El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Olivar y malas hierbas: un manejo integrado
El olivo es un cultivo de gran importancia económica, social, cultural y medioambiental a nivel nacional, ocupando más de dos millones y medio de hectáreas en nuestro país. Dada su amplia distribución geográfica, las decisiones de manejo de suelo y control de malas hierbas se ven influenciadas por la ubicación, las condiciones meteorológicas, el suelo, la topografía y las preferencias de los agricultores, constituyendo su principal objetivo el promover una alta rentabilidad y una producción de calidad. En este sentido, el control de malas hierbas es fundamental para evitar que estas compitan con los olivos por agua y otros recursos minerales.
Los agricultores generalmente han controlado la flora arvense mediante laboreo y/o aplicación de herbicidas. Sin embargo, la combinación del clima de tipo mediterráneo, zonas con pendiente elevada y prácticas de gestión con escasa cubierta vegetal han provocado graves problemas de disponibilidad de agua y erosión del suelo, sin olvidar el creciente problema de resistencias a los herbicidas, la disminución de herbicidas disponibles en Europa y los efectos negativos de estos en la biodiversidad arvense, pudiendo ocasionar la pérdida de importantes funciones ecosistémicas como la provisión de alimento a los polinizadores o la reducción de refugio para la fauna útil que ayuda a prevenir plagas y enfermedades.
En este contexto, surge más que nunca la necesidad de compaginar la explotación de los recursos agrarios con la protección de los ecosistemas y la conservación del potencial productivo de los suelos agrícolas. Desde la Unión Europea, dentro del marco del programa Horizonte 2020, se ha puesto en valor el papel de las técnicas de manejo integrado de malas hierbas mediante el proyecto IWMPRAISE “Integrated Weed Management: PRActical Implementation and Solutions for Europe” (Manejo integrado de malas hierbas: implementación práctica y soluciones para Europa). Su objetivo principal es desarrollar, evaluar y validar estrategias de gestión integrada de malas hierbas más sostenibles, sin poner en riesgo la rentabilidad o la producción de alimentos, piensos o biocombustibles en los cultivos más representativos de Europa, siendo uno de ellos el olivar. Con una duración de cinco años (2017-2022) y la participación de 38 entidades pertenecientes a ocho países (Dinamarca, Países Bajos, Reino Unido, Francia, Suiza, Eslovenia, Italia y España), este trabajo está siendo desarrollado a nivel nacional por el Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba (IAS-CSIC) y el Instituto Navarro de Tecnologías e Infraestructuras Agroalimentarias (INTIASA).
Hasta el momento, se han establecido las estrategias de manejo integrado de malas hierbas en olivar que permiten a los agricultores utilizar enfoques alternativos de control de la flora arvense. El laboreo reducido y el no laboreo se utilizan comúnmente, combinando prácticas culturales, mecánicas, biológicas y químicas durante la estación de crecimiento al existir en la mayoría de los olivares dos zonas claramente diferenciadas: la zona bajo copa, donde es necesario facilitar las operaciones de recolección y poda y las calles, distinguiendo entre la zona de la línea del olivo y la calle principal. Ambas prácticas consiguen reducir el uso de herbicidas mediante el uso de cubiertas orgánicas en la superficie del suelo, que han demostrado su efecto supresor de malas hierbas al alcanzar un mínimo del 30% de la cobertura del suelo. Esta cobertura generalmente se logra estableciendo cubiertas vegetales espontáneas o sembradas, incorporando mantillo, dejando restos de poda después de la cosecha o todas en su conjunto, ayudando así no solo a reducir la dependencia del uso de herbicidas, sino también a proteger el suelo de la erosión, mejorar su estructura y fertilidad a largo plazo. Respecto al efecto que estas prácticas agronómicas pueden tener sobre la biodiversidad, resultados preliminares del estudio ponen de manifiesto que el sistema de manejo tiene un efecto en la comunidad de malas hierbas, ya que se ha observado una mayor diversidad y equidad de la flora arvense en calles con cubierta espontánea de bromo que con laboreo, sin afectar a la producción y calidad del aceite obtenido.
Aunque los efectos observados deben tomarse con cautela hasta que finalice el periodo de estudio, esta información es esencial para el correcto manejo integrado de malas hierbas si se desea alcanzar un sistema agrícola sostenible que no solo tiene en cuenta la eficacia del control, sino también el efecto de las prácticas en la población de malas hierbas, el cultivo y todo el ecosistema agrícola. Así, un mejor conocimiento de los factores que pueden influir en la emergencia y proliferación de especies permitirá mejorar la eficacia de los sistemas de control, reduciendo aún más el uso de herbicidas, moderando la intensidad del manejo y favoreciendo la implantación de cubiertas vegetales que mejoren la biodiversidad del ecosistema, manteniendo la flora beneficiosa en un umbral económico y manejable.
El olivo es un cultivo de gran importancia económica, social, cultural y medioambiental a nivel nacional, ocupando más de dos millones y medio de hectáreas en nuestro país. Dada su amplia distribución geográfica, las decisiones de manejo de suelo y control de malas hierbas se ven influenciadas por la ubicación, las condiciones meteorológicas, el suelo, la topografía y las preferencias de los agricultores, constituyendo su principal objetivo el promover una alta rentabilidad y una producción de calidad. En este sentido, el control de malas hierbas es fundamental para evitar que estas compitan con los olivos por agua y otros recursos minerales.
Los agricultores generalmente han controlado la flora arvense mediante laboreo y/o aplicación de herbicidas. Sin embargo, la combinación del clima de tipo mediterráneo, zonas con pendiente elevada y prácticas de gestión con escasa cubierta vegetal han provocado graves problemas de disponibilidad de agua y erosión del suelo, sin olvidar el creciente problema de resistencias a los herbicidas, la disminución de herbicidas disponibles en Europa y los efectos negativos de estos en la biodiversidad arvense, pudiendo ocasionar la pérdida de importantes funciones ecosistémicas como la provisión de alimento a los polinizadores o la reducción de refugio para la fauna útil que ayuda a prevenir plagas y enfermedades.