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El riego como recurso vital

Mi investigación se basa en la optimización del uso del agua en la agricultura. El agua es un bien de valor incalculable y por ese motivo, es de vital importancia desarrollar estrategias que permitan optimizar su uso. La agricultura es la gran consumidora de agua dulce en el mundo. En España, más de 75% del agua dulce se consume en agricultura, y a pesar de las críticas de algunos sectores, lo cierto es que la agricultura no malgasta el agua.

Los datos lo demuestran: la agricultura de regadío representa el 25% de la superficie agraria en España, y es responsable del 60% de la producción agraria a nivel nacional. No es vano decir, que nuestra seguridad alimentaria depende de que la agricultura disponga de los recursos hídricos necesarios para el correcto desarrollo de los cultivos. Pero la situación actual del recurso agua en España, y en particular en la cuenca del Guadalquivir, no parece favorecer esta premisa. La variabilidad en la precipitación, típica del clima mediterráneo, y la competencia con otros sectores de la sociedad (consumo urbano, industrial y medioambiental) hacen que la dotación de agua que se destina a la agricultura sea cada vez menor.

La proyección futura, especialmente en el contexto del cambio climático, es aún más pesimista. Esto supone un reto para el sector, que debe aumentar la productividad de agua (es decir, la cantidad de producto generado por unidad de agua aplicada) por encima de los estándares actuales. La expresión “more crop per drop” (más cultivo por gota) se acuñó para definir la demanda que la sociedad hace a la agricultura. Por lo tanto, hay que conseguir aumentar o mantener una producción agraria de calidad con un aporte cada vez menor de agua.

La sequía

Las plantaciones de cultivos leñosos o árboles frutales tienen la gran desventaja de permanecer en el campo durante muchos años. Ante una situación de sequía, el productor de cultivos anuales puede tomar decisiones sobre qué superficie sembrar, qué cultivo utilizar y cómo regarlo. Sin embargo, ese abanico de opciones no está disponible en las plantaciones de frutales, que permanecen en el campo y deben sobrevivir a las situaciones de escasez de agua.

Entre las distintas estrategias que el productor de cultivos leñosos puede utilizar, encontramos el Riego Deficitario Controlado (RDC). Consiste en determinar qué fases del cultivo son más sensibles y más resistentes a la falta de agua (estrés hídrico). Una vez identificadas estas fases, podemos gestionar el riego para asegurar el suministro de agua en las fases más sensibles, y disminuirlo durante los períodos menos sensibles. De esta forma, se mantiene la producción y disminuye el aporte de agua, lo que nos permite incrementar la productividad del agua aplicada. Mi investigación se centra en estudiar la fisiología de los cultivos y su respuesta ante el estrés hídrico, sentando las bases para poder establecer criterios de uso racional del RDC.

Un problema añadido a la optimización del uso del agua en la agricultura es la variabilidad que encontramos naturalmente en los campos. Esta variabilidad está fundamentalmente asociada a la heterogeneidad del suelo, aunque una distribución no uniforme del agua por el sistema de riego también puede aumentar esta variabilidad. La heterogeneidad produce que haya áreas de la superficie que reciben más agua de la necesaria y otras que permanecen en déficit. Este efecto es aún más limitante cuando se utilizan estrategias de riego deficitario. En estos casos, se reduce la aplicación de agua durante determinadas fases, lo que puede provocar el desarrollo de un estrés hídrico excesivo en algunas zonas de la parcela.

Imágenes térmicas para la gestión del riego

La consecuencia puede ser una pérdida importante de la producción. Conocer la variabilidad dentro de las parcelas y utilizar esa información como herramienta en la toma de decisiones del riego permite, a su vez, utilizar el agua de forma más eficiente. En la actualidad, desarrollo una línea de investigación que se centra en el uso de indicadores derivados de imágenes aéreas para conocer el estado hídrico de los cultivos de forma espacial, sobre toda la superficie. Estas imágenes están tomadas con distintos tipos de cámaras (térmicas, multiespectrales, hiperespectrales, RGB, etc) y nos aportan información sobre el estado de los cultivos.

Mi trabajo se centra principalmente en desarrollar indicadores y metodologías que permitan utilizar imágenes térmicas para la gestión del riego. Estas cámaras se instalan a bordo de aviones (avionetas o drones), que sobrevuelan toda la zona adquiriendo imágenes. Combinar la información adquirida sobre la fisiología de los cultivos con estas imágenes de alta resolución, permite avanzar en el conocimiento y desarrollar soluciones tecnológicas para la gestión eficiente del agua de riego a escala de parcela.

Para más información sobre mi línea de investigación, pueden visitar la página https://www.researchgate.net/profile/Victoria_Gonzalez-dugo

Mi investigación se basa en la optimización del uso del agua en la agricultura. El agua es un bien de valor incalculable y por ese motivo, es de vital importancia desarrollar estrategias que permitan optimizar su uso. La agricultura es la gran consumidora de agua dulce en el mundo. En España, más de 75% del agua dulce se consume en agricultura, y a pesar de las críticas de algunos sectores, lo cierto es que la agricultura no malgasta el agua.

Los datos lo demuestran: la agricultura de regadío representa el 25% de la superficie agraria en España, y es responsable del 60% de la producción agraria a nivel nacional. No es vano decir, que nuestra seguridad alimentaria depende de que la agricultura disponga de los recursos hídricos necesarios para el correcto desarrollo de los cultivos. Pero la situación actual del recurso agua en España, y en particular en la cuenca del Guadalquivir, no parece favorecer esta premisa. La variabilidad en la precipitación, típica del clima mediterráneo, y la competencia con otros sectores de la sociedad (consumo urbano, industrial y medioambiental) hacen que la dotación de agua que se destina a la agricultura sea cada vez menor.