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Antros, burdeles y bajos fondos de la España negra de entreguerras en el Thyssen de Málaga

JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA
Mujeres de la vida / Women of the Street, c. 1923-1933 [1963]
Aguafuerte sobre papel, 235 x 290 mm
Colección Museográfica de la Universidad de Cantabria. Sección Arte Gráfico
© Gutiérrez Solana

Néstor Cenizo

10 de julio de 2022 20:03 h

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Cuatro prostitutas esperan clientes en un rincón sombrío. Varios mendigos se calientan en un descampado. En un comedor se hacinan decenas de hambrientos a la espera de una tajada de pan y tocino. En los pliegues de la superficie, por más lisa que se pretenda, se esconde la mugre que no queremos ver. Una España tan real, o más, que la que luce al sol, y que alumbraron hace un siglo tres artistas, José Gutiérrez Solana, Pancho Cossío y Francisco Bores, reunidos ahora en una exposición del Museo Thyssen de Málaga que recorre callejones angostos y antros de mala muerte en el periodo de entreguerras. Negra es la noche, se titula la muestra, que podrá verse hasta el 25 de septiembre en la pinacoteca malagueña.

Se trata de una colección de 34 grabados, procedentes de la Colección Museográfica de la Universidad de Cantabria, que despliega un submundo en blanco y negro, canalla y sórdido. Estampas de los bajos fondos, de personajes marginales y la mala vida, que entroncan directamente con las pinturas negras de Goya. Fue Darío de Regoyos quien acuñó el término “España negra”, al titular de este modo el libro (1899) que salió de su viaje por el norte de España con el poeta Émile Verhaeren. En 1920, el propio Gutiérrez Solana recuperó el título para su libro de viajes, en el que recoge costumbres populares, supersticiones y miserias.

“El mundo en el que se sumergen en estas obras Solana, Cossío y Bores recoge el testigo, en los años de la primera vanguardia española, del retrato de la España negra que fascinó a tantos artistas y que tiene en Goya a su máximo exponente”, explica Lourdes Moreno, directora artística del museo.

Gutiérrez Solana, retratista de un mundo torvo

De los tres, Gutiérrez Solana es el inspirador. Nacido en Madrid en 1886, nunca se dejó tentar por las vanguardias. Lo suyo era el realismo popular, la escena grotesca y macabra, el episodio extravagante. Su amigo Ramón Gómez de la Serna dijo que retrataba un mundo “abrupto, fanático y torvo” y su querencia por el costumbrismo de arrabal le valió la etiqueta de raro en el panorama de la vanguardia española.

A su obra literaria le dedicó Camilo José Cela su discurso de aceptación del sillón en la Real Academia Española: “Solana no admite las idealizaciones y piensa que los ojos sirven para ver y no para adornar la imagen que se mira”. Solana se hizo un mundo a su manera: su casa era oscura y siniestra, y cultivó una imagen desaforada y excesiva. “Pintor y escritor de extraordinaria personalidad, la fama de expresionista tremendo, de pura veta brava, ha oscurecido y banalizado demasiado la memoria y el papel artístico de Solana”, decía de él Calvo Serraller.

Pancho Cossío (1894) y Francisco Bores (1898) lo adoptan como referente en los años veinte, cuando ambos coinciden en el taller madrileño de Cecilio Pla. A diferencia de Solana, un cronista de la vida marginal española, Cossío y Bores retratan los bajos fondos sin renunciar a las vanguardias, influidos por Vicente Huidobro y el ultraísmo, así como por el expresionismo alemán. Del ultraísta suizo Norah Borges, ambos aprendieron la técnica xilográfica de los grabados que ahora se exponen en el Thysen malagueño.

En el caso de Cossío, ocho pertenecen a volumen ilustrado Hampa. Estampas de la mala vida, un libro de poemas del periodista y escritor santanderino José del Río, Pick. El libro contaba con 40 estampas, pero solo se conservan estas ocho. En cambio, las xilografías de Bores no fueron editadas hasta 1977, aunque habían sido realizadas en los años veinte y publicadas en alguna de las revistas más importantes del movimiento ultraísta.

La evolución de Bores y Cossío

Con sus diferencias, los tres comparten una temática transversal que perdura en el tiempo: los burdeles, los arrabales, los antros. La noche en la España pobre y sórdida. Pronto, Cossío y Bores cambiarían de temática: en 1923 viajan a París, donde se integran en los círculos artísticos del periodo de entreguerras: Cossío, abriéndose a la influencia del cubismo, y Bores, virando hacia la “figuración lírica”. Solana, en cambio, se mantuvo fiel a sus postulados. Quizá porque al provenir de una familia pudiente, no tenía especial angustia por la falta de éxito comercial de su obra más sórdida, explica Lourdes Moreno. Así fue, hasta que le llegó el reconocimiento tardío, ya bien entrada la década de los 30.

No marcharía a París hasta que le alcanzó la Guerra Civil, primero en Madrid y luego en Valencia, a donde se dice que llegó en el convoy que trasladó los cuadros del Museo del Prado. “Este Goya necrómano o, lo que es igual, este antípoda de Goya, pinta con insana voluptuosidad lo vivo como lo muerto, y lo muerto como lo vivo”, escribió de él Antonio Machado. 

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