Carmen Linares: “Mi padre me animó en un momento en que nadie quería que las hijas fueran artistas”
Con el teléfono echando humo y de taxi en taxi, Carmen Linares atiende a los medios con la generosidad con que lo ha hecho siempre. Hoy con más motivo, pues le ha sido concedido el Premio Princesa de Asturias de las Artes junto a otra compañera flamenca, la bailaora sevillana María Pagés. “Es una gran noticia para mí y para nuestro arte, que los flamencos podamos estar en esa mesa junto a tanta gente de tantas disciplinas”, celebra.
Para la cantaora jiennense, bautizada como Carmen Pacheco Rodríguez y rebautizada para los escenarios con el nombre de la villa que la vio nacer hace 71 años, es también el momento de recordar a quienes la ayudaron a llegar hasta ahí. En especial a dos varones, “mi padre y mi marido, los dos hombres de mi vida, y al resto de mi familia, que siempre han estado ahí ayudándome y valorando mi trabajo”, confiesa.
El primero, que la acompañaba a la guitarra en sus comienzos artísticos, fue su primer fan y su primera brújula. “Me decía: tú vales, a ti Dios te ha dado un don y lo tienes que usar. Me animó a seguir en un momento en que los padres no querían que las hijas fueran artistas, porque era un mundo muy complicado”.
Una generación deslumbrante
El otro sostén de su carrera ha sido su esposo, Miguel Espín, con quien tendría tres hijos: Miguel, Eduardo y Lucía. “Ha sido muy importante para compaginar mi trabajo con la vida de familia, los niños… En esta profesión, o tienes una persona a tu lado que te apoya incondicionalmente, o es muy difícil mantenerse tantos años. En el flamenco hay que entregarlo todo, aprender continuamente, hacerte en el escenario, saber todo lo que puedas no solo de lo tuyo, sino también de otras disciplinas. Sola no habría sido posible”.
Así, asegura, ha logrado culminar una gira conmemorativa de sus 40 años de carrera, aunque los críticos puntillosos han corrido a señalar que son algunos más. “Siempre he dicho que son mis 40 años de andadura como solista, pues antes estuve diez años más cantando para el baile, y no reniego de ello, porque todo te sirve en la vida”.
Este premio, considera, "es para el flamenco y para Andalucía"
Una de las suertes que tuvo Carmen Linares fue la de pertenecer a una generación de flamencos deslumbrante, llamada a revolucionar el género, y de los que por desgracia van quedando pocos vivos tras la pérdida de Paco de Lucía –el primer premio Príncipe de Asturias jondo–, Camarón de la Isla o Enrique Morente, a todos los cuales guiña en el citado espectáculo. “Es cierto que nos faltan muchos, pero este tipo de artistas no se van nunca, han dejado mucho ahí, los seguimos disfrutando y seguiremos haciéndolo en los tiempos venideros. Me siento muy orgullosa de pertenecer a esa generación y los cito como a Manolo Sanlúcar, con quien también he trabajado”.
Pero también ha llevado consigo a jóvenes valores que hoy ocupan la cima del cante, como Miguel Poveda, Arcángel, Pitingo, Marina Heredia… “También ellos forman parte de mi vida”, agrega. Por eso este premio, considera, “es para el flamenco y para Andalucía”.
También para las mujeres, flamencas o no, que no siempre lo han tenido fácil en el mundo artístico. En la memoria de todos los aficionados está su disco Antología de la mujer en el cante (1996), que reivindicaba a grandes voces femeninas de lo jondo. “Hay muchas mujeres que podrían haber hecho cosas en el flamenco, pero lo dejaron porque en su entorno no lo entendían, no estaba bien visto dedicarse a esto y los padres y los hermanos las convencían para hacer otra cosa. Hoy habrá gente que ponga impedimentos, pero son los menos. Aquellos fueron los tiempos que nos tocó vivir, pero afortunadamente estamos en el camino”.
El balcón de la poesía
También tiene el Princesa de Asturias a Carmen Linares sabor a premio de las Letras, ya que a través de su voz son miles las personas que, acaso sin saberlo, descubrieron a Juan Ramón Jiménez, a Miguel Hernández o a Rafael Alberti. “Recuerdo que cuando Enrique Morente fue el primero que cantó a Miguel Hernández, nos abrió a todos no una ventana, sino un balcón. Fue una maravilla. Vimos que la poesía de autor sumaba al flamenco, creaba una conjunción perfecta. Yo me he puesto al servicio de la poesía, nunca metiéndola con calzador en una música: el carácter y el espíritu del poema deben mantenerse siempre. Pero la poesía me ha llenado mucho, la he incorporado a mi vida”.
Supongo que lo que llaman elegancia es esa sensación de que siempre soy yo
Entre los atributos que siempre se cuelgan a esta gran dama del flamenco destaca la elegancia. ¿Ha llegado Carmen Linares a mirarse en el espejo de un modo diferente, después de que le digan tantas veces eso? Ella ríe: “Creo que si lo dicen es porque siempre he sido yo misma, también en el escenario. En el vestir, desde jovencita sabía que no me quería sentir disfrazada, así que he vestido como vestía mi generación: me ponía pantalones de campana si me apetecía para salir a cantar, o de faralaes si hacía falta, y ahora, bueno, me visto con arreglo a mi edad. Pero supongo que lo que llaman elegancia es esa sensación de que siempre soy yo”.
Una última cuestión: ahora que saborea las mieles del reconocimiento, ¿puede permitirse arrepentirse de algún paso que haya dado en su carrera? “Aunque hayas hecho algo mal, todo te acaba sirviendo, aunque sea para saber lo que no tienes que volver a hacer. Yo asumo todas mis decisiones, algunas más acertadas y otras menos. Pero hay que probar las cosas para saber si te sientes bien con ellas”.
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