A una semana de la ceremonia de entrega de los premios Goya, el cine sureño está de fiesta: una de cada cinco nominaciones de esta edición recae sobre profesionales andaluces. Una prueba más de la pujanza del sector audiovisual en esta comunidad, que apenas 20 años atrás adolecía de una notable falta de infraestructuras y personal cualificado, y que hoy presume de industria estable y reconocida.
Un “milagro” que tuvo como detonante el éxito del filme Solas (1999) de Benito Zambrano, siguió con una promoción de jóvenes talentosos como Alberto Rodríguez, Santi Amodeo o Paco Baños, y se ha renovado en los últimos años de la mano de nuevos cineastas como Laura Hojman o Alejandro Salgado. Al hilo de este boom, elDiario.es Andalucía ha querido pedirle a algunos de los nominados que hagan memoria sobre dónde estaban 20 o 25 años atrás, cuando la prosperidad actual del cine andaluz era poco menos que un sueño.
El productor sevillano Gervasio Iglesias, nominado al Goya a la Mejor película por Modelo 77, ya tiene dos cabezones en su salón: uno por La isla mínima y otro por Juan de los Muertos. El tercero lo ve difícil por lo reñida que está la citada categoría, pero cosas más difíciles ha hecho en su carrera. “Yo soñaba con trabajar en el cine, aunque fuera –dicho sea con el debido respeto– tirando cables. Lo de hacer películas ya me parecía ciencia-ficción”, recuerda. En los últimos 90, Iglesias trabajaba para TVE, y la noche de los Goya que encumbró a Benito Zambrano la pasó en Lebrija, en el bar de un hermano del director, haciendo un reportaje sobre cómo vivían su familia y amigos la ceremonia.
El páramo sevillano
“Luego conocí a Benito de la mano de Mercedes Cantero, la que sería fundadora conmigo de la productora La Zanfoña, que estaba haciendo un curso de cine con él. Todos teníamos la misma idea, pero entonces se veía como algo irrealizable. Eso sí, ya habíamos empezado a hacer cortos con el proyecto Cinexín, y éramos todos amigos: Alberto, Santi, Paco… Recuerdo que nos juntábamos en el bar La Sirena y comentábamos: ‘De todos nosotros, el único que hará algo importante algún día será Alberto’, porque Alberto Rodríguez era sin duda quien más destacaba. Pero al final hubo más gente”, añade.
En la misma pandilla estaba Daniel de Zayas, sonidista, que también tiene un Goya en casa: por Tres días (2009) de Javier Gutiérrez. Dos décadas atrás, recuerda, “había terminado mis estudios de administrativo, y el primer día que entré a trabajar en una oficina me di cuenta de que no era lo mío. Lo que sí recuerdo es que salí a atender a un cliente, porque el encargado había tenido que ausentarse, y me puse muy contento cuando conseguí venderle una radial. Eso luego me ha perseguido como una maldición, porque cada vez que digo ‘¡motor!’ en un rodaje, empieza a sonar una radial dos calles más allá”.
“Para mí el cine era otra dimensión, ni se me pasaba por la cabeza que podría dedicarme a ello”, agrega. “Alberto Rodríguez era mi vecino y jugábamos a hacer peliculitas, pero en ningún momento pensamos en que se podría vivir de eso en Sevilla, que era un páramo. Nos pusimos a hacer cosas en vídeo, ganamos algunos certámenes y reinvertimos algunas de esas ganancias en comprar equipo. Y nos entró el veneno para siempre”.
Sentido práctico
Fernando Franco pertenece a una generación similar a la de Rodríguez, y también tiene un premio de la Academia, por La herida (2014). Ahora, este sevillano de 47 años opta a un nuevo cabezón por su montaje en Un año, una noche, y su filme La consagración de la primavera está nominada a Mejor actriz revelación (Valeria Sorolla) y Mejor actor revelación (Telmo Irureta). “Cuando estaba en la Facultad, nadie imaginaba que Andalucía tendría algún día a toda esa gente haciendo cine, no solo a directores como Alberto o Santi, sino los que escriben, montan... Yo estaba empezando a montar en torno al 2001. Tenía cierto sentido práctico, buscaba algo con lo que poder vivir, y eventualmente poder sacar adelante mis proyectos personales. Y me funcionó”, asegura.
“He montado muchas películas y sigo haciéndolo, y aprendo de todo: desde la dirección de actores o la puesta en escena hasta cómo lidiar con los productores. Las películas que hago son, además, las que quiero hacer. Me considero muy afortunado de compartir este momento tan bueno del cine andaluz con una serie de personas a las que admiro muchísimo, y que han abierto mucho camino a los que venimos detrás”.
Laura Hojman, nominada en la categoría de Mejor largometraje por A las mujeres de España. María Lejárraga, también vuelve la vista atrás: “En 2003 estaba haciendo cuarto de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla. Recuerdo perfectamente el lunes que llegué a la facultad después del fin de semana de Los Goya. Fueron los del ”no a la guerra“ y todo el mundo hablaba de ello. Yo vi la gala en casa, con mis padres y me entusiasmó. Me ardía la sangre con aquellos que la criticaban, me parecía que tenían un absoluto desconocimiento de lo que es la cultura, como si quisieran que fuese un mero entretenimiento blanco, vacío. Yo en cambio, me sentí orgullosa de que aquellas personas supieran que había algo más importante en juego en aquellos momentos en el mundo y de que sus voces representaran lo que la mayoría de la sociedad estaba gritando en las calles. Fue entonces cuando nació una campaña de desprestigio contra el cine español, de la que aún sufrimos las consecuencias. El rojo subvencionado sigue siendo el insulto comodín en Twitter para quienes nos dedicamos a esto”, asevera.
La escuela de la tele
“Recuerdo el Goya de Lolita, que fue el primero, por su papel en Rencor. Su versión de La bambola me fascinó, me compré el CD solo por eso, y la sigo cantando en el coche como si no hubiera un mañana”, añade la sevillana. “Nada en 2003 me hacía presagiar que yo acabaría dedicándome al cine, y mucho menos que un día yo estaría nominada en aquellos Goya que en casa no nos perdíamos nunca. Eso sí, como siempre he sido muy peliculera, jugué muchas veces delante del espejo a dar mi discurso de aceptación de un Goya, con lloros y todo. Quién me lo iba a decir a mí...”
Como Benito Zambrano o Gervasio Iglesias, son muchos los profesionales del sector que empezaron haciendo sus primeros pinitos en el ámbito televisivo. Es también el caso de Vanessa Benítez, directora de La vida chipén, nominada en la categoría de Mejor canción por una pieza con letra suya y música de Paloma Peñarrubia. Hace 20 años ejercía como ayudante de realización del programa Es posible, “y de hecho sigo en Canal Sur, porque sigue siendo difícil vivir del cine”, explica. “Aquel era un programa de reportajes de corte social y aprendí muchísimo, viajé e hice mucha calle. Y sobre todo allí conocí a Antonio Galisteo, que desde entonces ha sido mi director de fotografía”.
Un 'yes we can'
Para Benítez, “desde chica me había sentido muy atraída por el cine y la publicidad, jugaba en casa con una camarita. Pero la posibilidad de hacer un proyecto grande, y como directora, tardó mucho en llegar. Ni siquiera me veía haciéndolo hasta que llegó Rota’n’roll, cuando mi productor, Daniel Méndez, me dijo, ¿por qué no? Y me animó a lazarme. Hasta ese momento, estas son cosas que les pasan a otros, no a ti. Hasta tengo una playlist con la música de las películas que nunca haré”.
Entre los nominados andaluces de este año hay un testigo de aquel giro histórico. Se trata de Antonio Pérez, productor de Solas, el filme que marcó un antes y un después. “Costó 135 millones, y la gente hablaba de ‘película de bajo presupuesto’. ¡Joder, pensé, todo el mundo es aquí millonario!”, recuerda. “Entonces no había ayudas de la Junta, y fue a partir de la repercusión de la película que el Gobierno de Manuel Chaves se dio cuenta de que tenía que apoyar el sector”.
Pérez, que ha perdido la cuenta de los Goya que tiene en su haber –“más de 20 seguro, y unas 60 nominaciones”, calcula a bote pronto– y este año aspira a tres, subraya el significado de Solas como un “verdadero ‘Yes we can’. Hicimos una peli de pobres, alcohólicos, mayores, y andaluces… Y funcionó. Se vio el talento de Andalucía, un empuje que solo necesitaba que se le diera una oportunidad. Poco después yo estaba haciendo una película con García Sánchez y me dijo que a María [Galiana] no la habíamos descubierto nosotros, que ya había trabajado con él y algún otro. Y yo le respondí que sí, pero nosotros le habíamos dado un papel protagonista”.