El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Sequía y muerte en Nerja
Nuestras investigaciones nos llevaron esta semana a muestrear en las estribaciones sureñas del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara, en la provincia de Málaga. Se trata de una zona característica de bosques de pino carrasco (Pinus halepensis Mill.) mezclado con enebros, coscojas, espinos negros y lentiscos. La mañana transcurrió apaciblemente en la Costa del Sol mientras nos dedicábamos a buscar hojas de distintas especies vegetales. Sin embargo, entre muestra y muestra, no tardamos en advertir una gran cantidad de parches de bosque coloreados en tonos marrones: eran pinos muertos.
Muy probablemente estos árboles estaban muriendo debido a la actual sequía. En algunas zonas, y a ojo de buen cubero, hasta la mitad de los pinos se habían secado. Aunque estas circunstancias son excepcionales, la muerte de árboles individuales no es algo extraño. De hecho, los bosques sufren continuamente la muerte de individuos. Éstos dejan sitio para que nuevos árboles se establezcan, confiriendo una cierta dinámica de reemplazamiento al bosque. El problema es que este proceso ocurre a una escala temporal que hace difícil para los seres humanos poder apreciarlo: los árboles pueden vivir cientos de años.
En nuestro grupo de investigación intentamos arrojar cierta luz sobre cómo los bosques se van regenerando, es decir, cómo unos árboles son reemplazados por otros en el tiempo. Esto lo llevamos a cabo estudiando qué factores determinan el establecimiento de árboles jóvenes, o como les llamamos en nuestro argot: reclutas. En este contexto, un recluta es una planta joven que ha sobrevivido a los primeros años de vida, que es cuando más posibilidades tienen de morir. Una vez que se han establecido, a menudo debajo de árboles más grandes, los reclutas sólo tienen que esperar a que se abra un hueco en el dosel arbóreo, aprovechar la luz, y crecer hasta ocupar su lugar en el bosque. También hay veces, las más, en que los árboles que cubren a los reclutas no mueren en un tiempo demasiado largo y las plantas jóvenes terminan por decaer por falta de luz o por la competencia por agua y nutrientes, muriendo finalmente sin conseguir reemplazar a un árbol adulto.
Un dato importante en este contexto es que en los bosques hay distintas especies de árboles y arbustos, y no todas se reclutan igual de bien en todas las condiciones. Hay ciertas preferencias entre las especies de adultos y reclutas. Las plantas son capaces de modificar su entorno, por ejemplo, dando más o menos sombra, beneficiando la proliferación de distintos microorganismos beneficiosos o sirviendo como reservorio de enfermedades que pueden atacar a la misma o a otras especies vegetales. El cómo una especie modifique su entorno será clave para explicar esas preferencias. En función de las condiciones que cada especie de recluta necesita y de las modificaciones que las especies de los adultos confieren al ambiente, podemos establecer qué especies será más probable que se recluten bajo los árboles del bosque actual.
La pregunta clave que nos hacemos ante este escenario es si las especies que hay en zonas más altas, y la modificación del medio que hacen, van a facilitar o entorpecer el establecimiento de las especies que vienen migrando de más abajo
En el contexto de esa mortalidad tan alta que se observa en las cercanías de Nerja, esta información nos puede ayudar a predecir qué especies se establecerán en los “huecos” que dejan los pinos perdidos. Sin embargo, no sólo la modificación del medio por parte de las especies presentes va a actuar en este proceso. Aunque los pinos beneficien mucho más al establecimiento de especies diferentes a ellos, su mayor abundancia y producción de semillas hará que la mayor parte de nuevos reclutas, y finalmente árboles adultos, sigan siendo pinos. Sin embargo, a tiempos mucho más largos, y sobre todo si eventos parecidos al de este año se van sucediendo (cosa que, desgraciadamente, parece probable), la estructura del bosque podría ir cambiando.
Este es el escenario que manejamos en el proyecto COEXCLIM, el cual busca obtener información sobre los efectos del cambio climático en la composición de nuestros bosques. El cambio climático conlleva un aumento de las temperaturas que hace que las especies de plantas migren en altitud buscando zonas más frescas acordes con sus requerimientos. Su establecimiento como reclutas en esos nuevos ambientes, en muchos casos ocupados por especies de plantas diferentes a las de la comunidad de la que ellas vienen, se ve sujeto a los mismos procesos que hemos explicado para el pinar de Nerja. La pregunta clave que nos hacemos ante este escenario es si las especies que hay en zonas más altas, y la modificación del medio que hacen, van a facilitar o entorpecer el establecimiento de las especies que vienen migrando de más abajo. Responder a esta cuestión es clave para evaluar la capacidad de nuestras comunidades vegetales para responder al desafío climático al que nos enfrentamos.
El proyecto titulado El papel de la microbiota de las plantas como mediadora del impacto del cambio climático en la coexistencia de especies (COEXCLIM) se encuentra financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España, a través del Subprograma Estatal de Generación de Conocimiento 2022 [PID2022-140086NB-C21 y PID2022-140086NB-C22].
Nuestras investigaciones nos llevaron esta semana a muestrear en las estribaciones sureñas del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara, en la provincia de Málaga. Se trata de una zona característica de bosques de pino carrasco (Pinus halepensis Mill.) mezclado con enebros, coscojas, espinos negros y lentiscos. La mañana transcurrió apaciblemente en la Costa del Sol mientras nos dedicábamos a buscar hojas de distintas especies vegetales. Sin embargo, entre muestra y muestra, no tardamos en advertir una gran cantidad de parches de bosque coloreados en tonos marrones: eran pinos muertos.
Muy probablemente estos árboles estaban muriendo debido a la actual sequía. En algunas zonas, y a ojo de buen cubero, hasta la mitad de los pinos se habían secado. Aunque estas circunstancias son excepcionales, la muerte de árboles individuales no es algo extraño. De hecho, los bosques sufren continuamente la muerte de individuos. Éstos dejan sitio para que nuevos árboles se establezcan, confiriendo una cierta dinámica de reemplazamiento al bosque. El problema es que este proceso ocurre a una escala temporal que hace difícil para los seres humanos poder apreciarlo: los árboles pueden vivir cientos de años.