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Francisco Acosta: “La democracia actual está estructurada sobre una tierra llena de muertos sin identidad”

La trayectoria investigadora de Francisco Acosta tuvo su germen en la historia política institucional –su tesis versó sobre el Senado-, y derivó años después en el análisis de la democracia española, sus fracasos y problemas. De ahí, su interés pasó a las culturas políticas de las clases populares y los procesos de democratización, donde el republicanismo se convirtió en uno de sus grandes ejes de investigación y, con ello, su historia, la II República, la Guerra Civil y el Franquismo, con su recuperación ahora a través de la Memoria Histórica.

Acosta, desde sus líneas de investigación centradas en la Historia Política de España y de Andalucía y Procesos de Democratización y de Politización Social, certifica cómo su tarea investigadora no ofrece por lo general grandes obstáculos en cuanto a acceso a fuentes, información y archivos, hasta que se topa con lo relacionado con la Memoria Histórica y ahí sí, asegura, hay “dificultades en el acceso a material que tiene que ver con las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Ejército…”.

Con el tiempo, el estudio del republicanismo ha sufrido un cambio de perspectiva en los últimos años. Se ha pasado de analizar cuestiones meramente institucionales –los partidos republicanos, el voto republicano, la II República, la estructura institucional, el sistema político, etc- a incorporar “nuevas miradas” que se centran en “el republicanismo como cultura política, un concepto mucho más amplio que la acción política, más amplio que la acción institucional pura”, explica.

Ahí, precisa, juega un papel fundamental el interés de la sociedad por este tema. Si en los primeros años del posfranquismo hubo un despegue de investigaciones ceñidas al ámbito más institucional del republicanismo, lo que ha ocurrido en los últimos tiempos es que ese interés se ha renovado: “El interés sigue vigente, sigue habiendo una gran demanda social, incluso renovada, reactivada en el contexto de toda la cuestión memorialista. Ha habido un reverdecimiento de los estudios, de la demanda social, sobre el republicanismo, la República, la II República, la Guerra Civil que supone la quiebra de la República y el franquismo posterior”.

Esa demanda social, de conocimiento, viene de la mano del movimiento memorialista, asegura Acosta, donde la sociedad civil ha llegado mucho más allá de lo que muchos pensaban que podía llegar. “El gran impulso del proceso de exhumaciones y de recuperación de la memoria histórica ha tenido un protagonismo fundamentalmente civil. Pero esta cuestión no es posible abordarla de manera eficiente si no es el Estado el que se ocupa de esto. La sociedad civil no tiene medios”.

“¿Qué democracia puede soportar esto?”

Pero ahí está uno de los grandes obstáculos que Acosta ve para que se resuelva el asunto memorialista: “El Estado tiene que acometer esa tarea, tiene que comprometerse a eso. Hasta ahora no lo ha hecho. Sorprendentemente, después de 40 años de democracia, el Estado se ha inhibido de esta cuestión”. “Es una situación llamativa, los hechos sucedieron hace 80 años, llevamos 40 años de democracia. La democracia actual está estructurada sobre una tierra llena de muertos sin identidad. ¿Qué democracia puede soportar eso? Las llamadas de los organismos internacionales son recurrentes…. Esto, en América, en países de África, en Camboya….se está abordando. Hay políticas públicas, hay un compromiso de Estado en esta cuestión, en abordar y resolver esa cuestión”, compara.

Esa realidad en España es la que le hace ser “escéptico” en cuanto al resultado que realmente vayan a tener instrumentos como la Ley de Memoria. “Tengo cierto escepticismo aunque me gustaría confiar en que sea una herramienta útil para la finalidad que se propone, que es la de reparar a las víctimas, que todavía existen, no solo a los enterrados sin identidad sino a los familiares, que están vivos y están en nuestro entorno, a nuestro alrededor”.

“Entiendo que la Ley –la nacional y la andaluza- son instrumentos que pueden resultar útiles. Los procesos, aparte de los más simbólicos y que tienen menos alcance, tipo renominación de las calles y desaparición de simbología… Esto hay que hacerlo porque es necesario, pero realmente el gran desafío es la dignificación de los represaliados. Eso es extraordinariamente complejo desde el punto de vista técnico pero para mí ese no es el problema: el problema es la voluntad política y de medios. Eso solo es posible desde el Estado”, señala.

Porque entiende que la historia reciente ha demostrado que no hay esa voluntad política. “Hay un sector de los partidos de Gobierno en España que no están interesados en resolver esta cuestión. Es decir, no hay un consenso básico en torno a la necesidad de resolver esto”. “La cuestión de la memoria histórica en España a día de hoy tiene dos requisitos para poder resolverse: voluntad política, que equivale a decir voluntad económica y , después, que no parece que este tema pueda resolverse si la gestión del Gobierno recae sobre opciones de derechas. Porque hasta hora, no entiendo bien por qué, la derecha no ha demostrado voluntad, ni vocación ni interés por abordar esta cuestión. A día de hoy, ojalá cambiara, parece ser que una de las opciones reales de Gobierno, el centroderecha, no está interesada en ello”.

Esta parte de la historia, reciente aún y por ello precisamente en la memoria de quienes hoy reclaman su resolución, topa con lo que el historiador denomina las “interpretaciones presentistas”, es decir, revisar la historia según el presente. Y eso “está muy focalizado en todo lo que tiene que ver con la memoria histórica y todo lo que tiene que ver con la reinterpretación o la revisión no académica (revisión académica no se ha vuelto a producir)”.

“Lo que sí se ha vuelto a producir es una reevaluación en el plano de la opinión pública de la historia del siglo XX en España. Y de la cuestión central de la Guerra, del trauma de la Guerra, de la República y del franquismo. Eso sigue en el contexto de la memoria histórica, de qué hacer con el franquismo, las políticas públicas de la memoria, la necesidad de reparación, de dignificación, la necesidad en definitiva de cerrar desde el punto de vista social y público… Pero la controversia es evidente, está sin cerrar. A diferencia de otros países, este tipo de traumas colectivos se han resuelto de una manera bastante diferente. Es una cuestión abierta en términos de opinión pública, incluso en términos jurídicos”.

La democracia “siempre tiene las entrañas abiertas”

Y esa cuestión, dentro de la actividad investigadora e historiadora de Francisco Acosta, enlaza con otro gran tema de actualidad: “Hay otra cuestión muy candente hoy en día que también tiene un vínculo con nuestros estudios: el problema de la democracia, la crisis de la democracia y las amenazas del sistema democrático que están ya sobre la mesa”.

Acosta cree que, actualmente, “la preocupación principal es la amenaza al sistema democrático representativo. Empieza a ser muy evidente y empieza a haber síntomas bastante claros de que estamos en un nivel donde la amenaza potencial empieza a tomar cuerpo. Hay indicios muy preocupantes de que nos encaminamos a una situación incierta, con muchos interrogantes y potencialmente inquietante. Podíamos citar ejemplos: Hungría, Polonia, Italia que es el corazón de la Unión Europea y una potencia dentro de la UE donde está gobernando una opción muy cercana a la extrema derecha. Lo de Trump, lo del Brexit ya ha quedado en una anécdota, lo de Brasil...”, analiza.

Aquí el papel de la Historia y la investigación histórica vuelve a servir para tenerlo en cuenta de cara al futuro. “Desde un punto de vista análisis histórico del siglo pasado, cuando la democracia se tambalea, los augurios no han deparado nada bueno. La democracia es un régimen muy frágil porque siempre es perfectible y porque siempre está abierto de par en par, siempre tiene las entrañas abiertas, los enemigos están aceptados y forman parte del propio sistema, de la pluralidad”, reflexiona el historiador. “En ese sentido, siempre es una víctima propiciatoria rápida”.

Entonces, cabría suponer que, visto el pasado, la sociedad debería ver lo que puede venir. Pero Francisco Acosta advierte: “Lo vemos venir, pero el problema es que las herramientas para afrontarlo no dependen solo del conocimiento, de la experiencia pasada…Eso ayuda, la educación ayuda….pero el miedo muchas veces es más poderoso que todo eso. El miedo, la incertidumbre, la demagogia son también enemigos poderosos”.

La trayectoria investigadora de Francisco Acosta tuvo su germen en la historia política institucional –su tesis versó sobre el Senado-, y derivó años después en el análisis de la democracia española, sus fracasos y problemas. De ahí, su interés pasó a las culturas políticas de las clases populares y los procesos de democratización, donde el republicanismo se convirtió en uno de sus grandes ejes de investigación y, con ello, su historia, la II República, la Guerra Civil y el Franquismo, con su recuperación ahora a través de la Memoria Histórica.

Acosta, desde sus líneas de investigación centradas en la Historia Política de España y de Andalucía y Procesos de Democratización y de Politización Social, certifica cómo su tarea investigadora no ofrece por lo general grandes obstáculos en cuanto a acceso a fuentes, información y archivos, hasta que se topa con lo relacionado con la Memoria Histórica y ahí sí, asegura, hay “dificultades en el acceso a material que tiene que ver con las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Ejército…”.