El mal estado de Doñana acelera el declive de todas sus poblaciones de animales y las sitúa en mínimos históricos

Antonio Morente

1 de febrero de 2024 14:46 h

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En 2023 se registró la cifra más baja de la historia de Doñana del ánsar común, quizás la especie más emblemática del parque junto al lince. Se detectaron 9.588 ejemplares, cuando ha habido picos de más de 80.000 de estos animales. El milano real sigue a la baja, el aguilucho lagunero pasó el año sin reproducirse y del halcón peregrino sólo quedan tres parejas. Las cosas van mal para todos los carnívoros del parque nacional, y no le va mejor a peces, mariposas, anfibios y reptiles, muchos de ellos en mínimos históricos. El monte negro está decayendo y hay una elevada mortalidad de pinos y alcornoques centenarios, a lo que se une que ya no quedan lagunas permanentes, las tres últimas que ostentaban esta condición volvieron a secarse el pasado verano.

Estos son algunos de los datos que se recogen en la memoria científica que analiza el estado de la biodiversidad en Doñana el año pasado, un documento que es un reflejo de lo que se viene pregonando desde hace años: el emblemático espacio natural está en un estado alarmante. A esta situación se llega por la sobreexplotación de su acuífero y porque 2023 fue un año muy cálido (la temperatura media fue de 19,32 grados, otro máximo de la serie histórica) y muy seco, con precipitaciones que fueron inferiores al 20% de los años considerados hasta ahora más secos.

Otro dato que ilustra bien a las claras cómo están las cosas son las aves acuáticas invernantes, otro de los símbolos de Doñana porque tradicionalmente han tenido aquí su refugio en los meses más fríos. El censo se hace en enero, y en 2023 se registraron 206.859 ejemplares, una cifra baja (es la décima peor de la serie histórica) aunque superior a la del año pasado. Pero es que ya se ha cerrado –aunque todavía no de manera definitiva– el del presente ejercicio, y otra vez nos topamos con un mínimo histórico: 122.196 pájaros a falta de depurar los datos. Aquí el ánsar común es también un referente negativo, ya que bate nuevamente su récord a la baja y cae un 44% con respecto a 2023, la cifra más baja de su historia con 4.216 unidades.

¿Cómo se explica entonces el ligero repunte del año pasado? Pues gracias a las lluvias que se registraron en diciembre de 2022, que provocaron que la marisma presentara una lámina de agua somera que dio cobijo a las aves. Las cifras de estos tres últimos años palidecen (son menos de la mitad) ante los más de 500.000 ejemplares de 2021 o los 670.000 de 2017. La reproducción de aves acuáticas ha sido en general mala, ya que la superficie inundada en primavera ha sido escasa, lo que ha contribuido a que el 79% de las especies “presenten un declive muy dramático en los últimos diez años”, tal y como ha apuntado Javier Bustamante, vicedirector de la Estación Biológica de Doñana, organismo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que elabora esta memoria anual.

Especies y sistemas, en su peor momento

“Estamos observando cambios en ecosistemas y en especies que son importantes y muy intensos”, ha añadido el director de la Estación, Eloy Revilla, que en la presentación de este estudio científico ha insistido en que “la modificación ambiental provocada por el cambio climático y la actividad humana es profundo”. Esto se traduce en que “muchas de las especies y sistemas de Doñana están en su peor momento” desde que se tienen registros, de ahí su llamamiento a prepararse y saber adaptarse ante las consecuencias de la “intensa” sobreexplotación del acuífero en las últimas décadas.

“El resultado final impacta en Doñana y el sistema socioeconómico que se ha creado alrededor, que ya está teniendo problemas”, con afectación a sectores como la agricultura, el turismo y la industria. Y es que, según Revilla, estos “cambios profundos” afectan al espacio natural, pero también a la “disponibilidad de recursos para los humanos”. Pese a todo, se declara “optimista” porque considera que el pacto entre los gobiernos central y andaluz va a suponer un “punto de inflexión” que “abre una ventana de oportunidad que nos debe permitir en el último instante revertir la situación”.

Un panorama desolador

Lo cierto es que se están produciendo cambios en las lagunas, la vegetación y en las especies que dependen de la disponibilidad de agua, como es el caso de las aves acuáticas, “que muestran una regresión y un mal estado de conservación a consecuencia de esa falta de agua y del aumento de la temperatura”. La investigadora Rocío Fernández, que ha definido la situación climática como “bastante extrema”, ha hecho un repaso por la situación que atraviesan muchas especies como los macroinvertebrados acuáticos, presentes sólo en nueve de 21 localidades con agua suficiente. “En la marisma la abundancia ha disminuido bruscamente”, ha subrayado.

Y mientras especies exóticas como el cangrejo americano y la jaiba azul siguen expandiéndose, el número de mariposas diurnas se ha hundido, no hay noticias ni de la anguila ni del salinete, los anfibios están a la baja desde 2019, la presencia de la tortuga mora ha “disminuido considerablemente” y casi todos los tipos de reptiles están también disminuyendo. Teniendo en cuenta que el conejo sigue sin recuperarse y que a la liebre no le va mucho mejor, el único al que parece irle bien es al ciervo, que tiene una tendencia poblacional creciente desde 2006.

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