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El 'cangrejo falangista' y otros nombres del mar

Alberto Arias y Mercedes de la Torre

Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN/CSIC) —

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La ictionimia, del griego ichthys ‘pez’ y del latín nomen ‘nombre’, es la disciplina lingüística que se ocupa del estudio de los nombres de los peces. Si nos remontamos a Plinio (s. I), en su Historia Natural podemos ver uno de los repertorios más antiguos y completos de ictiónimos, no solo de peces, sino también de invertebrados marinos.

En España, durante la Edad Media hay un puñado de obras de diversa índole (libros de cocina, ordenanzas municipales, diccionarios…) que recogen un cada vez mayor número de nombres, pero, centrándonos en Andalucía, el primer documento del que puede extraerse un buen listado de peces es el poema La Charidad Guzmana, escrito en 1612 por fray Pedro Beltrán para ensalzar las riquezas de Sanlúcar de Barrameda ante el duque de Medina Sidonia. A mediados del siglo XVIII, en 1753, Pehr Löfling, un joven y destacado botánico sueco, discípulo de Carlos Linneo, durante se estancia en El Puerto de Santa María para embarcarse hacia Venezuela, se interesa por los nombres de los peces que observa y por su ordenación taxonómica. El manuscrito de Löfling, que iba a llamarse Catálogo de los pescados gaditanos -no llegó a publicarse por la temprana muerte de su autor (De la Torre y Arias, 2012)-, constituye la primera referencia ictiológica no solo de Andalucía sino de España.

En los más de dos siglos y medio transcurridos desde entonces, numerosas recopilaciones de ictiónimos se han realizado por toda Andalucía a cargo de naturalistas y científicos. No es hasta la segunda mitad del siglo XX cuando irrumpen los lingüistas en el campo de la ictionimia. Manuel Alvar, insigne dialectólogo español, con su Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (1964) crea una referencia ineludible en el estudio de la ictionimia andaluza. En los años 90 son de destacar las importantes aportaciones ictionímicas de Antonio Martínez en la costa granadina. Ya más recientemente, la lingüista Mercedes de la Torre aplica la metodología diseñada por Alvar al estudio de los ictiónimos en El Puerto de Santa María, y produce su Ictionimia portuense (2004). Si, en palabras de Alvar, “hasta ahora han sido los ictiólogos los que han recogido el vocabulario vulgar de su especialidad y los lingüistas han ido a remolque”, poco después, en 2006, se produce un hecho trascendente para la ictionimia andaluza, por el que lingüistas e ictiólogos van de la mano en un esfuerzo conjunto por abordar con mayor amplitud y rigor científico el estudio de las denominaciones populares de las especies marinas desde la perspectiva actual y viva de los hablantes costeros de Andalucía.

Así, mediante dos proyectos de investigación desarrollados durante siete años (2006 a 2013), financiados por el Plan Nacional de I+D+i y Fondos FEDER, se recopilan y estudian las denominaciones de 357 especies marinas, en 35 puertos pesqueros andaluces, a partir de encuestas directas a 216 pescadores profesionales (informantes). Se obtiene con ello un corpus léxico de más de 3.600 voces, de las que algo más de 500 son neologismos para Andalucía. Todo este amplísimo bagaje de información se recopila y analiza en www.ictioterm.es, sitio web creado en 2010 para proporcionar los resultados de esta investigación a la comunidad científica y al público interesado. El contacto directo y frecuente de los investigadores con los informantes para la realización de estos proyectos, proporcionó una abundante, rica, ingeniosa y, con frecuencia, divertida fraseología, con la que ellos comentaban sus respuestas durante las encuestas. Además de aportar riqueza lingüística y espontaneidad y de permitirnos conocer la percepción que tienen de las especies a cuya captura dedican sus vidas, estos comentarios, o etnotextos, nos ayudan a comprender el origen de muchos de los ictiónimos recopilados. Como ejemplos significativos de la inagotable y sorprendente imaginación marinera, incluimos las siguientes denominaciones (y continuará en una segunda entrega):

carabinero y chorizo: dos nombres de origen metafórico para designar a Plesiopenaeus edwardsianus, entre otras especies de crustáceos decápodos similares. El primero alude al largo y afilado rostro de la especie, a modo de una carabina, arma de fuego parecida a un fusil, que portaban los soldados llamados carabineros. El segundo hace referencia al intenso color rojo uniforme del tegumento, similar al de la chacina homónima. Los pescadores aplican indistintamente ambos nombres a la especie. Por eso en Barbate (Cádiz) afirman con fina ironía que “todos los carabineros son chorizos”.

pargo cornudo, pargo bolludo, pargo trompudo, pargo morro, pargo testuz, napoleón: denominaciones de Dentex gibbosus, un espárido muy cotizado, cuyos machos adultos, sobre todo los ejemplares más viejos, desarrollan un espectacular bulto frontal carnoso que algunos informantes interpretan como un cuerno. De ahí que en Málaga digan que “le pasa igual que a las personas: los cuernos les salen de mayores”. El término napoleón alude, obviamente, al famoso sombrero bicórneo del emperador francés Napoleón Bonaparte.

cangrejo falangista: ictiónimo exclusivo de informantes onubenses para designar a Liocarcinus depurator, un pequeño cangrejo sin interés comercial. Está motivado, como recogimos en Mazagón, en que este es “el cangrejo que más daño hace en la red, por eso le pusieron falangista, porque es muy malo”, y también “porque pega más bocados que un falangista” (El Rompido), en relación con los dolorosos mordiscos que propina el animal con sus fuertes pinzas, pese a su diminuto tamaño.

La ictionimia, del griego ichthys ‘pez’ y del latín nomen ‘nombre’, es la disciplina lingüística que se ocupa del estudio de los nombres de los peces. Si nos remontamos a Plinio (s. I), en su Historia Natural podemos ver uno de los repertorios más antiguos y completos de ictiónimos, no solo de peces, sino también de invertebrados marinos.

En España, durante la Edad Media hay un puñado de obras de diversa índole (libros de cocina, ordenanzas municipales, diccionarios…) que recogen un cada vez mayor número de nombres, pero, centrándonos en Andalucía, el primer documento del que puede extraerse un buen listado de peces es el poema La Charidad Guzmana, escrito en 1612 por fray Pedro Beltrán para ensalzar las riquezas de Sanlúcar de Barrameda ante el duque de Medina Sidonia. A mediados del siglo XVIII, en 1753, Pehr Löfling, un joven y destacado botánico sueco, discípulo de Carlos Linneo, durante se estancia en El Puerto de Santa María para embarcarse hacia Venezuela, se interesa por los nombres de los peces que observa y por su ordenación taxonómica. El manuscrito de Löfling, que iba a llamarse Catálogo de los pescados gaditanos -no llegó a publicarse por la temprana muerte de su autor (De la Torre y Arias, 2012)-, constituye la primera referencia ictiológica no solo de Andalucía sino de España.