“¿Y tú has estudiado periodismo? Ojú, lo siento”. Eso le dijo Joaquín Arbide a Roberto Bernal el día que se conocieron en los estudios de Onda Sevilla Radio. Era, claro, una de las conocidas ironías de Arbide, pues Bernal, como técnico del espacio Sevilla en tus manos, tendría oportunidad de descubrir la pasión por el periodismo que desplegaba el viejo maestro. “Era una hora a la semana en un falso directo donde aprendí más que en cinco años de facultad”; recuerda Bernal en su cuenta de Twitter. “Joaquín era la radio de otros tiempos, la dicción, el manejo de los tiempos, trucos de antaño y tantas cosas”.
Arbide falleció la noche del viernes en Sevilla, la ciudad donde vivía y sobre la que escribió incansablemente. Solía decir que debía haber nacido en Cádiz, donde tenía sus raíces familiares, pero las dificultades de la posguerra llevaron a su madre a alumbrarlo en la localidad pacense de Bienvenida, “cuna de toreros”, como le gustaba subrayar. Trasladada su familia a Tetuán, cursó allí sus primeros estudios y debutó como periodista con solo 16 años en el periódico Norte de Acción Católica. En la ciudad africana –reflejada en su novela autobiográfica Los años moros– empieza, también, a hacer sus primeros pinitos teatrales, representando dos obras de Muñoz Seca.
Concluyó su bachillerato en Sevilla y marchó a Madrid para estudiar en la Escuela Oficial de Cine, pero por falta de medios debió resignarse a cursar Filosofía y Letras. En la capital empezó a familiarizarse con las que serían sus grandes pasiones, la radio y el teatro. En radio, ya de regreso a Sevilla, se fogueó en la emisora del régimen franquista La Voz del Guadalquivir, al tiempo que se destacaba como delegado de Actividades Culturales del Sindicato Español Universitario (SEU).
Con muchas tablas
En el campo del teatro aficionado, desplegó una intensa actividad con proyectos como el TEU (Teatro Español Universitario), con el que impulsó el programa Teatro Leído, el Teatro Universitario o la compañía Tabanque, que le valió el Premio Nacional de Teatro. Fue asimismo introductor del café-teatro en Sevilla en los primeros años 70. La política Amparo Rubiales evoca que de aquellos empeños nacieron otros proyectos de tanta resonancia como Esperpento o Teatro Estudio Lebrijano. “Aunque hace muchísimo q teníamos vidas completamente opuestas, hicimos muchos años teatro juntos, en el TEU se Sevilla y en Tabanque. Siento mucho su pérdida”, escribía.
El veterano actor Miguel Caiceo recordaba que “Joaquín Arbide fue fundamental en mis inicios como actor gracias al grupo de teatro Tabanque, que él dirigía. Ha sido parte de mi vida y he sentido profundamente su fallecimiento”. Cuando le reprochaban que se hubiera dispersado demasiado entre sus diversas aficiones, aseguraba que amaba tanto y disfrutaba tanto con todas ellas, que era incapaz de abandonar ninguna y que, mientras pudiera, iba a seguir adelante con todas“.
La espinita del cine se la fue sacando con los años, ejerciendo como guionista y director. Trabajó en títulos como Tinto con avellanas, Costaleros o La Esmeralda. Historia de una vida, pero el mayor reconocimiento lo obtuvo la cinta El Disc-jockey (1975), que obtuvo los premios al Mejor Película, Mejor Guion, Mejor Interpretación y Mejor Dirección en el Festival Giraldilla, Mejor Dirección en el Festival de Murcia y Mejor Película en el Festival de Olot.
La jubilación y la escritura
Paralelamente, siguió desarrollando su carrera periodística tanto en radio (Radio 80, Radio Andalucía, Radio Lebrija) y en prensa, firmando en cabeceras como los diarios Sevilla, Pueblo, Sur-Oeste o el semanario Torneo, entre otras. En 1986 ejerció también como jefe de prensa del Ayuntamiento de Lebrija, y en 1988 de la Institución Feria de Muestras Iberoamericana de Sevilla (Fibes). En televisión, fue responsable y presentador de espacios como Queremos conocer, Sevilla a debate o La edad de oro de Giralda TV, y retransmitió eventos como la Velá de Santa Ana, la Semana Santa o la Feria de Abril.
La jubilación, en el año 2000, lo reveló como prolífico escritor, especializándose en la memoria de Sevilla, buena parte de la cual podía contar de primera mano. Títulos como Sevilla en los 60, La leyenda de Joaquín Romero Murube, Las ocurrencias de Pepe Pérez Peregil, Tal y como se las contó Joaquín Arbide, Sevilla en los bares, Solos ante la risa, 1.674 ocasiones para reír 1.674 veces, Juan Ramón Jiménez, el andaluz universal, Sevilla en los 70, Sevilla coral, Comercio y comerciantes de Andalucía, La Sevilla que perdimos, Sevilla en la retina, Sevilla de maestros y pupitres, Sevilla en los 80, La otra mirada, Sevilla llena eres de gracia, La rosa del Sahara, La sombra de Peregil, Prohibido suicidarse en primavera, Divagando por el museo de Sevilla, Plaza del Duque, Laberintos de Sevilla, Del tiempo y la memoria, El catecismo erótico o La Sevilla golfa conforman esta larga y paciente obra.
“Siempre inquieto y emprendedor”, así lo definía este sábado su colega y amigo Antonio Burgos, para quien Arbide era, ante todo, el “cronista de una Sevilla que se fue y de sus bares y anécdotas...”. Mientras que el alcalde de la ciudad, Juan Espadas, señalaba que Arbide había sido designado este año como Trianero Adoptivo, Beltrán Pérez, concejal del PP, afirmaba que “hizo mucho bien a una Sevilla que despertaba. Sevilla tiene memoria gracias a aquellos hijos que se encargaron de escribirla”.