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Los Tres Calderos: mago por un día (aunque sea mientras comes)

El cocinero y propietario Adam Sánchez sentado en una de las salas del restaurante 'Los Tres Calderos'

Mar Bassa

Fuengirola —

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Esa carta que nunca llega cada primero de septiembre. Ese sobre, algo más grande que los comunes, de color sepia y de procedencia misteriosa. En él, un sello. Empieza el nuevo curso en la escuela de magia más conocida del mundo. Pero que no se reciba no quiere decir que uno no pueda descansar del mundo muggle (el de los no magos) por un momento. Hay un lugar en España que aguarda la visita de los fans de la saga mágica más seguida a nivel mundial, Harry Potter, como si estuviera en la calle más famosa del ese mundo fantástico: el callejón Diagón. Pero donde está, en realidad, es en Los Tres Calderos, un restaurante que abrió el 13 de enero de este año en la localidad malagueña de Fuengirola. El primero de Andalucía en adentrarse de lleno en el mundo de los brujos.

Sin necesidad de “polvos flu” para transportarse, al entrar en el local suena la música que acompaña a la saga cinematográfica. Parece no haber techo, sino una noche estrellada con alguna nube como en el comedor del colegio mágico de Potter. Quizá aguardando a la llegada de los hermanos Weasley en su Ford Anglia volador. A la derecha, la barra con una estantería llena de pócimas. Cuatro paredes de ladrillo y piedra recrean la fantasía. Se cuela la luz del sol por vidrieras de color verde, amarillo, rojo y azul, los colores de las casas de la escuela de brujería. Imposible no sentir que estás allí, en Hogwarts.

En no más de cien metros cuadrados, divididos en cuatro espacios a elegir, según la casa a la que se pertenezca, Adam Sánchez ha conseguido crear un ambiente mágico en el que envuelve a las personas que van a comer. La idea se gestó cuatro años atrás, cuando Sánchez empezó a estudiar Cocina. Como le gusta tanto este mundo mágico y las temáticas, lo combinó para su proyecto de fin de grado. Entonces tenía pensado un restaurante en el que combinase dos mundos y se pudiera pasar de uno a otro. Al final ganó la batalla la saga de Harry Potter.

Dobby, el elfo libre más querido por los fans, preside el local en la pared derecha, junto a un árbol. A sus pies está la carta, que parece un pergamino que hay que desenrollar. Este personaje sujeta un calcetín con la bandera del colectivo LGTBI y tiene otros dos colgados en un cartel que pone “Free Dobby” como signo de libertad, ya que, como recordarán los lectores, fue precisamente a través de un calcetín como el elfo dejó de ser esclavo.

Detalles y decoración hechos a mano

Sentados en la sala común de la casa Gryffindor, al lado de la chimenea junto con sillones rojos y una bandera con el nombre de la casa, Adam Sánchez explica que se han encargado de cuidar cada mínimo detalle. Miraban con qué se hacen las pociones para recrearlas, aunque no todo exacto. “No íbamos a poner hígado de rata”, bromea y carcajea. Pero no están hechas con cosas aleatorias: en una hay palomitas para simular que son cerebros, otra tiene un pelo de verdad porque la original se elabora así. Aunque estos detalles no se aprecian desde la barra por la cantidad de botellas que hay.

Él y los amigos que le ayudaron se levantaban por la mañana y tenían su propio horario mágico desde las nueve de la mañana hasta la medianoche. Por ejemplo, si les tocaba hacer pociones, miraban las recetas y las recreaban buscando plantas. “Imagina el nivel de frikismo, pero nos lo pasábamos superbién porque parecía que estábamos en clase de verdad”, asegura asintiendo con la cabeza.

Adam, con un gorro negro de cocinero y un traje también negro, como su pelo, esconde un secreto. Pese a que la decoración parezca comprada en alguna página para fans, la realidad es que está hecha por ellos mismos. Sin ir más lejos, señala con su pulgar derecho hacia atrás, a la pared de la chimenea de la casa roja, que antes era una caja donde guardaba su monopatín.

Los cuadros, como el que hay sobre el del director de centro escolar mago, Dumbledore, los imprimieron. El huevo de dragón verde de la estantería a su derecha está hecho con chinchetas. Parece una cáscara real y pasa desapercibido ese detalle hasta conocer el dato. Los sillones rojos eran de la casa de su abuela, ahora pintados. La mandrágora, aquella planta que grita, es plastilina con papel de aluminio por dentro. Nada de eso está a la venta, ya que le dedicaron más de dos meses de trabajo.

Terminaron antes de hacer la decoración que de encontrar un local. A Dobby lo hizo un joven que hace figuras en 3D. Les llegó la forma del elfo con una masa negra y a piezas, lo reconstruyeron y una maquilladora profesional lo pintó. También el techo. Todo a mano. Los muebles los compraron en la Fundación Cudeca porque están a favor de la política de reciclar, reutilizar y ayudar.

Atmósfera mágica hasta en la carta

Gyozas de hipogrifo, babosas carnívoras o la hamburguesa Fred y George (en honor a los gemelos más traviesos) son algunos de los platos que ofrecen. Los nombres están elegidos con intención: el basilisco por ser solomillo y tener forma de serpiente; el pastronus es un juego de palabras entre la pasta y el encantamiento protector Patronus. “¿De qué vale que pidan un solomillo con patatas si queremos estar sumergidos en una atmósfera mágica?”, pregunta el gerente mostrando las palmas de las manos sobre la mesa de madera marrón. La oferta está adaptada para que celiacos, intolerantes a la lactosa y veganos no se queden en el mundo muggle (no mago)

También juegan con los clientes para agrandar la experiencia. Tienen un plato en honor al armario que muestra los miedos de los estudiantes de magia, el Boggart. Como hay que enfrentarse al miedo de uno mismo, no se le dice qué plato es. Puede ser un entrante, un postre, carne, pescado o verduras. No solo es un plato al día misterioso, sino que son varios; es decir, pueden pedir esta opción cinco personas y que sean distintas unas de otras. Además, también ofrecen la bebida estrella de la saga, la cerveza de mantequilla. Elaboran cuatro litros al día y nunca pasan de la media tarde.

La carta va a ir variando y su intención es que la conformen los clientes fijos con sus platos favoritos y quitar los que menos gusten. El fuengiroleño de 27 años tiene el libro de recetas mágicas y sale siempre a preguntar qué les parece la comida porque le da mucha importancia a interactuar con la gente y tener cercanía.

Por cada pedido, en el ticket se escriben los datos del cliente para entrar en un sorteo de algún elemento decorativo y se introduce en una imitación del cáliz de fuego (otro elemento fundamental de la historia de Potter). El ganador se sentirá como en el mismo concurso entre escuelas de magia, donde se enfrentan entre sí y compiten por llevarse la copa.

Planes de futuro

Por ahora solo hay mesas en el interior, pero en los próximos meses tienen pensado abrir la terraza. No una convencional, por supuesto, sino que parezca el campo del deporte de quidditch, el deporte rey en el mundo mágico; para ello, se delimitará el espacio con los aros y pondrán un césped artificial, al igual que en el original. También han pensado organizar un trivial y que el premio sea algo decorativo del propio local.

Otra de las ideas, cuando haya menos demanda, es hacer talleres por la mañana para aquellos que quieran aprender a hacer objetos de la saga y tendrán un menú cerrado aún por concretar. Además, el cocinero ha destacado la idea de hacer actuacionesaunque los trabajadores ya cumplen con eso, mejor en el exterior por tema de espacio. Ya vino el Centro de Danza de Torremolinos a bailar ataviadas como si fueran el grupo de magas de la escuela francesa que aparece en uno de los libros.

Siete en plantilla

Son siete en plantilla: él, un amigo, su pareja, una empleada, su hermano que a veces va a ayudar y sus padres. Pero no contaban con que tendrían tantos visitantes y esperan aumentar la plantilla porque “no dan abasto”. Tanto es así que tienen todos los fines de semana completos hasta abril. Aun siendo miércoles, tienen la agenda llena. Hay que reservar para asegurarse de que tienen sitio.

En el día que se ha hecho esta entrevista, al menos cinco de las mesas ocupadas eran de gente que venía desde fuera de Málaga: Cádiz, Almería, Granada… Todos los magos de Andalucía quieren ir y probar la experiencia. Incluso los muggles. “Vienen muchas personas y son un poco impacientes”, admite Adam Sánchez, y lamenta decirles que no tienen sitio. Le pasó con un grupo de quince personas que venían desde Granada sin reservar.

No dan abasto con la afluencia de comensales, tienen todos los fines de semana completos hasta abril con reservas

El dueño de este restaurante es de la casa de Slytherin (la que se identifica en verde y con una serpiente y que tiene una fama dudosa ya que el villano de los libros pertenece a esta casa). De hecho, se considera más un mortífago (los malos de la saga) y tiene tatuada la marca tenebrosa en su cadera derecha. Sonríe al verlo. Es una serpiente con cabeza de calavera de color negro y con toques verdes. Su película favorita es la tercera, Harry Potter y el prisionero de Azkabán, porque sale un hombre lobo y le encantan. ¿Su personaje favorito?: “¿De verdad quieres que conteste?”. Sonríe y hace una leve pausa.

Voldemort.

Tanto es así que va a crear las manos del Señor Tenebroso. Pensaba ponerlas en el baño, como si estuviera apareciendo, pero ya es bastante oscuro y a los niños les daría miedo. Para entrar, hay una puerta con el letrero del famoso andén 9 y tres cuartos. En las paredes hay pegadas páginas del periódico del mundo mago. Hay un espacio adaptado para las personas con discapacidad, el otro es mixto y tiene una frase terrorífica pintada de una de las escenas de las películas.

Los brujos andaluces ya no tienen que irse lejos para vivir una experiencia mágica, aunque sea por un par de horas. Pueden sentarse relajados y disfrutar en las salas comunes de la casa a la que pertenezcan, como si fueran parte de los libros o las películas, y dejar de ser muggles para dejarse llevar por la fantasía.

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