La dictadura le forzó al exilio, el franquismo le encarceló en la cárcel ceutí de El Hacho y la democracia le sentó en el banquillo de los acusados por unas caricaturas sobre el ingreso español en la OTAN. Se llama Andrés Vázquez de Sola (San Roque, 1927), tiene 93 años de edad y desde que comenzó el confinamiento distribuye a través de las redes sociales varias caricaturas diarias en torno a la pandemia y sus consecuencias políticas o sociales.
Desde la monarquía al Gobierno, pasando por la oposición, los bulistas, las decisiones más polémicas de esta crisis y las costumbres cotidianas forman parte de ese imaginario cotidiano según el cuál a Jesucristo le daban el alta el domingo de resurrección o los trabajadores iban al curro, al día siguiente, con un féretro bajo el brazo. Militante histórico del Partido Comunista de España, no le ha temblado el pulso a la hora de apoyar al actual Gobierno, pero tampoco a la hora de criticar al ministro de Cultura por las desafortunadas declaraciones, posteriormente corregidas, en las que aplazaba sine die las ayudas a los artistas, cómicos y demás fauna.
En la actualidad, reside en Monachil (Granada), junto con su esposa, Angélica Carminate, una cubana que intenta ordenar el formidable inventario humano de quien ha realizado numerosas exposiciones temáticas, ha recibido los principales galardones de su gremio, y ha publicado decenas de libros, incluso discos chirigotescos contra Franco y Carrero Blanco. Su Corrida Franquista evocaba a Goya pero se convirtió en un bofetón estético contra el universo sociológico de la dictadura. Ahora, la ha remasterizado en un caballete, a gran formato.
Vázquez de Sola debutó en la televisión en blanco y negro del Paseo de La Habana en Madrid, pero fue pintor de brocha gorda en su destierro francés, clochard sin techo o estrella rutilante de Le Canard Enchainè, el semanario humorístico francés que puso contra las cuerdas a Giscard D´Estaing y tampoco se lo puso fácil a François Mitterand. Sus dibujos eran publicados regularmente en la prensa española de la transición –'Triunfo', por ejemplo--, pero terminó convirtiéndose en una pluma non grata. Pertenece a la generación de Don José y La Codorniz, vivió en directo el Mayo del 68 en las calles de París. Proyecta un museo propio para su patria chica, donde le nombraron hijo predilecto. Otros siguen nombrándole hijo de otro tipo.
A tus 93 años, conociste la guerra civil, asististe de lejos a la II Guerra Mundial, escapaste de la dictadura, sobreviviste en Francia hasta triunfar como periodista y dibujante; fuiste candidato al senado en las primeras elecciones democráticas, te llevaron a juicio por oponerte de la OTAN y no has faltado a ninguna batalla sociopolítica de los últimos años. Para colmo, el coronavirus, ¿qué crees que te queda por vivir?
Me queda lo mejor: saber que teníamos razón cuando decíamos que solo en la solidaridad se entiende la justicia, que es imprescindible el reparto equitativo de las riquezas, aunque sea limitando los privilegios de unos pocos, si queremos salvar a la humanidad. Constato con satisfacción que, a mis 93 años, la realidad confirma aquello por lo que siempre trabajé. Trabajé, no luché. La dialéctica, la sátira, el humor, no son armas, sino herramientas.
¿Qué pretendes con las caricaturas que diariamente dedicas al coronavirus?
Probar por lo absurdo, sin palabrería politiquera, la insensatez y la obcecación letal de la derecha cerril, corrupta y avasalladora.
¿Hay virus peores que la COVID-19?
Por supuesto: el fascismo letárgico que despierta, la marioneta a la que el PP le pone Vox.
Siempre crítico con cualquier Gobierno, ha sorprendido a muchos tu apoyo decidido al actual ejecutivo español. ¿Por qué has querido hacerlo?
Mi apoyo es relativo y condicionado. Absoluto sólo en este momento en que todos somos imprescindibles, si queremos salvarnos. Más tarde, estaré en contra si el Gobierno prescindiera de quienes defienden lo justo y volviera a prácticas gonzalísticas de triste memoria.
¿Habrá que pedirle responsabilidades por sus errores a este Gobierno? ¿Y a la oposición?
No soy partidario represalias vengativas ni de pedir responsabilidades a nadie. Debemos rechazar hechos, no personas; suponer que, aunque se equivoquen, incluso los malhechores, creen creer en sus propios cuentos. Es a nosotros, al pueblo consciente, a quien compete discernir y elegir nuestros actos y nuestra política.
Meses atrás, hiciste una revisión de tu célebre caricatura “La corrida franquista”, que difundiste en la clandestinidad desde Francia. ¿Por qué has querido actualizarla?
No la difundí yo, sino el Canard Enchainé. Aquello era un dibujo, en blanco y negro. Esto es un cuadro, de grandes dimensiones y colores vivos. Pero el fantasma del franquismo sigue ululando, y la corona-virulenta que él se sacó del ectoplasma, sigue infectando al público.
Viviste en Francia media vida y apostaste por una Europa de los pueblos que nunca existió. ¿Es la Unión Europea un fracaso?
La verdad es que nunca creí en la Europa de los Pueblos, porque siempre supe que no había más Europa que la de los mercachifles. Sueño con un mundo, quimérico, universal, poblado por seres solidarios, iguales en su diversidad, sin problemas, cada uno alcanzando su concepto de felicidad… Pero, en la realidad prosaica, Europa, el Mundo, no son sino un bancal propiedad de una minoría egoísta, egocéntrica y ególatra de oligarcas y terratenientes, donde una de las prácticas más frecuentes es explotar a emigrantes temporeros.
¿Qué crees que ocurrirá cuando acabe el confinamiento? ¿Podremos apaciguar al capitalismo feroz con la necesaria intervención de los estados para aliviar la depresión económica que muchos auguran?
Tendrá que ser así, o iremos a la debacle, aunque el capitalismo, como toda bestia herida, ataque con más saña en su agonía.
¿Es verdad que fuiste guardaespaldas voluntario de Jean Paul Sartre?
Es verdad, lo seguía de lejos, como guardaespaldas voluntario, en previsión de un atentado fascista. Igual hubiera hecho en España, en plena “democracia” para defender a Segundo Marey, por ejemplo.
¿Qué recuerdas de tus tiempos en Le Canard Enchainé? ¿Eráis más libres entonces que hoy en nuestras actuales democracias?
Si hablamos de mi vida laboral como periodista, jamás podré ser tan libre como lo fui entonces. Pero, esto dicho, hoy, en esta España en la que se llama democracia a una partitocracia, que algunos convierten en oclocracia, estoy gozando de la más absoluta libertad, porque me la he acordado yo mismo, porque...
... A mí no me importa
que un rey me culpe
si el pueblo es grande y me abona.
Eso lo cantamos en Cádiz, por mirabrás…