La NASA le pone el altavoz al problema de Doñana y alerta de que el parque se seca por la presión agrícola y turística

Antonio Morente

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La comunidad científica se ha erigido en uno de los principales diques protectores de Doñana, alertando tanto de su mal estado y cargando contra la ley de PP y Vox para indultar regadíos en su entorno, una norma que ya está en el Parlamento pero a la que el Gobierno andaluz le ha vuelto a echar el freno para no abordarla hasta después de las elecciones generales del 23J. Varias investigaciones sobre la situación del parque se han ido sucediendo las últimas semanas, pero uno de ellos se ha encontrado con un aliado (y un potente altavoz, de paso) inesperado: la mismísima NASA, la Administración Espacial de EEUU, que achaca la situación a la sequía y a la presión agrícola y turística.

Concretamente, la NASA ha puesto el foco en un trabajo firmado por investigadores de la Estación Biológica de Doñana (organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC), que analizan 442 imágenes del satélite Landsat tomadas durante 34 años. Las conclusiones del documento están en línea con lo que se viene pregonando desde hace tiempo: las extracciones de agua subterránea amenazan la integridad de lo que es Patrimonio de la Humanidad, con datos demoledores como que el 59% de las lagunas de la zona se perdieron entre 1985 y 2018. Y todo ello achacable en gran parte al impacto de la actividad humana, ya sea agrícola o turística, con una presión sobre el acuífero insostenible.

Los autores (Miguel de Felipe, David Aragonés, Carmen Díaz-Paniagua) señalan que las extracciones de agua pueden haber dañado la integridad de la red de lagunas y, por lo tanto, “afectado una biodiversidad única en Europa”. Por ello, llaman la atención sobre que en este contexto de “declive” del paisaje acuático de Doñana (en el que se dan la mano la presión humana y el cambio climático) la conservación de la flora y de la fauna acuática “requiere medidas urgentes de gestión”.

El estudio al que alude la NASA ha controlado por satélite 316 masas de agua temporales repartidas por las zonas norte, centro y sur del Parque Nacional, y los datos han corroborado que con el paso de los años estas lagunas se secan más y antes, ya que antes sólo ocurría en verano. Esta importante y creciente afectación en las últimas décadas es producto “no sólo como respuesta al clima, sino también debido a la actividad humana”: la zona norte del parque está principalmente afectada por la agricultura de invernadero, mientras que en el centro y el sur el problema son los bombeos del núcleo turístico costero de Matalascañas, perteneciente a Almonte.

De las 316 masas de agua analizadas, el 59% “pueden considerarse desecadas, ya que no se inundaron como mínimo desde 2013”. Además, más del 80% “están experimentando anomalías negativas de inundación, estando muchas de ellas ahora cubiertas por vegetación terrestre”. Todo ello, achacable directamente al uso de agua subterránea, para lo que se pone como ejemplo las extracciones del acuífero no sólo para los cultivos de fresas y abastecer Matalascañas, sino la que se hizo durante 17 años para mantener un campo de golf en la zona, cuya mera presencia “redujo las inundaciones de las lagunas durante ese tiempo” al chuparles el agua que necesitaban.

En la información en la que la NASA desgrana los resultados de este estudio, resalta que Doñana está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y Reserva de la Biosfera, así como Humedal Ramsar de Importancia Internacional. “Sin embargo, el desarrollo fuera del área protegida, además de la sequía prolongada, ha gravado el acuífero compartido y ha puesto en peligro el ecosistema y su estado de protección”.

Los autores subrayan que, pese a la acumulación de evidencias científicas sobre la responsabilidad humana en la situación del enclave, “las amenazas a los humedales de Doñana persisten, ya que la Junta de Andalucía, región en la que se encuentra el parque, se enfrentó al Gobierno nacional” para legalizar regadíos, en alusión a la ley que se tramita en el Parlamento. La investigación calcula en 1.550 hectáreas de regadío las que se beneficiarían de esta legalización (en línea con el dato que se aportó en el primer texto de la norma, aunque el Ejecutivo andaluz ha rebajado ahora la cifra a 700 hectáreas), una iniciativa en todo caso “contraria a la intención de restaurar la hidrología del acuífero de Doñana”.

El estudio también incide en la alta biodiversidad asociada a las lagunas temporales, refugio también de aves acuáticas en peligro de extinción a nivel mundial. La NASA, por su parte, pone el acento en que Doñana es el hábitat de cientos de especies de aves, junto con animales en peligro de extinción como el águila imperial ibérica y el lince ibérico.

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