Hay un libro para empezar: La guerra civil española, de Hugh Thomas. Y a partir de esas páginas se abre el conflicto bélico en todo su carácter poliédrico. Casan en la recomendación el hispanista Ian Gibson y el escritor Arturo Pérez-Reverte. Coinciden, también, en el ciclo ‘Letras en Sevilla’ que ha religado la literatura con el trágico pasado reciente del país.
“Todo lo que ocurrió en Paracuellos fue atroz”, apunta Gibson. “La influencia rusa” fue “preponderante”, clave, en cómo se organizó “aquella matanza sistemática de presos falangistas, de derechas, que fue un movimiento de terror”. Tira Reverte: “la guerra civil es también un ajuste de cuentas de esa vileza que el español tiene en la sangre desde siempre”.
Pero el franquismo “fue un régimen terrorista”, arroja el profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, Antonio Molina Flores. Disparan las tres voces en el debate organizado como homenaje a Paul Preston. El autor de El holocausto español –ausentado por “razones de salud”– ha sido la base de una mesa titulada ‘Voluntarios, periodistas, hispanistas: extranjeros bajo el fuego’.
Las jornadas ‘Letras en Sevilla’, sobre literatura y guerra civil han contado además con la participación del historiador Juan Pablo Fusi, el guionista e ilustrador Sento Llobell y la escritora Almudena Grandes. Los ponentes de las jornadas –con el respaldo de la Fundación Cajasol– combinan “una aproximación rigurosa a los hechos históricos” y una “decidida vocación divulgativa”, según la organización.
De Orwell a Hemingway pasando por el Quijote
Con la percha de Preston, tanto Gibson como Reverte y Molina han desarrollado aquella “visión romántica” que traían en la mochila muchos de los que acudieron a la guerra civil española. De las Brigadas Internacionales a los “voluntarios forzados” de las tropas italianas o nazis. Periodistas y escritores, caso de Ernest Hemingway, George Orwell, John Dos Passos, Pablo Neruda… y un escenario cargado de actores anónimos.
Esa atracción intelectual, ideológica, germina incluso antes del golpe de Estado contra la República en España. “En el siglo XIX se descubre que en occidente hay una parte de oriente, como Granada”, dice Ian Gibson. Refiere Cuentos de la Alhambra de Washington Irving o incluso “la influencia del Quijote como inspiración para las aventuras que pueden vivirse en España”.
“Todo eso hace ver la guerra civil de un modo romántico”, según Reverte. Y apostilla: “no todos estaban en el lado republicano”. Vienen persiguiendo un sueño idealista y profesan una suerte de “admiración hacia los combatientes” sumada al “desprecio” hacia la “manipulación” y las “discordias” de retaguardia. “Aunque muchos”, asegura, “acaban siendo fusilados por sus propios compañeros”.
Los hispanistas primigenios acaban sumando una “profunda decepción” que marca el desarrollo de sus obras. De aquellos nombres, el relevo lo toman Gibson, Thomas o Preston. “Crean una mirada lúcida y dan un contrapunto muy útil para ver la guerra civil desde fuera”, en palabras del escritor y periodista. En este proceso destaca Ian Gibson la importancia de la editorial Ruedo Ibérico y los títulos que publica, como El mito de la cruzada de Franco de Herbert R. Southworth o el propio volumen del recientemente fallecido Hugh Thomas.
La teoría franquista del exterminio
“Preston sale de una cepa, de unos conocimientos previos y recoge todo aquello”, abunda el profesor Antonio Molina. Continúan el legado de quienes llegaron a la península ibérica “con todas las ganas de vivir” y encontraron “el terror sistemático”. Tiene claro que el franquismo “fue un régimen terrorista” que aplicó la “teoría del exterminio” frente a una “violencia casual, más anárquica”, no organizada, en la zona republicana.
“Pero mataron igual, 8.000 curas muertos y unos 8.000 maestros muertos”, ejemplifica Arturo Pérez-Reverte. “Mataron igual”, como paradigma de la equidistancia y el franquismo sociológico. Responde Molina: “Preston cifra en tres veces más los muertos por los golpistas (150.000 por 50.000 en números redondos), y habla del holocausto español, de ese afán de destruir al enemigo que se ensaya en la guerra civil española”.
La teoría del exterminio es un intento de “acabar con el principio de la Ilustración que no tuvimos y una vuelta al imperialismo” que según Reverte el franquismo “no se lo inventa, lo resucita”. “”Frente a esa España burguesa hay otra que siempre ha estado ahí, la oscura, la del confesionario, la Inquisición…“. ”Resortes“ que toca Franco. ”Al precio del exterminio del adversario ideológico“, apuntala Molina. ”Ese cainismo es muy español“, remata el escritor. Esa ”vileza que el español tiene en la sangre desde siempre“ y aviva el ”ajuste de cuentas“ que fue la guerra civil.