El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Bioinoculantes microbianos: una herramienta prometedora para alcanzar la sostenibilidad agrícola

Estrategias de la Unión Europea como el Pacto Verde Europeo o ‘Farm to Fork’ (De la Granja a la Mesa) pretenden impulsar una transición hacia una agricultura más sostenible. Entre sus objetivos para 2030 se encuentra la reducción en el uso de agroquímicos, tanto fertilizantes como pesticidas, en un 20% y en un 50% respectivamente. Sin embargo, este proceso supone una enorme presión para los agricultores, que aún no cuentan con alternativas viables y seguras para su reemplazo. En este contexto, los bioinoculantes microbianos, respaldados por centenares de estudios que avalan su efectividad en condiciones controladas de laboratorio, se señalan como una opción prometedora para alcanzar dichas metas. Esto es debido a su capacidad para mejorar el crecimiento de las plantas, aumentar la productividad de los cultivos y reforzar su resistencia frente a plagas y enfermedades.
Estos bioinoculantes se componen de microorganismos beneficiosos que se encuentran presentes de manera natural en el suelo. Por ejemplo, las rizobacterias y hongos promotores del crecimiento, los hongos micorrícicos arbusculares y los hongos entomopatógenos. A pesar de que éstos destacan por su versatilidad, su efectividad depende de los factores ambientales y las prácticas agrícolas, lo que complica su competencia contra los agroquímicos tradicionales. La evaluación del verdadero potencial biotecnológico de estos microorganismos requiere, por tanto, que sean puestos a prueba en condiciones reales de producción.
Una reciente colaboración internacional que involucró a 10 instituciones de 6 países europeos, entre ellas la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), y que fue llevada a cabo en la Estación Experimental de CAJAMAR, aporta nuevas evidencias sobre la utilidad de ciertos bioinoculantes fúngicos para la mejora de los cultivos. El estudio demostró que algunas especies de hongos micorrícicos arbusculares, así como del género Trichoderma, pueden ayudar a reducir el estrés biótico sufrido por las plantas de tomate en producción de invernadero. Esta mayor resistencia vegetal contribuyó a la mejora del rendimiento del cultivo a lo largo de toda la campaña.
Manejo integrado de los cultivos
Los hongos testados fueron en general efectivos protegiendo al cultivo frente a la polilla minadora del tomate, Tuta absoluta. Esta plaga representa una de las mayores amenazas a la producción de tomate a escala global, llegando a causar pérdidas del 80-100% de los cultivos en ausencia de medidas de control apropiadas. Sin embargo, la mayoría de los inóculos fúngicos empleados en este estudio redujeron la proporción de plantas atacadas a menos de la mitad en comparación con las plantas control (sin microorganismos beneficiosos).
Cabe mencionar que las inoculaciones microbianas formaban parte de un programa de manejo integrado de plagas que incluía también el uso de trampas de confusión sexual y a la liberación de enemigos naturales (Nesidiocoris tenuis). De esta forma se mostró que no existía incompatibilidad entre estas estrategias, cosa que a veces no ocurre al emplear pesticidas químicos. Por ejemplo, pueden causar la muerte de enemigos naturales de los insectos plaga debido a un modo de actuación no selectivo sobre las poblaciones de artrópodos.
No obstante, a pesar de su efectividad, es relevante destacar que el uso de microorganismos beneficiosos para los cultivos no pretende presentarse como la solución única y definitiva para alcanzar la sostenibilidad agrícola. En su lugar, éstos representan una herramienta más a ser incluida en la “caja de herramientas” para el manejo integrado de los cultivos. En otras palabras, se señala como una opción prometedora para transformar la agricultura hacia un modelo más “verde”. Su integración en un enfoque de manejo agrícola integrado puede ofrecer grandes beneficios, desde el control de plagas como la temida Tuta absoluta, hasta el fortalecimiento general de las plantas frente a diversas amenazas. La investigación continúa avanzando, y cada vez hay más evidencia de que estos microorganismos son una herramienta clave para reducir la dependencia de los agroquímicos y garantizar cultivos más saludables y productivos en un futuro cercano.
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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
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