Y entonces Ana Belén lo explica: “Yo he aprobado siempre. Me he quedado a dos milésimas en 2011, y la segunda en Granada… Nos martirizan año tras año y como madre me planteo dejarlo, porque no concibo no poder darle a mi hija una estabilidad. No puedo tener más hijos aunque quiera. Juegan con nuestra vida y para ellos somos números”. Dentro de pocos días darán las notas de esta primera prueba y una minoría tendrá más cerca las certezas. Los demás, probablemente, volverán a intentarlo.