El premio Biblioteca Breve, que a lo largo de su historia ha reconocido a figuras como Mario Vargas Llosa, Juan Marsé, Carmen Martín Gaite o Guillermo Cabrera Infante, recayó este año sobre un joven escritor almeriense desconocido para el gran público, Juan Manuel Gil, su novela Trigo limpio. Una vez publicada la obra por Seix Barral, el éxito de crítica y público no se ha hecho esperar.
Atrás queda una paciente trayectoria que arrancó con Guía inútil de un naufragio –Premio Andalucía Joven de Poesía– y siguió con las novelas Inopia, Las islas invertebradas y Un hombre bajo el agua, así como los libros Mi padre y yo. Un western e Hipstamatic 100. “Ha sido un camino tranquilo, sereno, constante, pero siempre con el mismo rigor”, afirma Gil. “Con este premio llegamos a una estación importante, pero cambiamos de trayectoria. Hay un giro que me permite llegar a más librerías, y por tanto a más lectores. Pero la tarea de la escritura cambia poco, el camino ha sido siempre el mismo. Ojalá que el lector que encuentre entusiasmo en este Trigo limpio quiera acercarse a mis otras obras anteriores, algunas descatalogadas”.
En todo caso, toca ocuparse de la que ya se perfila como una de las novelas españolas del año. Española y andaluza, en concreto ambientada en un espacio tan olvidado por la narrativa contemporánea como Almería. “Yo lo hago con toda naturalidad. Es el espacio donde me muevo, y uno al final escribe sobre los lugares donde se siente confuso, se pierde y se encuentra”, comenta. “No pretendo reivindicar nada con ello, ni lanzar un grito desde la periferia. Es el lugar que ocupo y que ocupa mi literatura. Y lejos de quejarme por vivir aquí, trato de hacer de esa condición una virtud. Almería es un lugar tan bueno como cualquier otro para proyectar mi relato”.
El aeropuerto contra el barrio
La historia arranca con la ampliación del aeropuerto almeriense y la amenaza que ello supone para una barriada, cuyos vecinos se ponen en pie de guerra. ¿Arranque de novela social? Solo en apariencia: “Es difícil abstraerse de lo social en una historia sobre la infancia, con un barrio de extrarradio como escenario. Pero mi motivación es mi amor por la literatura, la fascinación por los libros que ha marcado mi trayectoria como lector y como escritor. Eso lo mueve todo”.
Un juego de verdades y ficciones en el que el lector se ve rápidamente involucrado. “La literatura que me interesa es la que no es trigo limpio, como dice el título. La que mezcla los granos de la realidad con los de la fabulación”, asevera. “Hay personajes que esconden secretos, relatos manipulados, el autor juega a confundir al lector haciéndole creer que la figura del narrador y él son la misma persona. La literatura tiene un punto lúdico, de diversión, que me permite pasarlo muy bien y me permite pensar que el lector también puede sentirse así. Pero más que jugar con él, quiero ganarme su confianza y su complicidad”.
“Durante toda la novela, me empeño en hablar de cómo se está escribiendo la propia novela”, prosigue Juan Manuel Gil. “Por eso insisto e insisto en que es una novela, una obra de ficción. El lector se resiste a ello, quiere saber cuánto hay de realidad y de ficción, cuando en el fondo eso importa muy poco. Lo que importa es la verdad literaria”.
Para el almeriense, “hablar de memoria, como hace el narrador de Trigo limpio, se supone que es un plano de la realidad, pero resulta más bien un plano de la ficción. Uno y otro no se repelen, o al menos a mí me parece que intentar oponerlos es un ejercicio más bien empobrecedor. Creo que es más divertido ponerlos a jugar en la misma dirección”.
Humor de alto vuelo
Admirador de muchos de los autores que le han precedido en el palmarés del Biblioteca Breve, desde el propio Marsé a Juan Bonilla, Gil define este galardón como “un sueño” dirigido a aumentar su público. “Es un libro lleno de otros libros, que el lector puede ir armando, recorriendo pasadizos, conexiones con otros libros… Sirve igual para el lector que quiere evadirse de lo que le rodea, como de aquel que quiera exigirse un poco más”.
A la hora de citar sus influencias, el escritor habla de “dos esferas que hago colisionar como si fueran dos galaxias: por un lado, el tono humorístico de las novelas de Antonio Orejudo, y por otro el afán de adentrarse en la literatura de Enrique Vila-Matas. Me sentiría muy cómodo posando entre ellos para una foto de familia”, añade.
Porque Trigo limpio es, entre otras cosas, la enésima demostración de que el humor no está reñido con la literatura de alto vuelo. “La ironía y la parodia están tan presentes en nuestra tradición cervantina, que no me explico cómo sigue relacionándose el humor con la superficialidad. Creo que eso es un drama en un país que ha dado el Quijote, la Celestina, Tres sombreros de copa o las aportaciones más recientes de Santiago Lorenzo o del propio Orejudo”.
Por último, y una vez consagrado el novelista Juan Manuel Gil, cabe preguntarse qué dice de todo este éxito el poeta que lleva dentro. “El poeta siempre pelea por que se le dé su lugar en cada una de mis novelas. A veces se impone, pero luego tiene que volver el novelista y pasar el cortacésped”, sonríe. “Creo que en todo lo que hago hay un peso poético, en la adjetivación, en la sugerencia, y todo se debe a ese lado poético al que no puedo renunciar. En cuanto a los versos, quién sabe si saldrán los poemas que se van acumulando en mis cuadernos”.