En todos los congresos nacionales del PP, hay un instante en el que se pierde de vista a Javier Arenas, que un minuto antes parecía estar en todas partes, en todos los corrillos, en todos los despachos. Mientras está desaparecido, muchos especulan con su salida de la sala de mandos del partido, donde lleva ejerciendo su influencia más de 20 años. Ocurrió en el último congreso popular, en febrero de 2017, cuando sus rivales en Génova le dieron por muerto, y minutos después reapareció tras la puerta de un despacho con una de las cuatro vicesecretarías generales de la dirección del PP. La que más influencia tiene en los territorios, la que más útil le ha sido a la candidata a presidir el partido, Soraya Sáenz de Santamaría. Un veterano del PP andaluz concluye: “Las llamadas de Javier ganan los congresos”.
Arenas es un factótum del PP porque su olfato político le permite saber mucho antes que el resto hacia dónde cambiará el viento orgánico. Pero, sobre todo, porque todavía puede poner a disposición del candidato de turno -esta vez el suyo es Santamaría- la potente herramienta política que él inventó hace dos décadas: el PP andaluz. Desde 1991, el político de Olvera ha mantenido el equilibrio siempre con un pie en Andalucía y otro en Madrid. El PP andaluz es la agrupación más numerosa, y siempre ha sido decisiva en los congresos nacionales y en las elecciones generales. En el último congreso, la actual ejecutiva regional, comandada por Juanma Moreno, interpretó la salida de plano de Arenas como el fin de su carrera en Génova y, por extensión, el fin del postarenismo en Andalucía. “Javier Arenas influye cero en la política andaluza”, había dicho días atrás el presidente del PP andaluz, en un intento desesperado por ‘matar al padre’ y reivindicar su propio liderazgo.
No ocurrió así. El dirigente sevillano se quedó dentro del círculo de confianza de Mariano Rajoy, en el Comité Ejecutivo Nacional entraron 15 andaluces, prácticamente todos veteranos de la órbita de Arenas: Cristóbal Montoro, Miguel Arias Cañete, Fátima Báñez, Teófila Martínez, Celia Villalobos y dos personas de su máxima confianza desde hace muchos años: Juan José Matarí y su eterna mano derecha, Antonio Sanz, que ha coordinado la campaña de Sáenz de Santamaría en estas primarias.
Este proceso interno es, probablemente, el de resultado más imprevisible al que se ha enfrentado. “Está haciendo muchas llamadas, muchas. Está prometiendo y seguramente también esté metiéndole miedo a alguno. Está haciendo de Javier”, advierte un político de la órbita de Juan Ignacio Zoido, su rival íntimo.
Empatía y memoria
Compañeros y rivales políticos coinciden en que Javier Arenas es un político cercano, de gran empatía, que gana en las distancias cortas, que tiene una memoria prodigiosa y es capaz de recordar el nombre del camarero que le sirvió un bocadillo en un bar de un pueblo de Almería durante una campaña electoral cuatro años después. En Andalucía le llaman Javier, igual que a Susana Díaz la llaman Susana y a Felipe González, Felipe.
Arenas ha perdido cuatro veces las elecciones andaluzas, pero ni la primera derrota, ni la segunda ni la tercera le impidieron ser candidato por cuarta vez en 2012, un hecho inédito en la política española. A cualquier otro, su partido lo habría fulminado. Pero, ¿quién? ¿Quién, en Madrid, conoce mejor que Arenas lo que pasa en Andalucía? ¿Quién, en Andalucía, es o ha sido mejor candidato que Arenas? En 2012 se dieron un cúmulo de circunstancias propicias para que el PP andaluz ganase las eleciones al todopoderoso PSOE por primera vez en su historia, pero una coalición de Gobierno entre socialistas e IU le cerró la puerta de San Telmo. Su primera victoria fue su última derrota. Un mes después, Rajoy le sentó a su derecha en Génova, y dejó a su izquierda a Dolores de Cospedal. Desde entonces, la secretaria general del PP ha tratado sin éxito de torpedear la capacidad del político andaluz para reinventarse, medrar y ocupar huecos. Algunos compañeros sostienen que su secreto es el juego de contrapesos, que nunca levanta un pie sin tener firme el otro. Son los que defienden que esta vez “ha apostado mucho a Santamaría, pero también ha apostado algo a Casado”.
La capacidad de influencia de Javier Arenas dentro del PP no es sólo un rasgo de su personalidad política: Arenas nunca está solo, nunca está aislado. Durante años ha alimentado una red de contactos dentro del partido, empezando en las Juventudes del PP, dirigentes noveles que despuntaban hace más de diez años, que hoy superan los 40 y que, gracias a su impulso, hoy ocupan puestos de cierta relevancia en el partido y en instituciones públicas.
En el PP andaluz, todos han sido en algún momento arenistas, incluido el ex ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, antes de pasarse al bando de Dolores de Cospedal, su rival más furibunda. “El liderazgo no se ejerce, se tiene o no se tiene. El PP andaluz de Arenas era así: Podía haber cuitas internas, podía haber dirigentes provinciales que le chistaran más, pero cuando él señalaba con el dedo en una dirección, todos íbamos en esa dirección”, recuerda un veterano parlamentario.
Si esta premisa es cierta, no cuesta mucho entrever el papel que Arenas ha jugado en la primera fase de las primarias del PP. En Andalucía, Sáenz de Santamaría ganó con mayoría absoluta, con el 54,4% de los votos, 15 puntos por delante de Cospedal (28%) y 33 puntos por delante de Pablo Casado (16%). La ex vicepresidenta del Gobierno fue la más votada en cinco de las ocho provincias: Sevilla, Málaga, Cádiz, Granada y Huelva; en todas ellas, excepto en Granada, logró más apoyos que Cospedal y Casado juntos. “Si Andalucía fuese España, no habría segunda vuelta, porque Soraya ha ganado con mayoría absoluta”, proclamó, solemne, la secretaria general del PP andaluz, Dolores López.
La ejecutiva de Juanma Moreno, que se ha posicionado abiertamente a favor de la ex vicepresidenta, sacó pecho de los resultados, se atrevió a decir que “el PP nacional no puede funcionar sin Andalucía” y que Santamaría “cuenta con más compromisarios que Casado en toda España” (Andalucía envía 543 compromisarios al congreso nacional). Los días posteriores han enfriado las expectativas del equipo de Moreno, que ya da por perdida su apuesta de una lista de integración. Su gran victoria era la derrota de Cospedal, pero ahora contemplan con cierta ansiedad el avance de Pablo Casado, y temen que su alianza con los rivales de Santamaría inclinen la balanza en su favor. “No sabemos, nos faltan datos”, dicen ahora en la ejecutiva regional, que en los últimos días se han fajado por evitar que el sector crítico que apoyó a Cospedal en Andalucía se pase a Casado. Si el 40% de los compromisarios andaluces da la espalda a Santamaría, la victoria del joven candidato del PP se da por segura.
Tres derrotas y una victoria inútil
Javier Arenas fue presidente del PP de Andalucía entre 1993 y 1999 y de nuevo entre 2004 y 2012. En 2015, renunció a su acta de diputado en el Parlamento andaluz para coger un AVE a Madrid, igual que había hecho en 1996 y en 2002, después de ser derrotado en las elecciones contra Chaves. Arenas sido candidato a la presidencia de Andalucía cuatro veces (1994, 1996, 2008 y 2012) o, dicho de otro modo: su partido no ha encontrado candidato mejor durante dos décadas. En las últimas venció por primera vez al PSOE, pero un acuerdo de gobierno con IU le impidió gobernar. Se marchó, pero no se marchó.
El hoy presidente de honor del PP andaluz tiene muchos detractores en Madrid, compañeros que le consideran un oportunista y un fracasado, porque “lleva 30 años perdiendo elecciones en Andalucía” y que aseguran que “Arenas ya no es lo que era”, que en realidad no tiene tanta influencia como solía, pero que sabe apañárselas para “vender en Madrid” que aún tiene un control absoluto de la situación. Hace unos días trascendió un mensaje privado de Esperanza Aguirre: “Si gana Casado, Arenas se queda sin coche oficial, conductor y escolta”. También ha sido uno de los protagonistas del polémico vídeo publicado por el entorno de Casado que cuestiona la renovación de la candidatura de Santamaría.
Esa rabia de partido tiene que ver con la lucha orgánica, pero también es un monstruo que ha alimentado el propio Arenas, tal vez sin darse cuenta. En los años 90, el dirigente andaluz inventó un potente argumentario político para atacar al Gobierno socialista de Manuel Chaves y, de paso, para justificar sus derrotas electorales ante la dirección nacional del PP: la teoría del voto cautivo. Arenas acusaba al PSOE de haber tejido una red clientelar en las zonas rurales de Andalucía, donde los socialistas arrasaban en las urnas, supuestamente gracias a las ayudas públicas con las que regaba la Junta a sus alcaldes. Años después se retractaría de aquel discurso para poder arañar votos en los pueblos, pero la teoría del voto cautivo se quedó grabada en el argumentario del PP nacional.
De todas las desapariciones tácticas de Arenas, puede que la más sorprendente incluso para sus compañeros de partido es la que le ha dejado fuera de la foto de los acusados en la trama Gürtel o del caso Bárcenas. La publicación de los papeles originales del ex tesorero del PP revelaron que el presidente de honor del PP andaluz cobró en 1997, siendo ministro de Trabajo, 2,8 millones de pesetas además de su sueldo oficial. Las conversaciones entre Bárcenas y el ex director de El Mundo señalaban a Arenas como la figura clave para comprender el peso que tuvo el ex tesorero en Génova a finales de los noventa y principios de dos milEl Mundo. Bárcenas ha implicado a otros antiguos compañeros del PP, pero de momento ha salvado al andaluz. Arenas declaró como testigo que jamás supo que hubiera una caja B con la que se financiase ilegalmente el PP, como ha probado la sentencia de la Gürtel, y que nada sabía del dinero en Suiza de Bárcenas. Tanto en una causa como en la otra, está desaparecido.