Pedro Martínez Montávez tenía una proverbial elegancia, cabello y bigote nevados de sabio antiguo y unos ojos claros y penetrantes dotados de un superpoder: ver mucho más allá de los lugares comunes. El profesor de Jódar (Jaén) ha fallecido a los 89 años manteniendo hasta el final una envidiable lucidez y una sabiduría abrumadora. A él le debemos algunas de las páginas más iluminadoras en torno al mundo árabe y, muy en particular, sobre Al Andalus, un fenómeno “concluso en el tiempo, pero mantenido en los imaginarios, en la memoria colectiva”, dijo en una conversación con este periodista.
Después de dirigir entre 1958 y 1962 el Centro Cultural Hispánico de El Cairo, Martínez Montávez fue catedrático primero de la Universidad de Sevilla y luego de la Universidad Autónoma de Madrid, donde llegó a ser rector entre 1978 y 1982. Como arabista, aun siendo heredero del legado de Emilio García-Gómez, rompió con toda la tradición africanista anterior, evitando sus inercias y tratando de aplicar las lecciones del pasado a la actualidad. Entendía el ámbito de su estudio como un mundo vivo, rico y en constante movimiento.
“Para cualquier arabista de mi generación, Martínez Montávez fue el ejemplo a seguir”, comenta Emilio González Ferrín, Profesor Titular de Pensamiento Árabe e Islámico en la Universidad de Sevilla. “Leíamos en su biografía que nada más acabar la carrera se había ido a El Cairo, y muchos tuvimos claro que era lo que había que hacer. También nos inspiró con su mirada contemporánea, su capacidad para aplicar el conocimiento sobre el momento actual. Martínez Montávez era esa persona que llamaba por teléfono a Gadafi para saber qué estaba pasando en Libia”.
Una literatura por descubrir
Buena parte de sus esfuerzos se dirigieron a la divulgación de la poesía y la literatura árabes, históricamente desconocida en España. Títulos suyos como Escritos sobre literatura palestina (1984), Poesía árabe actual (1985), Introducción a la literatura árabe moderna (1985), Mi experiencia poética. Abd al-Wahhab Al-Bayati (1986), 15 siglos de poesía árabe: poesía clásica oriental, poesía arábigo andaluza, poesía árabe actual (1989), Literatura árabe de hoy (1990), Gacela de Al-Andalus: (textos contemporáneos traducidos del árabe) (1992), Al-Andalus, España, en la literatura árabe contemporánea: la casa del pasado (1992) o Introducción a la literatura árabe moderna (1994) son algunos ejemplos de su legado en este sentido.
La responsabilidad en la difusión en el mercado español de nombres como el Nobel egipcio Naguib Mahfuz, Nizar Qabbani, Adonis o Mahmud Darwish la tuvo en gran medida Martínez Montávez. “A partir de la concesión del Nobel a Mahfuz, se ha ido abriendo la cosa, la demanda ha ido aumentando, pero desde luego la literatura árabe no ha conocido en nuestro país la difusión que merece”, lamentaba. “Y a pesar de la buena labor que se está haciendo, el número de traducciones al francés y el inglés es mucho mayor que las del español”.
Junto con esta labor, el jienense dedicó muchas horas de estudio a analizar la huella de Al Andalus, que cristalizaron en el imprescindible ensayo Significado y símbolo de Al-Andalus (2011). Logró apartar las instrumentalizaciones políticas de la vieja dialéctica de moros y cristianos para indagar en la vertiente poética y emocional del fenómeno.
Para Martínez Montávez, lo andalusí era un ingrediente fundamental de la identidad hispánica, de una forma “absolutamente plural, contrastada, dinámica, profundamente histórica”, y “con su dimensión de pasado, de presente y de futuro, y que no es ni monolítica ni unidimensional”. Dicho de otra manera, defendía que ningún lugar tiene una única identidad singular, y cualquier reduccionismo en ese sentido le parecía “contrario al ejercicio del intelecto y la razón, potencialmente peligroso”.
Símbolo y mito
Veía en Al Andalus una tentativa, en cierto modo frustrada, de lo que hoy conocemos como multiculturalismo, velado para los estudiosos por la extraordinaria diversidad y complejidad del mundo árabo-musulmán, y que había logrado perdurar en el imaginario como una suerte de paraíso perdido. Insistía en distinguir entre “la perduración de un símbolo y lo que es el empleo más o menos equivocado de un mito”, y se preguntaba cómo era posible que no se aprovechara diplomáticamente el hecho de que la simple mención de la palabra Córdoba, pronunciada en un café de Siria, emocione hasta las lágrimas a siete u ocho parroquianos.
Por otro lado, para entender el mundo de hoy exigía una actualización de la mirada, que pasaba por despojar a lo árabe de los numerosos tópicos con los que había sido adornado desde antiguo. En una entrevista con Javier Calero, se preguntaba: “El avispero político en que se encuentra el mundo árabe desde hace mucho tiempo y que va aumentando, ¿puede explicarse solo a través de la actuación de agentes internos y factores internos? ¿O hay que tener en cuenta todos los factores externos? Por poner un ejemplo: ¿el conflicto sirio no ha cambiado a partir de la intervención de Rusia, por ejemplo? ¿El mundo árabe del futuro no va a cambiar de una manera importante y radical también a partir de la intervención de otras potencias en desarrollo, por ejemplo, China o India?”.
“El mundo árabe ha dejado de ser desde hace mucho tiempo una burbuja”, concluía. “El mundo de ellos es el mundo nuestro o mío. Una de las peores cosas que hay todavía es el neoorientalismo que repite clichés estereotipados exotistas que ya están absolutamente pasados de moda”.
Su modestia le llevaba a afirmar que jamás llegaría a dominar la lengua árabe, a pesar de haber recorrido el Mediterráneo de una punta a otra, empleándola para entenderse con todos los pueblos que encontraba a su paso. “Lo que hace que uno esté siempre atraído por ella, y en cierto aspecto maldiciéndola”.