El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Los paisajes de desertificación de Andalucía
Hace 25 años, la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC (EEZA) desarrolló una metodología para detectar aquellos usos del suelo que, por la intensa dinámica socioeconómica que mostraban y la limitada renovación de los recursos naturales, impuesta por la aridez del territorio, eran candidatos a desencadenar procesos de desertificación. El proyecto SURMODES, liderado por Juan Puigdefábregas y Gabriel del Barrio, sentó las bases de los denominados «paisajes de desertificación», incluidos posteriormente en el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación de 2008.
Los paisajes se detectaron a escala provincial. El propósito de SURMODES no era precisar cartográficamente dónde podrían ocurrir tales procesos, sino señalar qué usos y bajo qué condiciones podrían degradar el territorio. Con este diagnóstico se facilitaba la implementación de soluciones, puesto que eran un intento por desentrañar los mecanismos que llevaban a rápidos cambios del uso del suelo que podían derivar en una sobreexplotación de los recursos naturales sobre los que se sustentaba.
Sin mapas
Los intentos por cartografiar la desertificación a nivel global o regional han resultado hasta la fecha infructuosos. En el tercer Atlas Mundial de Desertificación (AMD), publicado en 2018, el lector espera encontrar cifras detallas sobre la desertificación en el mundo, y un mapa que revele cual es la severidad del problema en las distintas zonas del planeta. Sin embargo, el AMD muestra diversos mapas relacionados con el problema, pero no hay ni rastro de un mapa de desertificación. De hecho, si leemos la primera página, veremos que es una ausencia prevista: «Aunque “desertificación” sigue figurando en el título, este atlas representa un cambio significativo con respecto a las dos primeras ediciones del Atlas Mundial de la Desertificación, ya que no se presentan mapas deterministas de la degradación mundial de la tierra.»
Andalucía es una comunidad autónoma propicia para la desertificación. Recordemos que este es un problema exclusivo de las zonas áridas, y aquí estas ocupan casi el 95% del territorio
En su defecto, el AMD propone la Convergencia de Evidencias (CE) como metodología con la que anticipar dónde puede ocurrir la desertificación. Los fundamentos de la CE se parecen mucho a SURMODES, lo que anula su planteamiento vanguardista pero ratifica el procedimiento. Se trata de reunir información relacionada con el problema que nos permita detectar tendencias sospechosas, considerando el contexto local y regional. A pesar de destacar la particularidad de cada caso de desertificación, el AMD ilustra cómo implementar la CE en diversas zonas del planeta, utilizando las misma variables biofísicas y socioeconómicas. Es un intento por mostrar cuál es el camino a seguir para señalar el problema, y no un procedimiento concluyente que aplicar a rajatabla.
25 años después, en el CSIC retomamos los pasos de SURMODES. Refrendados por la CE, nuestro propósito es actualizar los paisajes de desertificación en Andalucía. Para ello contamos con la financiación del proyecto SUMHAL. Nuestro objetivo es implementar una metodología que nos señale aquellos usos que pueden causar problemas, así como localizar los paisajes de desertificación que se han asentado. Para ello analizamos tendencias en la expansión e intensificación de los diferentes cultivos de la comunidad autónoma y reunimos información sobre el impacto en el territorio de estas actividades agrarias. La evolución de las superficies de cada cultivo, el precio de la tierra, la evolución del rendimiento, el estado de las masas de agua subterránea, la condición de la tierra (la productividad primaria en relación a la precipitación que recibe), los cambios en la aridez, el contenido de carbono orgánico del suelo y otras variables son examinadas con el fin de tener una idea lo más precisa posible de dónde ocurren o pueden ocurrir los procesos de desertificación.
Variaciones climáticas y actividades humanas
Andalucía es una comunidad autónoma propicia para la desertificación. Recordemos que este es un problema exclusivo de las zonas áridas, y aquí estas ocupan casi el 95% del territorio. Vale la pena, además, insistir en que la desertificación no es el avance del desierto. Cuando el Sahara escupe arena y las ventanas se llenan de polvo desértico, estamos ante un fenómeno atmosférico que no tiene nada que ver con la desertificación. Esta ocurre como consecuencia de las variaciones climáticas y las actividades humanas. Así que es la confluencia de, por ejemplo, sequías y sobreexplotación de aguas subterráneas, o lluvias torrenciales y una escasa gestión de la cubierta vegetal de las zonas de cultivos, u olas de calor en combinación con el abandono del campo y plantaciones forestales mal diseñadas, lo que desencadena episodios de degradación que arruinan la fertilidad natural del territorio.
Un suelo sano es un mundo en sí mismo, donde conviven miles de especies (de insectos, bacterias, hongos, etc.) que proporcionan multitud de servicios al ecosistema
Los paisajes del PAND son reconocibles en esta región. Por ejemplo, abundan los «Sistemas agronómicos de regadío sometidos a procesos de desertificación». La expansión de la agricultura de invernadero en Almería y Granada, el cultivo de frutos rojos en Huelva, o la implantación de cultivos tropicales en el ámbito mediterráneo, como es el caso de Granada y Málaga, han supuesto un uso de recursos hídricos que exceden por mucho las reservas hídricas de la zona, cuya tasa de reposición es lenta y va a menos debido al cambio climático. En consecuencia, este desarrollo agrario, que ha traído muy buenas noticias a la zona (empleo, crecimiento del PIB, etc.), tiene un reverso preocupante, como es el agotamiento de unas reservas de agua subterráneas. Éstas se antojan esenciales en un mundo que cada día registra un nuevo récord poco amable: el abril más seco de la historia, años más calurosos que los anteriores, embalses vacíos, etc. No en vano, la agricultura utiliza en Andalucía más del 80% de los recursos hídricos, y en algunos casos, como las cuencas mediterráneas andaluzas, alcanza el 90%. Esto y no e polvo del Sahara es desertificación, y conviene entender el problema para abordarlo de manera efectiva.
Centrados en la agricultura
Otro paisaje muy presente son los «Cultivos leñosos afectados por la erosión». Tras ocupar los mejores suelos, que son los fondos de valle y las vegas, muchos cultivos han ido ocupando tierras marginales, con mayores pendientes y menos nutrientes. Para ponerlos en producción y hacerlos rentables, se suele eliminar la cubierta vegetal y labrar el suelo, con el fin de que aumente el rendimiento. Al arrancarle la «piel» al suelo, si bien se elimina esa competencia hídrica por parte de las denominadas, desde el punto de vista humano, malas hierbas, también se le quita al terreno su principal protección frente a las lluvias torrenciales. Se dispara así la erosión, con la consiguiente pérdida de nutrientes, capacidad de almacenamiento de agua y, en definitiva, fertilidad. Ello hace que sea necesario sustituir con fertilizantes y más riego, todo lo perdido. Además de encarecer la actividad, estos sucedáneos no llegan a cubrir todo lo que se ha perdido. Un suelo no es un simple soporte físico aderezado con nitratos, fosfatos y potasio. Un suelo sano es un mundo en sí mismo, donde conviven miles de especies (de insectos, bacterias, hongos, etc.) que proporcionan multitud de servicios al ecosistema. Las (sobre)dosis de fertilizantes, además de que una buena proporción no se aprovecha por los cultivos, desequilibran ese complejo ecosistema que es el suelo, generando muchos efectos colaterales indeseables.
Dentro del WP6 del proyecto SUMHAL, en la EEZA estamos desarrollando una metodología que nos permita rastrear de manera sistemática todos estos casos y los que se avecinan. Nos centramos en la agricultura porque es la actividad que más espacio abarca y más recursos naturales utiliza. Además de poner en un mapa estos paisajes, es clave entender cómo se gestan, con el fin de revertir las dinámicas de desertificación antes de llegar a umbrales irreversibles. La producción a gran escala, el encarecimiento de la actividad, el endeudamiento de los agricultores y sus exiguos márgenes, la subida del precio de la energía, o la evidencia de un mundo más árido con menos recursos hídricos son factores implicados en estas dinámicas. Para que la agricultura siga siendo una fuente de riqueza es necesario hace un uso inteligente de los recursos.
Hace 25 años, la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC (EEZA) desarrolló una metodología para detectar aquellos usos del suelo que, por la intensa dinámica socioeconómica que mostraban y la limitada renovación de los recursos naturales, impuesta por la aridez del territorio, eran candidatos a desencadenar procesos de desertificación. El proyecto SURMODES, liderado por Juan Puigdefábregas y Gabriel del Barrio, sentó las bases de los denominados «paisajes de desertificación», incluidos posteriormente en el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación de 2008.
Los paisajes se detectaron a escala provincial. El propósito de SURMODES no era precisar cartográficamente dónde podrían ocurrir tales procesos, sino señalar qué usos y bajo qué condiciones podrían degradar el territorio. Con este diagnóstico se facilitaba la implementación de soluciones, puesto que eran un intento por desentrañar los mecanismos que llevaban a rápidos cambios del uso del suelo que podían derivar en una sobreexplotación de los recursos naturales sobre los que se sustentaba.