Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Por qué consumimos más dulces cuando estamos estresados? Nuestro cerebro es egoísta

Con cierta frecuencia, el Washington Post publica una encuesta sobre las fobias psicológicas de los estadounidenses. Invariablemente, hablar en público está en los primeros puestos, por encima del miedo a volar, las agujas, ahogarse en el agua o… los zombies. Por tanto, parece evidente, que hablar en público es una de las actividades más estresantes que podemos realizar. De hecho, algunos sienten verdadero pánico a someterse al escrutinio de otras personas en una presentación oral, lo que les llega a afectar físicamente.

Por eso Achim Peters, un neurocientífico y diabetólogo de la Universidad de Lübeck (Alemania) emplea el estrés que supone realizar una presentación en público como método de estudio. Peters estudia el anhelo por el consumo de azúcar y los alimentos dulces en personas con estrés psicosocial y, para provocar ese grado de estrés, en sus experimentos fuerza a voluntarios a realizar discursos ante otras personas.

En uno de esos experimentos, pidió a 40 personas que ofrecieran un discurso de 10 minutos frente a extraños, a fin de producirles cierto grado de estrés psicosocial. Al final de la sesión, se midieron las concentraciones plasmáticas de cortisol y adrenalina como marcadores del estrés. Posteriormente, se ofreció a los participantes un buffet libre de comida. En otra sesión realizada en las mismas condiciones, y a modo de control, los sujetos no estaban obligados a dar un discurso, sino que podían acceder directamente al buffet. Cuando los individuos habían hablado en público antes, consumieron en promedio 34 gramos más de carbohidratos del buffet.

Según la teoría de Peters, en un ambiente estresante el cerebro exige activamente energía para cubrir sus mayores requerimientos. En esas circunstancias, el cerebro utilizaría un mecanismo denominado “supresión de la insulina cerebral” para limitar los flujos de glucosa en los tejidos periféricos (músculo y adiposo) y mejorar el suministro de glucosa cerebral. Más aún, cuando está estresado, el cerebro induciría a nuevos consumos de alimentos en lugar de solicitar energía de las reservas del cuerpo. Es decir, el cerebro exige la ingesta de nutrientes frescos, en vez de utilizar los metabolizados y almacenados como reserva en el hígado y tejido adiposo. Como puede verse, este marco conceptual afecta enormemente al origen de la obesidad.

Aunque nuestro cerebro representa solo el 2% de nuestro peso corporal, consume una gran parte de nuestros requerimientos diarios de carbohidratos, siendo la glucosa su combustible más importante. Cuando se dan situaciones de estrés, el cerebro requiere un 12% más de energía, lo que pone en marcha toda una red de regiones cerebrales, incluido el hipotálamo ventromedial y el hipotálamo lateral, que regulan el metabolismo, el comportamiento en la alimentación y las funciones digestivas. Pero hay otro centro en el hipotálamo, el núcleo arcuato, que bloquea la información del resto del cuerpo cuando registra que el cerebro carece de glucosa. Por eso, tantas veces recurrimos a la ingesta de carbohidratos tan pronto como el cerebro tiene una necesidad de energía, incluso si el resto del cuerpo está bien abastecido.

Peters afirma que el cerebro ocupa una posición jerárquica especial en el metabolismo energético humano. Si el equilibrio en las condiciones fisiológicas (nutrientes, temperatura, pH, etc.) está amenazado, el cerebro se comporta de manera “egoísta”, compitiendo por los recursos energéticos con los otros órganos y asignándose a sí mismo la mayor prioridad. Esta teoría del cerebro egoísta, representa un enfoque metodológico completamente nuevo, incluso un cambio de paradigma para la investigación de la obesidad y la diabetes.

Así pues, el estrés al que están sometidas las personas afecta al comportamiento de su cerebro y a su conducta alimentaria, lo que las induce a ingerir más carbohidratos, aumentando la probabilidad de que adquieran sobrepeso. Si la exposición al entorno estresante es crónica o si ocurrió durante la infancia, el problema se agrava. Según Peters, las personas que experimentan mucho estrés en la infancia tienen una mayor preferencia por los dulces en la edad adulta.

En numerosas ocasiones juzgamos demasiado a la ligera a las personas con sobrepeso por ingerir demasiados dulces o carbohidratos, y las acusamos de falta de voluntad y autocontrol. A la vista de éste y otros estudios, parece evidente que deberíamos ser más cautos y, antes de juzgar, tener en cuenta las condiciones de vida de esas personas.

Con cierta frecuencia, el Washington Post publica una encuesta sobre las fobias psicológicas de los estadounidenses. Invariablemente, hablar en público está en los primeros puestos, por encima del miedo a volar, las agujas, ahogarse en el agua o… los zombies. Por tanto, parece evidente, que hablar en público es una de las actividades más estresantes que podemos realizar. De hecho, algunos sienten verdadero pánico a someterse al escrutinio de otras personas en una presentación oral, lo que les llega a afectar físicamente.

Por eso Achim Peters, un neurocientífico y diabetólogo de la Universidad de Lübeck (Alemania) emplea el estrés que supone realizar una presentación en público como método de estudio. Peters estudia el anhelo por el consumo de azúcar y los alimentos dulces en personas con estrés psicosocial y, para provocar ese grado de estrés, en sus experimentos fuerza a voluntarios a realizar discursos ante otras personas.