La Junta de Andalucía apoya la caza del lobo ibérico tras invertir 1,5 millones en su conservación
Hace tiempo que no se oye aullar al lobo ibérico en Sierra Morena. Ni las cámaras de fototrampeo, ni las pruebas de ADN, ni sus habitantes. Nadie ha visto al dueño y señor de la montaña. Quedó desplazado hace muchos años por el otro gran depredador de la cadena trófica: el ser humano. A pesar de eso, desde hace más de un lustro, Andalucía se ha empeñado en proteger, recuperar y concienciar sobre la población y necesidad del lobo (Proyecto Life europeo incluido).
Hasta la semana pasada.
La Junta de Andalucía fue una de las ocho comunidades autónomas que, el jueves, escenificaron su oposición a que el Ministerio para la Transición Ecológica incluya a este especie acechada por el ser humano en la lista roja de animales en peligro. O lo que es lo mismo: el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial.
Aunque la propuesta terminó saliendo adelante gracias al voto de calidad de la propia ministra, Teresa Ribera, Andalucía formó parte de las ocho comunidades autónomas que votaron en contra. ¿Estamos ante un cambio de política ambiental en la Junta de Andalucía? La Consejería de Medio Ambiente andaluza no ha respondido a la consulta de este diario.
Sí lo ha hecho WWF, una de las organizaciones ecologistas más concienciadas en la defensa del lobo ibérico. A pesar de la puesta en escena en la reunión con el Gobierno de España, la normativa es clara: el lobo no se puede cazar al sur del río Duero. “La normativa no ha cambiado y sus obligaciones siguen siendo las mismas. Sus compromisos siguen estando ahí”.
“Criterios políticos”
Para el grupo ecologista, se trata probablemente más de una votación “por criterios políticos o como respuesta a la presión de determinados grupos de interés, en lugar de atender a criterios técnicos o científicos. Hay que sacar a la especie de ese círculo vicioso y gestionarla siguiendo criterios técnicos y científicos, apostando por conservar tanto el lobo, como la ganadería extensiva”, explica Luis Suárez, responsable de especies en peligro de WWF.
La mayor parte de la población lobera se encuentra en Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia. Lejos de la llamada gestión de la especie mediante la caza, el turismo sostenible de la Sierra de la Culebra, en Zamora, ha demostrado que la convivencia con el lobo es posible y que, además, tiene un importante valor turístico y económico para la zona.
Ataques de perros asilvestrados
En las zonas habituadas a vivir con el lobo, los ganaderos protegen a sus rebaños con mastines, alambradas electrificadas y presencia humana. Además, estudios genéticos han demostrado que la mayoría de los ataques al ganado proceden de perros asilvestrados y no de lobos, cuya población se encuentra en decadencia.
Es precisamente lo que quiere evitar el Ministerio de Transición Ecológica incluyendo el lobo en esa lista de especies protegidas, que impediría cazarlo en todo el país.
Las organizaciones ecologistas recuerdan que los ataques de lobo al ganado extensivo solo representa el 1% de los daños al ganado, frente a las bajas por el clima o la enfermedad. También recuerda que es una pieza fundamental para la salud de los ecosistemas.
“El lobo ocupa la cima de la pirámide ecológica y cuando es eliminado, las poblaciones de sus presas crecen sin límite y el ecosistema se desequilibra. Pero también ayudan a muchos otros animales que igualmente desempeñan un papel importante y que aprovechan las carroñas que el lobo deja en el campo”, como ciervos, corzos o jabalíes.
Detener la caza
Para que el lobo pueda regresar a Andalucía es necesario que se detenga la caza de “gestión” de la especie y que la población del norte llegue de “forma natural por la expansión”. Pero este proceso se puede acelerar con otras herramientas como “sueltas experimentales o reintroducciones”.
Para poder llevar a cabo estas técnicas de reintroducción, como ha ocurrido con el caso de éxito del lince ibérico -que ha logrado salir de su situación de peligro crítico de extinción-, son necesarias las labores de divulgación y concienciación, como la que impulsó la Junta de Andalucía con el Life Lobo, que contó con un presupuesto de 1,5 millones y concluyó en junio de 2020.
“Las técnicas de reintroducción son herramientas complejas que requieren aunar criterios biológicos con el necesario consenso social. En todos los casos, es imprescindible contar con el preceptivo plan de recuperación de la especie”, concluye el experto.
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