20.000 personas aguantan el chaparrón disfrutando del espectáculo de luz y sonido (y barro) del Interestelar
El cielo anunciaba lluvia y finalmente descargó. Viernes y sábado. Y los dos días a una hora aproximada, a eso de las siete de la tarde. La banda catalana Elefantes llevaba poco más de veinte minutos de concierto cuando cayeron las primeras gotas en la primera jornada de conciertos. “Dedicado a los que estáis allí al fondo”, gritaba desde el escenario el solista, Shuarma, a los espectadores que se habían refugiado bajo las carpas a unos cien metros del escenario. “Venga, palmeros de Sevilla, ayudadnos”, animaba al personal mientras hacía sonar unas castañuelas con los primeros acordes del tema “Isabel”. Afortunadamente el agua dio una tregua y dejó de llover antes de finalizar un concierto que la banda catalana cerró con un guiño a la música de los años sesenta al versionar “Black is Black” de Los Bravos.
Elefantes no fue la única banda obligada a tocar bajo la lluvia. El sábado, El Kanka, Kiko Veneno o la banda granadina Full también. A los pies de los escenarios solo se veían paraguas y chubasqueros que se movían con los acordes de “Canela en rama” o “Volando voy”. El cielo dio una tregua para recibir a Coque Malla aunque, para esas horas, las praderas del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla se habían convertido ya en un barrizal.
La sorpresa llegaría precisamente con Coque Malla cuando invitó al escenario a la cantante y compositora malagueña Anni B Sweet para interpretar a dúo un éxito de Los Ronaldos que el público sigue demandando en los conciertos, “No puedo vivir sin ti”. Fue uno de los momentos que dejaron mejor sabor del festival como la actuación de los raperos sevillanos SFDK, “magnificos” según muchos de los asistentes, Niños Mutantes que pusieron música a los versos de Rafael Alberti con una versión rockera del himno antifranquista “A galopar” o las bulerías de Juanito Makandé.
Todos contribuyeron a caldear el ambiente y a soportar mejor la humedad y el frío de la noche. Los granadinos Lori Meyers, cabeza de cartel del festival, desplegaron el que quizá ha sido el mejor espectáculo de luz y sonido del evento y arrancaron vítores y aplausos cuando entonaron el tema “Todo es de color” de la mítica banda Triana como ya hicieran en el malogrado festival Territorios Sevilla en 2012.
Lo cierto es que, pese a las contrariedades meteorológicas, Interestelar no defraudó. El festival de música en directo más importante de Sevilla, y uno de los primeros de Andalucía, cumplió a rajatabla los horarios de los conciertos y mantuvo un altísimo nivel de luz y sonido en los escenarios. Dos maratonianas jornadas con cerca de medio centenar de conciertos pensados para atraer a todo tipo de público, desde veinteañeros hasta aquellos que crecieron con los temas de Kiko Veneno o Los Ronaldos. También familias con niños, con entrada gratuita hasta los diez años, y para los que la organización había desplegado una carpa, “Pequeña escuela de astronauta” en la que podían disfrutar de la música y “relajarse con un programa de animación” adecuada a su edad.
En total, el Interestelar ha dado empleo a cerca de cuatrocientas personas y, según los organizadores, tendrá un impacto económico en la ciudad de Sevilla de cerca de nueve millones de euros. Un año más en el antiguo Monasterio de la Cartuja se instalaron una veintena de food truck, furgonetas de comida rápida que, en su mayoría, viven de festival en festival. “Somos de Jaén y llegadas estas fechas pasamos más tiempo fuera que en nuestra casa. De aquí a septiembre nos esperan otra veintena de festivales”, aseguraba Antonio tras uno de los puestos de bocadillos.
Retratistas del instante
Entre tanta marabunta de festivaleros llamaba la atención una veintena de personas que, carboncillo en mano, silueteaban a los artistas en sus cuadernos desde el foso del escenario. Eran ilustradores de la asociación sevillana Garabattagge que, por segundo año consecutivo, se dedicaron a realizar un reportaje gráfico de los conciertos. Como los dibujantes de los juicios americanos, “pero un poco más agradable”, aseguraba con gracia Aurora Villaviejas, una de las ilustradoras. “La fotografía muestra un momento estático, el dibujo muestra una sensación”, defendía. “Los festivales son diversión, una fiesta de luz y sonido, un sitio donde la gente se lo pasa bien y a mí me gusta dibujar eso”, aseguraba mientras mostraba sus ilustraciones de Kiko Veneno o Ángel Stanich. “Me gusta la inmediatez del dibujo, te permite mostrar justo lo que está pasando, transmitir la sensación que estás viviendo”.
Todos los dibujos serán compartidos en las redes sociales por la asociación Garabattagge, formada por ilustradores profesionales y amateurs. Retratistas plásticos de la sociedad sevillana del siglo XXI.