El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
La nueva vieja ganadería acuática: ni un capricho ni un lujo sino una necesidad
Cuando hablamos de acuicultura lo primero que se nos viene a la mente son jaulas con peces en el mar, piscifactorías en ríos, peces de estero en marismas y salinas, y bateas de mejillones en las rías gallegas. También hay quien piensa que es un sistema de producción algo caprichoso que compite con la industria pesquera extractiva, que tiene un elevado impacto medioambiental, que utiliza recursos pesqueros como para alimentar peces y que ofrece productos de calidad mediocre, si bien la realidad es muy diferente.
La acuicultura representa mucho más que esta visión sesgada de una actividad que está llamada a paliar uno de los graves problemas de la sociedad en las próximas décadas. La población humana ha llegado este año a los 8 mil millones y en el 2050 se acercará a los 10 mil millones. Este escenario requerirá un incremento considerable de la demanda de alimento que es necesario prever cómo y dónde lo vamos a producir. El esfuerzo de investigación para producir más proteínas y de forma más eficiente se viene produciendo desde siempre en productos agrícolas y ganaderos, y desde los años setenta con la idea de la sostenibilidad de los procesos permanentemente en el horizonte. No obstante, este esfuerzo investigador es particularmente interesante en los productos de la acuicultura, un sector que ha tenido que ponerse al día en los últimos 100 años de un retraso de siglos con respecto a la ganadería tradicional.
En los mercados en todo el mundo
La cría y engorde de animales acuáticos es una actividad muy antigua que ya existía hace milenios de forma más o menos artesanal sobre todo en peces de agua dulce. Los procedimientos se han ido mejorando lenta pero progresivamente desde entonces, pero la acuicultura como actividad industrial con una base tecnológica sólida empezó a despegar en la segunda mitad del siglo pasado. Si miramos las estadísticas de la FAO (Estado mundial de la pesca y acuicultura 2022) vemos que el volumen de capturas de pesca mundial llegó en los años ochenta a su máximo quedándose estabilizado en unos 90 millones toneladas, mientras que los productos de acuicultura que aún eran irrelevantes en los años setenta empezaron a crecer por entonces.
Hoy en día representan la mitad de los productos de origen acuáticos que llegan los mercados en todo el mundo sin considerar las algas, y siguen creciendo. Peces, crustáceos, moluscos y algas en aguas continentales y marinas son los productos que la acuicultura mundial produce mayoritariamente. La mayoría se produce en Asia y son peces de agua dulce. Los productos marinos también representan un volumen muy importante, principalmente moluscos y crustáceos y en menor medida peces, pero son los que además aportan una proteína de más calidad en relación a la salud considerando su contenido en ácidos grasos.
Para comprender este auge de la producción acuícola hay que puntualizar algunos aspectos. En primer lugar, la ya comentada demanda creciente asociada al aumento de la población mundial, sobre todo desde el estancamiento de las pesquerías. Por otra parte, el hecho de que la producción de proteínas animales es mucho mas eficiente en el medio acuático que en el medio terrestre. A modo comparación, si tomamos como referencia el cultivo del salmón, la transformación de pienso en proteína para alimentación humana es de 3 a 8 veces más eficiente que en las especies clásicas de ganadería terrestre, y el gasto en agua requerida para producir un kilo de carne es de 3 a 10 veces menor. Igualmente, la huella de carbono del proceso total de cría, que es similar al de la producción de aves, puede llegar a ser hasta 10 veces menor que en otros segmentos de la ganadería. Otras especies de peces que están consolidadas en la producción industrial presentan valores de eficiencia similares.
También vemos en esas estadísticas de la FAO que comentamos anteriormente que las capturas para usos no alimentarios, básicamente para la fabricación de harinas y aceites de pescado, están estabilizadas desde mediados de los años setenta entre 20 y 30 millones de toneladas. Las harinas de pescado se utilizaban principalmente en los piensos para aves y cerdo, y ahora mayoritariamente para piensos de peces, aun así, el volumen anual de capturas es muy pequeño para justificar el incremento de la producción de peces de acuicultura. Entonces ¿de dónde sale el alimento suplementario?
Investigación en nutrición
Hay que considerar que la mayoría de los peces que se cultivan son herbívoros, o bien omnívoros con capacidad para alimentarse de una gran variedad de productos de origen vegetal o animal. Incluso aunque presenten preferencias carnívoras, la mayoría de las especies que se cultivan son omnívoras. Esta característica es la que permite utilizar otras fuentes de alimentos diferentes a las harinas de pescado en la elaboración de piensos, como harinas vegetales, y más recientemente subproductos de la industria agrícola y alimentaria que son así recuperados de lo que puede ser un desecho, minimizando un problema ambiental. Esto ha permitido reducir significativamente el contenido de harinas de pescado en la formulación de piensos para las especies más exigentes manteniendo sus características de crecimiento, así como la calidad nutricional y organolépticas del filete. Pero todo esto se ha conseguido mediante un gran esfuerzo de investigación en nutrición continuado durante décadas.
Los sistemas de producción acuícola son muy variados y dependen del entorno y las circunstancias de cada zona. Los sistemas muchas veces se han ido desarrollando como actividad paralela a la pesca de la que en ocasiones es difícil de separar. Estos cultivos o sistemas de engorde tradicionales en estanques, marismas e incluso bahías enteras, que se pueden encontrar en todos los continentes, en muchos casos han sido garantes de la conservación del entorno y la biodiversidad de estos lugares. No obstante, para poder satisfacer la demanda se han desarrollado otros sistemas de cultivo más productivos. Actualmente, la acuicultura es una industria con procedimientos muy tecnificados que permite altas producciones y con distintas soluciones tecnológicas para las diferentes especies que se cultivan. Es evidente que como toda actividad humana la acuicultura tiene un impacto en el medioambiental. Si hablamos de acuicultura en zonas costeras, hay que entender que comparte el territorio con otros usos que pueden ser mucho más contaminantes, como ciudades, puertos, tráfico marítimo, industrias, turismo playero, vertidos de los ríos que recorren más ciudades y zonas agrícolas y ganaderas.
En cualquier caso, la acuicultura engendra menos impacto que la ganadería terrestre, lo que no quita que se sigan buscando continuamente mejores soluciones para llegar a un impacto mínimo. Hay que considerar que los cultivos en mar abierto requieren aguas limpias y por lo tanto es necesario mantener la calidad de esas aguas, y de que los productores son conscientes de esto ya que va en su propio interés. Los sistemas de recirculación de agua en tanques de engorde y los cultivos multitróficos en tierra son soluciones actuales para minimizar el impacto de los vertidos y el consumo de agua, pero además se siguen mejorando continuamente estos sistemas y se desarrollan otros. Desde el inicio de lo que podríamos llamar la acuicultura moderna, los criterios de investigación en acuicultura siempre han tendido hacia el diseño de procedimientos sostenibles y el bienestar de los animales, particularmente en la Unión Europea. Estos criterios han permitido el desarrollo de una industria consecuente con la sostenibilidad ambiental. Además, hay que tener en cuenta los estrictos controles de calidad y salubridad a la que están sujetos los productos de acuicultura durante todo el proceso de cría y engorde hasta llegar al mercado.
Una actividad moldeable
La acuicultura es una actividad que está sujeta a una innovación permanente por parte del sector industrial, con un fuerte apoyo de investigación desde la academia y de la propia industria. Es una actividad moldeable que se adapta a las condiciones geográficas y la realidad social de cada región. De las 500 especies que se cultivan en el mundo, solo unas 50 consideradas básicas predominan la producción, pero hay más especies autóctonas en experimentación. La variedad de sistemas y productos es la característica que le da a la acuicultura su adaptabilidad a las regiones geográficas y versatilidad ante los cambios medioambientales. Puede pues surtir a los mercados de productos de alto valor económico, de productos que eran un lujo hace pocas décadas a precios normales, y también proteínas a bajo coste allí donde se necesita.
Es esta una industria que se ha levantado en pocas décadas desde cero y que ha tenido que encontrar su lugar en el territorio y entorno económico. Este ha sido y sigue siendo un camino no exento de fracasos y errores, así como de vías ciegas o con poco recorrido, pero que globalmente están dando un resultado muy positivo. Está contribuyendo a satisfacer la creciente demanda mundial de proteínas de calidad, así como el acceso a ella al crear empleo y elevar el nivel económico en determinadas regiones que han sufrido crisis en sus pesquerías. No son estos aspectos menores, una población mal nutrida y con bajas expectativas económicas indefectiblemente tendrá mayores problemas de salud y además tenderá a sobreexplotar los recursos con graves efectos en el entorno, lo que a su vez agravaría el problema.
Los gestores públicos y las administraciones entienden bien que la acuicultura es una necesidad para mantener los niveles actuales de alimentación de la población y una oportunidad para crear desarrollo y empleo. Quizás lo que aún falta es convencer a un sector de los consumidores de que los productos que ofrece la acuicultura en nuestro país son de primerísima calidad y que están contribuyendo a que se mantengan las pesquerías y la variedad que aún encontramos en nuestros mercados.
Cuando hablamos de acuicultura lo primero que se nos viene a la mente son jaulas con peces en el mar, piscifactorías en ríos, peces de estero en marismas y salinas, y bateas de mejillones en las rías gallegas. También hay quien piensa que es un sistema de producción algo caprichoso que compite con la industria pesquera extractiva, que tiene un elevado impacto medioambiental, que utiliza recursos pesqueros como para alimentar peces y que ofrece productos de calidad mediocre, si bien la realidad es muy diferente.
La acuicultura representa mucho más que esta visión sesgada de una actividad que está llamada a paliar uno de los graves problemas de la sociedad en las próximas décadas. La población humana ha llegado este año a los 8 mil millones y en el 2050 se acercará a los 10 mil millones. Este escenario requerirá un incremento considerable de la demanda de alimento que es necesario prever cómo y dónde lo vamos a producir. El esfuerzo de investigación para producir más proteínas y de forma más eficiente se viene produciendo desde siempre en productos agrícolas y ganaderos, y desde los años setenta con la idea de la sostenibilidad de los procesos permanentemente en el horizonte. No obstante, este esfuerzo investigador es particularmente interesante en los productos de la acuicultura, un sector que ha tenido que ponerse al día en los últimos 100 años de un retraso de siglos con respecto a la ganadería tradicional.