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Yerai Cortés, guitarrista flamenco: “La privacidad está a veces muy sobrevalorada”

Un joven guitarrista, unos padres separados, una herida familiar que escuece a través del tiempo y la necesidad de expresión de las emociones y la reconciliación. Así podría resumirse La guitarra flamenca de Yerai Cortés, el debut como director del cantante Antón Álvarez, más conocido como C. Tangana, que llega esta semana al Festival de Huelva de Cine Iberoamericano como parte de un largo periplo promocional. 

La cinta, que tiene como personaje central a Yerai Cortés (Alicante, 1995) e impulsa también el lanzamiento de su primer disco, cuenta con la participación de otros artistas flamencos como La Tana, Farruquito, Remedios Amaya o Israel Fernández, pero también desvela aspectos más o menos íntimos de Miguel y María, los padres del joven músico alicantino, así como de su pareja actual y su expareja. 

No obstante, Cortés, a quien el espectador ve en el largometraje regresando a su barrio, tocando en la plaza en la que solía hacerlo en sus inicios o reencontrándose con sus amigos, recalca que “el protagonista de la película no es el guitarrista, sino la guitarra y lo que cuento con ella”. El proceso ha sido la hostia, todo un aprendizaje muy nutritivo por lo que todos aportan. Yo soy flamenco, pero en la película hemos querido contar una historia“, explica.

Naturalidad ante la cámara

Cuando se le pregunta por los riesgos de la sobreexposición personal, propia o de su gente, responde con sobriedad: “No suelo hacer cosas que estén calculadas, me meto en muchos fregados y solo pienso en sacarlos para adelante. En algún momento me lo he llegado a plantear, ‘hostias, se está contando mucho de mí’. Pero bueno, no es de mí, es una historia que nos toca a todos. Están mi padre, mi madre, cada uno tenemos nuestra vida. No quería que les afectara a ellos y, al mismo tiempo, si iba a contar mi historia, tenía que decir de dónde vengo, y eso es lo más hermoso que hay”.

“El único miedo que tenía”, agrega, “era que las cosas se torcieran”. Y confiesa: “La película nos ha enseñado que cada uno tiene su argumento, todos hemos vivido la misma historia desde una mirada distinta, y es bonito abrazar eso. Para mí es una película de amor y de aceptación a las cosas que uno tiene. Y me ha enseñado que la privacidad está a veces muy sobrevalorada, luego contamos en historias de Instagram lo que hacemos por la mañana, lo que hemos comido, bebido, cuando vamos al gimnasio… A cada persona le nutre más una cosa u otra. A mí me ha hecho conocerme más y conocer a mi familia”.

Lo cierto es que Yerai Cortés exhibe una insólita naturalidad ante la cámara, casi como si hubiera nacido para ello, tanto o más que para arrancar notas a su sonanta. “Cuando estaba haciendo la película, lo único que pensaba era que tenía una cámara en frente, quería decir algo interesante y salir guapo. Había momentos entonces en que me olvidaba de la cámara, todo pasaba a un segundo plano. Y no ha sido un proceso corto, ha durado tres años: las primeras veces estás más incómodo, te cuesta concentrarte, hasta que llega un día en que empiezan a grabar y vas directo al grano. Todo lo contrario que con la música, que cuando se pulsa el rec empiezan a temblarme las manos. Eso no me ha pasado con el cine”, reconoce el guitarrista.

En busca de una identidad

Por su parte, Antón Álvarez, quien se hizo acompañar de Cortés en una de sus giras, evoca que “todo empieza porque voy a una fiesta, conozco a Yerai, me enamoro de él y a partir de ahí empezamos a trabajar. Como artista siempre he usado mi vida. Aquí no se trata de la mía, y la responsabilidad es distinta. Yo estoy harto de mí mismo, y en ese sentido este proyecto ha sido muy liberador, había algo de salvación para mí en él”, cuenta el cantante.

“Siempre estoy en busca de una identidad”, prosigue C Tangana. “Era un tío que no sabía de música y hago música, nunca me había puesto detrás de una cámara y he hecho una película. No sé qué será lo próximo, pero sí estoy seguro de que el flamenco me va a acompañar mucho tiempo”.

En este sentido, subraya que “en el cine hay que picar más piedra que en la música, pero en esta primera aproximación he sentido un abrazo absoluto. Todas las artes tienen algo de snob, parece que se pierde valor si se dice que todo está bien… Pero a mí me han abierto los brazos, me han dado consejos y, a la hora de rodar, todos los profesionales se han dejado llevar por mí. De todo ello me llevo una lección: ahora, cada vez que vea a un actor que se quiera convertir en rapero, prometo decirle: no pasa nada, ¡inténtalo!”, ríe. 

Tanto en el cartel como en las imágenes que sirven de introducción y de colofón al filme, puede verse un cohete proyectándose hacia el firmamento. “Puede tener un doble sentido”, explica Yerai Cortés. “Hay quien lo ve como lanzamiento de mi carrera, pero el cohete es también un objeto que nos comunica directamente con lo celestial. Subes y te conectas con quienes están ahí, y yo prefiero quedarme con esa lectura”, manifiesta.

Sobre sus expectativas con la película, no tiene dudas: “Tío, yo lo que quiero es tocar la guitarra y seguir contando historias, lo que me pasa o lo que me puedo inventar”, asevera. “Lo que pueda hacer para que este sueño se cumpla, voy a hacerlo, porque creo que no he nacido para otra cosa”, sentencia.

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