El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Nuestros jóvenes en Europa
¿Quién no tiene un familiar o un amigo que esté trabajando o buscando empleo en algún país de la UE? Es algo habitual, como lo prueba el hecho de que haya casi un millón de jóvenes españoles fuera de nuestro país, muchos de ellos en países europeos.
Por lo general, cuando sale este tema en las conversaciones o tertulias radiofónicas, suele acompañarse del lamento por la pérdida que supone para España la salida de nuestros jóvenes mejor preparados. Se habla de fuga de talentos, de inversión desaprovechada, de la falta de oportunidades que se les ofrece en nuestro país. Al final se mezcla todo, y se acaba afirmando un plan de retorno para recuperar a todos los que se han ido en los años peores de la crisis económica.
Pero si analizamos las cosas con algo de sosiego el punto de mirada puede que sea diferente. Hagamos algunas reflexiones sobre este asunto.
a) Los jóvenes españoles que están hoy trabajando en países de la UE son por lo general jóvenes bien preparados y con formación superior. Tras superar las dificultades típicas del periodo de adaptación, han encontrado un puesto de trabajo en sectores de su formación o afines a ella. Sus decisiones las tomaron libremente, si bien impulsados por la necesidad ante la falta de oportunidades para desarrollar sus proyectos profesionales en nuestro país. Sin embargo, nadie los obligó a marcharse de España. Ha habido de hecho otros jóvenes que, valorando otras cosas, decidieron quedarse en nuestro país. Otros incluso han retornado después de hacer una valoración coste/beneficio de su experiencia.
b) En la experiencia de nuestros jóvenes en Europa hay, sin duda, historias duras, no exentas de fracasos, pero también hay historias de éxito en las que se ha demostrado el valor de la formación recibida y la capacidad de los jóvenes españoles para adaptarse a un mercado de trabajo tan competitivo como el europeo. Hoy muchos de nuestros jóvenes desarrollan sus carreras profesionales en áreas como la salud (medicina y enfermería), donde son muy valorados, en áreas técnico/científicas (telecomunicaciones, informática, ciencias ambientales) o en el sector financiero, trabajando en grandes multinacionales de la categoría de Amazon, Facebook, Google y Airbus, o en la banca internacional.
c) Esta diáspora de nuestros jóvenes por Europa es calificada desde algunos círculos de opinión como nueva ola migratoria, hasta el punto de que, en los programas electorales de los partidos políticos de cara a las elecciones del 28-A, se propongan planes de retorno para recuperarlos.
d) Cabe preguntarse, no obstante, si tiene sentido considerar emigrantes a los jóvenes que trabajan hoy en los países europeos comunitarios. Mi respuesta es no, ya que están trabajando en una UE de la que España y los españoles forman parte. Sería como considerar inmigrante a un joven de Nantes, Hamburgo o Larissa que trabaja en una ciudad española. La realidad de la Europa de hoy no es la del blanco y negro de los años 1960, cuando muchos españoles marcharon, entonces sí como emigrantes, a países de una recién creada CEE de la que España no había sido miembro fundacional.
e) La realidad actual es la de una UE de la que España es un estado miembro. Por tanto, es todo el territorio europeo el que se le abre a nuestros jóvenes como oportunidad de empleo y desarrollo personal. Los jóvenes españoles tienen hoy ante sí un horizonte mucho más amplio que el que representa España para desarrollar sus capacidades. Para aprovecharlo, se necesita tener una buena actitud y estar bien cualificado.
f) Es bueno recordar en este debate el significado del Programa Erasmus de movilidad de los estudiantes europeos. Este programa, premiado con el Premio Príncipe de Asturias 2004, ha permitido el intercambio de estudiantes entre los distintos países de la UE, y muchos de los jóvenes que están hoy fuera de España pasaron por la experiencia del programa Erasmus cuando fueron estudiantes universitarios, teniendo la oportunidad de ampliar sus relaciones más allá de sus reducidos círculos familiares y/o locales. La consecuencia lógica del Programa Erasmus es que los jóvenes europeos, una vez finalizados sus estudios universitarios, vean en la UE un horizonte de oportunidades donde desarrollar sus proyectos profesionales. Y los españoles no son una excepción.
Por eso, no se debe tratar como un problema la situación de los jóvenes españoles que están hoy en Europa desarrollando sus proyectos profesionales. En ese contexto no tiene sentido hablar de planes de retorno. Tendría más sentido ver a estos jóvenes como nuestro mejor capital relacional, como el mejor puente de conexión de España con el resto de Europa, y como vía por la que lleguen a nuestra tierra jóvenes de otros países de la UE buscando oportunidades para desarrollar sus carreras profesionales. Es así como se hace Europa, y bueno es recordarlo ahora que estamos ante un nuevo proceso electoral en la UE.
¿Quién no tiene un familiar o un amigo que esté trabajando o buscando empleo en algún país de la UE? Es algo habitual, como lo prueba el hecho de que haya casi un millón de jóvenes españoles fuera de nuestro país, muchos de ellos en países europeos.
Por lo general, cuando sale este tema en las conversaciones o tertulias radiofónicas, suele acompañarse del lamento por la pérdida que supone para España la salida de nuestros jóvenes mejor preparados. Se habla de fuga de talentos, de inversión desaprovechada, de la falta de oportunidades que se les ofrece en nuestro país. Al final se mezcla todo, y se acaba afirmando un plan de retorno para recuperar a todos los que se han ido en los años peores de la crisis económica.