El último incendio forestal en Doñana, del que se cumple un mes de su inicio este 24 de julio, afectó a 70 especies de aves, a la mayor parte de los 38 mamíferos característicos del espacio y a unos 40 tipos de plantas amenazadas o de interés. Junto a especies tan conocidas como el lince y el águila imperial, las llamas impactaron en otras como la linaria tursica, una pequeña planta endémica que ha perdido más del 50% de su población por el fuego y que, de no recuperarse, se encaminaría hacia la extinción. Son algunas de las conclusiones del informe Doñana, un mes después de las llamas elaborado por técnicos de SEO/BirdLife.
La organización estima que la recuperación total es posible a largo plazo, siempre y cuando se limiten todas las amenazas a las que está expuesta Doñana. Pero, sin embargo, el impacto en un espacio con 35 especies amenazadas y 303 relevantes ha sido enorme, como ya publicó eldiario.es/andalucia.
El incendio forestal afectó a una superficie de 8.486 hectáreas de arbolado y matorral, de un perímetro total de 10.900 hectáreas, que un reciente informe ha elevado en otro millar. Desde la Junta de Andalucía confirmaron también que 2.414 hectáreas quedaron intactas a modo de islas verdes en el interior del área calcinada. Es, en cualquier caso, el mayor incendio forestal en España en lo que va de 2017.
El impacto inmediato es la pérdida de biodiversidad y, posteriormente, el riesgo de erosión por quedar el suelo casi desnudo. De todas maneras, “no se ha quemado todo y las diásporas de subpoblaciones cercanas pueden hacer que se recolonicen las zonas incendiadas”, en palabras de Carlos Davila, responsable de la oficina técnica de Doñana de SEO/BirdLife.
Entre las aves que se han visto afectadas destacan por su abundancia las paseriformes como el jilguero, el verdecillo, el verderón, el pinzón, el carbonero, la curruca cabecinegra, el herrerillo o el rabilargo, entre otras. Pero el entorno que arrasaron las llamas era también área de reproducción y campeo para un amplio número de rapaces nocturnas y diurnas, entre las que se encuentran especies gravemente amenazadas como el águila imperial, el milano real, la culebrera europea o el águila calzada.
Mientras, Pablo Hidalgo, profesor de Botánica de la Universidad de Huelva, apunta que unas 40 especies de flora amenazada se localizan en el lugar. Y apunta el caso de la linaria tursica, de la que “más del 50% de sus localidades mundiales se encontraban en el área incendiada”.
Respecto a los hábitats recogidos en los anexos de la Directiva de Hábitats (Directiva 92/43/CEE), en un análisis preliminar se comprueba que se han visto afectados 16 tipos de interés comunitario del Anexo I, tres de ellos prioritarios (Anexo II): estanques temporales mediterráneos, dunas fijas descalcificadas atlánticas y brezales húmedos atlánticos.
Por otro lado, en este entorno -no hay que olvidar que un 80% del terreno quemado es parque natural- se encuentran representados gran parte de los mamíferos de Doñana, como el tejón, el jabalí, el zorro, el meloncillo, la gineta o el erizo, así como roedores y lagomorfos, incluyendo también la presencia regular del amenazado lince. Reptiles y anfibios como el camaleón, la lagartija colirroja, el tritón ibérico o la ranita meridional, están entre los animales más afectados por su limitada capacidad de desplazamiento.
Tiempo de recuperación
En cualquier casoa, desde SEO/BirdLife apuntan que el fuego es un proceso natural muy antiguo y un gran número de especies vegetales y animales del área mediterránea han desarrollado características que les permiten sobrevivir bajo sus efectos. Por ejemplo, el alcornoque puede regenerarse desde la copa y las jaras producen semillas que sólo germinan con las altas temperaturas.
“En el caso de las aves, un área quemada prácticamente nunca permanece completamente vacía. Previsiblemente, las primeras especies en recolonizar serán aquellas que utilizan zonas despejadas, como los aláudidos, currucas, collalbas, tarabillas, chotacabras, abejarucos y algunas rapaces. Varias de estas especies pertenecen al grupo de las aves más amenazadas de Europa, como la curruca rabilarga, totovía o cogujada montesina”, apunta Carlos Davila.
El informe indica que las medidas de restauración deberían incluir la reducción o eliminación de las principales amenazas que afectan a Doñana. Entre otras, la sobreexplotación del acuífero, los cambios ilegales del uso del suelo, las explotaciones forestales, el exceso de carga ganadera, el turismo masificado estacional y la proliferación de especies oportunistas. También cree necesario anticipar los efectos del cambio climático, que conllevará una mayor recurrencia de los incendios forestales.
Finalmente, esta ONG estima necesario actuar antes de la llegada de las lluvias de otoño para minimizar el efecto de lavado y pérdida de suelo, y del banco de semillas, en las zonas de mayor pendiente de los médanos del Asperillo (paleodunas), mediante el uso de barreras. También es preciso eliminar los árboles muertos que puedan significar un peligro para la seguridad de las personas y de gran parte de la madera quemada para disminuir el riesgo de plagas. No toda la madera debe ser retirada ya que su presencia favorece la recolonización por la fauna.
Gran parte de la regeneración del área se realizará de forma natural, mediante la germinación del banco de semillas de las especies pirofíticas y el rebrote característico de muchas especies adaptadas a brotar tras el fuego. “Es importante proteger las lagunas temporales afectadas mediante vallados perimetrales que impidan que la acción de los herbívoros dificulte la restauración natural de un hábitat especialmente frágil”, apostilla el experto.
Puntualmente, se puede reforzar el trabajo de la naturaleza con la liberación de semillas o frutos, o plantar algunos individuos. “Con estas actuaciones, que son fácilmente ejecutables con voluntariado y con germoplasma del banco o del Jardín Botánico de Dunas del Odiel, se podría acelerar y reconducir la restauración. Un ejemplo sería la siembra de enebros y sabinas”, agrega.
Para realizar grandes acciones de restauración, es conveniente tener en cuenta que Doñana, originalmente, albergaba un bosque de alcornoques y acebuches sobre suelos arenosos costeros. “La posibilidad de recuperar ese entorno es real. Ocuparía una franja costera prácticamente continua en las provincias de Málaga, Cádiz y, con mayor extensión, en la de Huelva”, remarca. Para concluir: “Sería interesante que la restauración se hiciera mediante la siembra y reforzamiento de determinados elementos de ese bosque original como acebuches, lentiscos, palmitos o espinos negros o madroños, y cuando las condiciones de suelo y sombreado sean favorables, se podrían reforzar con plantones de alcornoque”.
De hecho, la masa quemada se componía, principalmente, de pinares de repoblación, que en Doñana ha sustituido casi por completo a los alcornoques, que fue desapareciendo debido a la deforestación, el cambio de usos del suelo, los incendios forestales y la reforestación de especies alóctonas, como el pino. En la actualidad, está prácticamente ausente del entorno y los pocos alcornoques que quedan en Doñana están seriamente amenazados.