La casa rural malagueña de los artistas “raros”
En Villanueva del Rosario huele a humo de rastrojo y chimenea, hace un frío del demonio y aún se recuerda aquella vez en que alguien quiso llevarse el agua que beben los vecinos. “El agua no se toca”, se lee en un cartel que cuelga del puente de este pueblo. Un poco más adelante, en la calle Carrera, hay una casa encalada con un letrero que informa: “Residencia de Arte RARA”. Del balcón de la primera planta cuelga una bandera LGTBI.
Dentro de esa casa plantada en mitad de una calle en cuesta ocurre algo que uno no esperaría ver aquí. En los últimos meses, han pasado por ella artistas plásticos, poetas, ceramistas, dibujantes, músicos y gente de todo pelaje con algo en común: durante algunas semanas, se refugian aquí para inspirarse y crear. En el proceso, comparten su trabajo con los saucedeños (que así se llama a los de Villanueva del Rosario) y descubren una comunidad y un modo de vida opuesto al de la gran ciudad.
Tanto les ha gustado a algunos, que se han quedado. En Villanueva del Rosario se está generando una incipiente comunidad de artistas contemporáneos, que tiene como punto de partida RARA Residencia. Así que empecemos por el principio: ¿qué hace un lugar así en un pueblo como este?
RARA Residencia para “no ser los raros”
Este es un municipio de 3200 habitantes en la Comarca Nororiental de Málaga. A priori, no muy diferente a otros pueblos vecinos con los que comparte nombre (Villanueva del Trabuco o Villanueva de Algaidas), y muy alejado de la estampa de ajetreo y moda turística (también cultural) de la capital. Aunque su nombre evoca a muchos urbanitas de la costa superpoblada la lejanía de lo rural, está a esa distancia que no es ni cerca ni lejos: 40 minutos en coche de la capital de la Costa del Sol.
Verónica Ruth Frías y Cyro García también se sorprendieron cuando se mudaron hace 15 años. La burbuja inmobiliaria estaba a punto de estallar, el alquiler en la capital era imposible y ampliaron el radio de búsqueda. ¿Y un pueblo? Un día se toparon con una casa aquí. “Era una ruina, pero tenía magia”, recuerda ella. Era RARA.
No había nada que invitase a una pareja de jóvenes artistas a escoger ese pueblo. Aquello era un páramo: ni arte ni artistas locales. “No conocíamos a nadie”, recuerdan. Todo empezó a cambiar cuando sus hijas llegaron al colegio: estaban echando raíces. Así que Verónica, cuyo primer proyecto artístico consistió precisamente en girar por pueblos y aldeas disfrazada de Frida Kahlo, cambió el chip: empezó a dar extraescolares artísticas y comprendió que el arte llegaría al pueblo cuando lo llevaran ellos. “El objetivo era no ser los raros, y que cuando mi hija fuera a ver una instalación de Anish Kapoor pudiera contarlo en su colegio”, comenta la artista. Pronto se les ocurrió otra idea: si no hay artistas en Villanueva, ¿por qué no invitarlos?
Aquella casa, que habían reformado trocito a trocito durante tantos años, era el lugar ideal para convertirla en una especie de fonda rural para artistas contemporáneos. “Queríamos que siguiera siendo una casa y no un espacio frío. Porque si abres una galería, la gente se siente un poco ajena”, explica Cyro. Y eso hicieron: un espacio que es a la vez casa y galería, exquisito y cotidiano. Un espacio íntimo, pero abierto al pueblo.
Un espacio en el pueblo y para el pueblo
RARA abrió en octubre de 2019 con una exposición colectiva comisariada por Pedro Antonio Alarcón. Dos meses después se instaló allí Pilar Bandrés, ceramista y profesora de la Escuela de Arte de San Telmo, que no hacía más que quejarse del frío. Fue la primera residente. Hoy vive en Villanueva y está ultimando su nuevo taller.
En estos años, y a pesar de la pandemia, han pasado por RARA una veintena de exposiciones individuales y colectivas y más de 40 residentes. La última, Quan Zhou, ilustradora, novelista y colaboradora de elDiario.es, que la pasada semana ultimaba las páginas de una nueva novela gráfica. “¡Pensaba que iba a estar muy tranquila, pero aquí hay una vida social demasiado intensa!”. También ha impartido un taller de dibujo en el colegio.
RARA no es un espacio para la introspección: se nutre del pueblo y le devuelve sus frutos. Un ejemplo es Josefa Moreno, una mujer hospitalaria, sencilla y extraordinaria. Mientras prepara lentejas (para nueve) cuenta dos logros: cuando levantó a un auditorio de gente con estudios improvisando un semblante de su hermana jubilada, y cómo fue capaz de restaurar la vieja fuente del pueblo echando horas de trabajo y cariño. Hace unos meses, Verónica propuso a Josefa (y otras diez mujeres del pueblo) subirse a unos libros en la plaza del pueblo para explicar su vida. “Cada una puede llegar donde quiera”, decía en aquella performance.
Unas veces queda el recuerdo: Pink Chadora se paseó por el pueblo hasta acabar subida a un tractor. Hace unas semanas, el músico Daniel Blacksmith culminó con un concierto su estancia en RARA, que también ha acogido un taller de costura que culminó en una fashion week. En el proyecto Poderosas, centrado en mujeres relevantes en la Historia, involucraron al colegio.
Otras veces queda la obra: Judith Borobio desarrolló un proyecto con cerámicas que recogen el relieve de objetos de la memoria personal y colectiva (la piedra del puente, el martillo de las almendras). Hoy se exponen junto al mercado. La propia Bandrés puso sus manos al servicio de la causa de Verónica: con la ayuda de los niños y niñas del colegio, reprodujeron bolita a bolita los nidos de golondrinas, aviones y vencejos, y luego los cocieron en la Escuela de Arte de San Telmo, para así comprender cuánto le cuesta a los pájaros levantar su casa.
“Yo me llevo a mis amigas y luego vamos a misa”
Ahora, los domingos es “el día del arte contemporáneo”: la casa abre sus puertas y los artistas muestran el proceso creativo. La cosa suele acabar con comilona en la plaza. “Yo me llevo a mis amigas y luego nos vamos a misa”, cuenta Josefa. “Allí me encuentro armonía y complicidad. Una artista me dijo: ”Señora, tiene usted manchitas en los ojos de todos los colores. ¿Usted tendría problema con que yo los pintara?“. Y eso no me lo ha dicho nadie”.
Otras veces, a la mujer no le gusta tanto lo que ve: “Vero, esto tiene que ser muy bonito, pero yo no lo entiendo”. “Este domingo un matrimonio me preguntó por RARA”, sigue Josefa: “Venid primero a la Iglesia, que os enseñó el Nacimiento del Niño Jesús que he hecho, y luego os llevo”. El evento ya atrae a un público variopinto y está generando riqueza local.
“Por amor al arte”
Aquí va el tópico, que en este caso responde a la realidad: Cyro y Verónica hacen esto por amor al arte. El proyecto tiene algunos mecenas, suficiente para autofinanciarse y no necesitar subvenciones públicas. Ella es artista “a tiempo completo” y él, profesor en la Escuela de Arte. La recompensa, dice García, es comprobar que a los artistas que pasan por aquí les va bien.
En realidad, están consiguiendo lo que querían: una veintena de artistas ha desembarcado en el pueblo en los últimos meses, generando una comunidad que encuentra aquí su lugar en el mundo. Ignacio del Río, Sara Sarabia o Cristina Savage, entre ellos. Marc Montijano y Susana Hermoso acaban de inaugurar Hidden Gallery en un antiguo establo, y Mimi Ripoll abrió también su espacio propio.
Cyro y Verónica apuntan otras claves para este éxodo artístico a lo rural: las redes sociales permiten a los artistas trabajar casi desde cualquier lugar. La pandemia aceleró la descentralización. Y hoy, las ciudades caras, como Málaga, ahora tienen alternativa: por menos de lo que se alquila un apartamento, en un pueblo tienes casa, taller y, ahora, comunidad de artistas. A medio plazo, sueñan con crear una ruta artística que se retroalimente.
Los próximos en abrir serán los ceramistas Pilar Bandrés y Ramón Paredes. En su nuevo taller, y rodeados de figuras y objetos salidos del horno, sienten que en Villanueva han ganado visibilidad y reconocimiento. “Nuestros amigos artistas nos decían que íbamos a morir... Y hoy nos llaman visionarios”, ironiza la pareja, que remata: “Puedes quejarte… o hacer que las cosas cambien”.
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