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Ana Morales: “Los flamencos salimos a Europa porque allí hay circuitos, y aquí solo festivales”

Ana Morales /AlainScherer

Alejandro Luque

5 de septiembre de 2022 06:00 h

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Ana Morales lleva casi dos meses sin bajarse de la nube: tras estrenar el pasado 16 de junio su nuevo espectáculo en el teatro Grande Halle de La Villette de París, y de llevarlo en julio al Festival Grec de su ciudad natal, Barcelona, se prepara ahora para su desembarco en la Bienal de Sevilla, la mayor cita flamenca del mundo. “Iba sin expectativas, siempre prefiero dejarme sorprender”, comenta la artista. “Pero estrenar tres días en París y actuar por primera vez en mi tierra con dos llenos seguidos ha sido maravilloso”.

Nacida en la Ciudad Condal en 1982, Morales ríe cuando se le pregunta si Barcelona ya la ha hecho suya. “Allí soy extranjera”, bromea, y agrega que “después de tantos años me siento sevillana, pero hay algo de la cultura catalana que me ha acompañado todo este tiempo. Aprendí a bailar allí, en un conservatorio maravilloso, con una gran cercanía a las peñas. El flamenco de verdad lo conocí en Andalucía, pero tengo algo muy ancestral con Cataluña”.   

“Lo mejor es haber podido presentarme en una ciudad muy exquisita con la danza, y muy exigente con las artes escénicas en general”, prosigue Morales. “A todos nos cuesta mucho llevar un espectáculo a un festival como El Grec, pero a mí me ha tocado hacerlo en un buen momento de madurez y con un trabajo muy cercano a lo contemporáneo, muy segura de lo que hago y con mucha libertad. A veces queremos apresurar las cosas, pero lo mejor es que las cosas lleguen en el momento preciso”.

En el momento preciso han sumado esfuerzos La Villette, el Festival de Nimes y la propia Bienal hispalense para coproducir Peculiar, una propuesta que, como su propio nombre indica, es una exaltación de aquello que hace único a cada ser humano. Y peculiar es desde luego el baile de Ana Morales, con una base flamenca muy enraizada pero capaz de nutrirse de otras danzas. “No puedo evitar ser quien soy, porque mi baile va por encima de mí. No tengo mucho control sobre mi cuerpo cuando empiezo una creación, nunca sé adónde va a llevarme. Parto de una motivación, en este caso de una sola palabra, Peculiar, me meto en un estudio y dejo que mi cuerpo se mueva con las herramientas que tiene”.

Esas herramientas son, insiste, fundamentalmente jondas, pero también contemporáneas, “porque soy una mujer que nació en 1982 y estoy en constante transformación, hoy estoy aquí y mañana seré otra Ana. Poco puedo hacer yo para que ese proceso no esté vivo y abierto, bebiendo de toda clase de danzas y de artes. Aunque a veces al público le cuesta ver los códigos, quienes nos dedicamos a esto estamos en contacto con la danza minuto a minuto, todos los días del año. Solo así puede llegarse a ver con claridad el fondo de las propuestas”.

Hacer y ser

Y si peculiar es Ana Morales, no lo son menos los músicos que le acompañan para la ocasión, desde Miguel Marín Árbol (Piano Magic, Montgomery), que es sobrino-nieto de La Niña de los Peines, a los bailes de Antonio Molina El Choro y Julia Acosta, la guitarra del lebrijano Rycardo Moreno, la arpista flamenca Ana Crisman o el cante del utrerano Tomás de Perrate, así como Raül Refree con la música en off para la videocreación del artista tecno Cachito Vallés. “Pido una unión absoluta entre músico y persona. No les exijo que hagan lo que quiero, sino que sean lo que quiero. Y para moverme por los lenguajes contemporáneos necesito un anclaje flamenco. Estar muy pegados a ese juego para irnos luego todo lo arriba que queramos”.

Con todo ello, Morales ha logrado sumarse a la cada vez más amplia nómina de creadoras flamencas que estrenan en grandes capitales europeas con toda normalidad. “Salimos a Europa porque allí hay circuitos, mientras que aquí solo hay festivales, y no podemos vivir solo de ellos. Simplemente, tienen más partidas, más producción, y los creadores vamos adonde pongan dinero para trabajar, pero el flamenco siempre está vivo y aprendiendo de todo lo que le rodea”, añade.

Cultura autonomizada

A propósito de esto último, Morales cree que la batalla de los integristas de la ortodoxia está perdida de antemano, porque “no podemos parar la evolución natural que tiene un arte. Podrán no evolucionar quienes prefieran no estar en el presente, y dedicar su esfuerzo a recrear y revivir esa tradición maravillosa. Esa parcela desde luego hay que protegerla, pero la creación tiene que darse donde se le dé cabida y oportunidad. Y los flamencos estamos al tanto de todo; llegas a un festival en Francia, ves en el programa a alguien de circo contemporáneo que no conoces, por ejemplo, y ya estás preguntando quién es, qué ha hecho, qué trae de nuevo…”.

Cuando se le pregunta qué falta en España para que el apoyo al flamenco sea de una vez por todas una realidad, responde: “Ayuda económica, espacios y circuitos autonómicos y nacionales continuos, donde la programación flamenca esté presente de manera habitual. Con María Pagés y Rafaela Carrasco pedimos en el congreso un porcentaje mínimo del flamenco en los teatros de nuestro país, porque nos sabe muy a poco lo que tenemos”.

“La cultura, como todo, está muy autonomizada”, concluye la bailaora. “¿Quién de Sevilla va a Galicia a hacer un bolo? Es más fácil actuar en Francia que en Zaragoza. Las comunidades no tienen un sistema económico que les permita traer a compañías de fuera. Hay que facilitar la movilidad de la cultura. Mi sueño es poder brindar Peculiar desde Alcalá de Guadaíra hasta el pueblo más remoto de África, disfrutar con lo que hago y compartirlo con el público. Si no, ¿para qué lo hago?”.    

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