El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Vida más allá de la Tierra: ¿Estamos solos en el universo?
Pocos temas suscitan tanta expectación y tantas ganas de conjeturar como es el origen de la vida. Esta intriga por la vida toca tangencialmente la propia arquitectura del universo en cuanto se refiere a nuestra posición y situación dentro del mismísimo cosmos.
La definición de vida normalmente ha estado expuesta a continuo debate. Desde pequeños nos enseñan que los seres vivos son aquellos que nacen, crecen se relacionan, se reproducen y mueren. No es una definición incorrecta, pero quizás una bastante simplista y que deja a la luz ciertos puntos controvertidos. Naturalmente, una característica inherente a la vida es que esta exista, para ello ha de “nacer” o ser creada en algún momento. Todo ser vivo se caracteriza por la homeostasis, mantener un equilibrio con el medio interior y exterior, ya sea para regular la temperatura mediante el sudor cuando tenemos calor o bien liberando insulina en nuestra sangre cuando ingerimos comida, para regular la cantidad de glucosa disponible.
Otro punto muy interesante es que todos los seres vivos estamos organizados, ordenados desde la escala molecular hasta lo visual. Salvando los organismos unicelulares, el resto estamos organizados en un conjunto de células que se van uniendo para formar tejidos y estos tejer estructura a estructura, un organismo como somos los seres humanos.
Respecto a la nutrición, en términos bioquímicos, esto se refiere a un metabolismo: un conjunto de reacciones químicas que ocurren dentro de los seres vivos con el fin de conseguir energía para destinarla a nuestro correcto funcionamiento. El crecimiento, entendido en términos en los que estamos hablando, podría tratarse de una combinación de metabolismo y organización. Obviamente, los seres vivos, todos ellos se relacionan con el medio, principalmente para intercambiar moléculas necesarias para el desarrollo de la vida.
¿Cuál es el límite de la vida?
Aun estableciendo criterios para determinar qué es la vida, es verdad que existen casos que parecen estar en un limbo que suscita más preguntas que respuestas. Este es el ejemplo típico de los virus, los cuales a veces se consideran vivos y a veces no. La principal pregunta que nace de este caso es: ¿cuál es el límite de la vida? Tal y como dijo Carlos Briones en una entrevista, podríamos pensar que, si la química cuando es suficientemente compleja, cuando las moléculas simples van combinándose hasta conseguir estructuras que den lugar a la vida, entonces existe un cierto determinismo en la naturaleza. En ese escenario, el cosmos debería estar plagado de vida puesto que, en un hipotético universo infinito, la probabilidad de que se hubiesen repetido las condiciones necesarias para que se generase la vida sería grande.
Sin embargo, si la química no precede a la biología, en ese caso podemos ser productos de mero azar y podría existir la posibilidad de que fuésemos excepcionales y únicos en cuanto a vida se refiere.
En el universo, el elemento más abundante es el hidrógeno y el segundo más abundante es el helio, representando entre estos dos aproximadamente un 98% del universo que conocemos y el resto de los elementos de la tabla periódica componen un 2% del total. Dentro de esta pequeña parte encontramos un elemento de grandiosa importante en nuestra vida, en la única forma de vida que conocemos hasta el momento, y es el carbono. Este elemento es la base de nuestra vida, es el esqueleto de nuestro ADN, los andamios de nuestras células y el sustento de nuestro organismo. Si bien el carbono es esencial para los seres vivos, no se puede obviar la importancia del agua, el medio en el que “nacimos” como seres vivos y que aportó las condiciones necesarias para el desarrollo de los primeros seres vivos. Siendo esta molécula algo simple, sin embargo, es el medio en el que se llevan a cabo todas las reacciones químicas de nuestro cuerpo, no en vano ha sido relacionada a veces el agua con un símbolo de vida.
Otras formas de vida
Probablemente fue en un medio acuoso donde apareció nuestro Adán, la primera forma de vida en la Tierra. Esto es porque todos los linajes de seres vivos que existen sobre la Tierra, aquellos extintos y aquellos que, posiblemente, se generen, todos ellos provienen de una única forma de vida. A este primer ser vivo se le denomina LUCA, del inglés Last Universal Common Ancestor, o traducido como último antepasado común universal. Existe el debate de si LUCA fue una célula muy primitiva o si fue una molécula con capacidad autorreplicativa como ADN, ARN o una proteína simple. Fuera lo que fuese, a partir de esta forma de vida primitiva se diferenciaron muchos y variados tipos de seres vivos en nuestro planeta.
Quizás por eso el enfoque para encontrar vida fuera de nuestro planeta no sea encontrar alienígenas, seres con una organización extraordinaria parecida a la nuestra, sino seres vivos como bacterias extremófilas, las cuales han demostrado vivir en condiciones inhóspitas dentro de nuestro propio planeta. Con esta idea en mente, pueden señalarse ciertos lugares en nuestro propio Sistema Solar en el que podemos encontrar estos tipos de formas de vida o indicios de que esta haya existido. Así por ejemplo en Marte, en Europa (satélite de Júpiter) y Encélado (satélite de Saturno) hay evidencia de existir agua, en forma de hielo, pero quizás esas bajas temperaturas sean las propicias para encontrar formas de vida capaces de hacer frente a tales adversidades desde nuestro punto de vista.
Paradoja extraterrestre
El hecho de poder encontrar civilizaciones como la nuestra, capaces de ser detectadas, ha sido ampliamente discutido. El astrónomo Frank Drake formuló la ecuación que lleva su nombre: la ecuación de Drake, que, mediante una serie de parámetros estimados, puede calcular el número de civilizaciones capaces de enviar señales de radio dentro de nuestro Sistema Solar. El planteamiento de esta ecuación es interesante, pero es tan sumamente complicado estimar con certeza muchas de sus variables que no hay consenso: las resoluciones a la ecuación pueden ser desde 1 única civilización hasta 10 millones. También hay que tener en consideración la paradoja propuesta por Enrico Fermi, el cual decía en última instancia que es paradójico el que haya tantas estimaciones de posibles civilizaciones extraterrestres, pero no haya resultados al respecto. Una de las resoluciones a esta paradoja es que las civilizaciones, cuando son suficientemente avanzadas, acaban por destruirse a sí mismas, pero también habría que notar que esta fue la resolución de una persona que trabajó en el Proyecto Manhattan, con todo lo que ello conlleva…
Bien es verdad que existe dicha paradoja y que, hablando en la escala de la edad del universo, la vida en la Tierra supone un nanosegundo o menos. Siguiendo con el planteamiento temporal, estamos buscando que dos eventos de ínfima duración y, además, que estos coincidan en el tiempo. Podría darse el caso, pero también podría ser que estuviésemos separados por el insondable universo y que nunca pudiésemos saber de esa forma de vida alternativa o parecida a la nuestra.
Nada nos dice que estemos solos en el universo ni que nunca podamos encontrar otras civilizaciones en un “universo” de posibilidades. Quizás en los confines del cosmos, otra persona esté escribiendo unas palabras parecidas a estas, deseosa de encontrar una evidencia de nuestra existencia, quizás incluso como un amor imposible…
Pocos temas suscitan tanta expectación y tantas ganas de conjeturar como es el origen de la vida. Esta intriga por la vida toca tangencialmente la propia arquitectura del universo en cuanto se refiere a nuestra posición y situación dentro del mismísimo cosmos.
La definición de vida normalmente ha estado expuesta a continuo debate. Desde pequeños nos enseñan que los seres vivos son aquellos que nacen, crecen se relacionan, se reproducen y mueren. No es una definición incorrecta, pero quizás una bastante simplista y que deja a la luz ciertos puntos controvertidos. Naturalmente, una característica inherente a la vida es que esta exista, para ello ha de “nacer” o ser creada en algún momento. Todo ser vivo se caracteriza por la homeostasis, mantener un equilibrio con el medio interior y exterior, ya sea para regular la temperatura mediante el sudor cuando tenemos calor o bien liberando insulina en nuestra sangre cuando ingerimos comida, para regular la cantidad de glucosa disponible.