“Esto parece de ciencia ficción” es quizá una de las frases más repetidas desde que estalló la crisis de la COVID-19 y se decretó el consiguiente estado de alarma. A la memoria de muchos regresaron lecturas adolescentes –y no tan adolescentes– de virus devastadores, sociedades confinadas, oscuras distopías y remedios sorprendentes. Pero, ¿supo de veras vaticinar la literatura lo que se nos venía encima? ¿Podemos aprender algo hoy de aquellas fantasías?
“Quitando los libros de temática zombi, que ya son una pandemia literaria en sí misma, la ciencia ficción ha tratado el tema que nos ocupa en múltiples ocasiones”, confirma el gaditano Rafael Marín. “Las que nos pillan más cerca en el tiempo son La danza de la muerte, de Stephen King, que hace más de cuarenta años vio cómo una ‘simple gripe’ apodada el Capitán Trotamundo se cargaba a casi toda la humanidad y nos contaba en mil páginas los intentos de los supervivientes por reconstruir, de aquella manera, a la civilización”.
“Lo hacían posicionándose ideológicamente, quizá como nosotros, en dos bandos, de ahí el título original del libro The stand: El enfrentamiento. Los buenos junto a una anciana negra, la madre Abigail, y los malos junto a un Hombre Oscuro que uno, hoy, imagina con tupé rubio”, añade el autor de títulos de referencia como Lágrimas de luz, Unicornios sin cabeza u Ozymandias.
Viaje a la Peste Negra
Y añade un título más a la lista: “El otro gran libro que trata una pandemia en la ciencia ficción es El libro del Día del Juicio Final, de la autora Connie Willis. En el futuro cercano, los historiadores viajan en el tiempo para ser testigos de los hechos, aunque en teoría saben que no pueden alterar la historia. Un fallo en la programación del sistema envía a la chica protagonista no antes de la Peste Negra del siglo XIV sino justo en el meollo. La narración de los efectos de la peste es desoladora. O sea, que esto que estamos viendo no nos pilla de nuevas... al menos en vivo y en directo”.
Gaditano como Marín, Joaquín Revuelta, confirma que Willis es quien “nos puede ayudar de verdad… y también agobiarnos” con “esa obra maestra”. En ella, “una joven historiadora, lanzada al pasado para un estudio académico, se ve atrapada en mitad de la epidemia de peste negra del siglo XIV, sin posibilidad de poder ayudar a nadie y estando ella misma vacunada contra la enfermedad”, resume. “Es un libro que nos plantea la lucha entre la mente de una persona del siglo 21 y la imposibilidad de hacer nada contra un virus invisible y letal, que es lo que estamos pasando muchos durante este encierro”.
El autor de la novela Esperando la marea suma otras lecturas a este apresurado recuento: “Muchos libros de ci-fi han tratado el tema de las pandemias, aunque normalmente estas acaban con la humanidad casi al completo. Tenemos la excelente Soy Leyenda, de Matheson, o la muy interesante Guerra Mundial Z, de Brooks (que no tiene nada que ver con la peli) y la inmensa Apocalipsis, de Stephen King. Todas son honestas y describen bastante bien lo que ocurriría”, concluye.
Carácter visionario
Una de las jóvenes voces consolidadas en la ciencia-ficción española, Diana P. Morales, opina que cierto carácter visionario es inherente a este oficio. “Como escritores de ciencia-ficción, parte de nuestra tarea es prever qué escenarios se le pueden presentar al ser humano y la sociedad en un futuro. En mi novela Voces en la ribera del mundo (Premio Guillermo de Baskerville de novela 2019), los protagonistas se enfrentan al fin de la civilización por el cambio climático y, precisamente, a una pandemia. Yo misma, ante los acontecimientos actuales, me he sorprendido por algunas coincidencias: el virus mata sobre todo a la población mayor de 50 años, por ejemplo, y se plantean muchas encrucijadas, como ahora, por el choque -evidente aquí y en mi novela, sobre todo en EEUU- entre la economía de mercado y el bien de la humanidad”.
“Hay más novelas con pandemias”, agrega Morales. “Recuerdo ahora Estación Once, de Emily st John Mandel, o Apocalipsis, de Stephen King: los escritores de ciencia-ficción sabíamos que era una gran posibilidad, sobre todo con el abuso de los antibióticos y el probable surgimiento de súper bacterias o con el derretimiento de los glaciares por el cambio climático, que pueden despertar virus y bacterias ahora desaparecidos. Eso sí, tanto en esas novelas como en la mía la letalidad suele ser mucho más alta y el caos que se provoca, mucho mayor. Quizá por eso ninguno de nosotros había pensado en consecuencias como el acopio de papel de WC o la locura de hacer pan… La realidad a veces supera a cualquier ficción”.
Lo cierto es que la ciencia-ficción ha demostrado ser, más allá del entretenimiento, una forma de literatura comprometida con la salud pública y la conservación del planeta. Covadonga González-Pola, autora de El bosque de Sleipnir, clasificada como “ciencia ficción climática”, explica que “hay una vertiente de la ciencia ficción ecologista que se conoce con el término greenpunk, en la que se plantea que el ser humano, por fin, aprendió a vivir en armonía con su entorno, de una manera no solo respetuosa, sino formando parte de ella. Todas estas historias tienen en común que la especie humana tuvo que llevarse una gran bofetada en forma de catástrofe que nos hizo darnos cuenta de que no podíamos seguir como hasta entonces”.
¿Consecuencias positivas?
“Este es un tema que ha resurgido en las conversaciones con autores en las últimas semanas con una nueva perspectiva: ¿Es este el detonante que nos llevará a la revolución greenpunk que estábamos, por decirlo de alguna manera, esperando? Evidentemente ninguno de nosotros deseaba lo que está ocurriendo, pero intentamos plantearnos si a futuro tendrá consecuencias positivas y si podremos aprender de ello”, añade.
“En el último año han sido varias las iniciativas literarias en nuestro país que han dejado de mirar a los futuros oscuros y a las distopías para buscar mundos, aunque realistas, más positivos y cercanos a lo utópico. La ciencia ficción nos avisa de muchos problemas que podrían ser desastrosos si se nos van de las manos y está claro que, entre ellos están las pandemias. No obstante, creo que también es bueno que los autores estemos empezando (o volviendo) a escribir para proponer soluciones. Hace unos meses Francia empezó a contratar escritores de ciencia ficción para plantearse qué escenarios de naturaleza bélica eran más factibles. Ahora nos vendría bien hacer una consulta a propuestas en positivo y tal vez aquí podríamos ser pioneros. Desde luego, vamos a necesitar todas las posibles propuestas que nos encarrilen hacia un futuro mejor”.
“Los momentos de crisis históricas siempre hacen pensar en qué tipo de sociedad surgirá después”, explica Pablo Campos, codirector de la editorial especializada Triskel, desde Sevilla. “Eso lo es lo que hacemos los escritores y editores de ciencia ficción: imaginarnos de mayores. Para ello, lo habitual es coger elementos de nuestra sociedad actual y agudizarlos, llevarlos al extremo por el temor a algo externo, un prejuicio irracional o la conveniencia de un grupo”.
“En estos últimos años he reflexionado mucho sobre la sociedad cada vez más individualizada que tenemos, y que ahora se encuentra aislada, con prohibiciones expresas al contacto y la cercanía. ¿Hará esto que aceleremos una tendencia irremediable hacia el individualismo radical, de la mano de la tecnología, o nos servirá para añorar al grupo, a la fuerza del ”todos unidos“? Un buen autor de ciencia ficción deja que los lectores tomen sus propias conclusiones. Así que, bueno, ya veremos qué pasa”, apostilla.