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Adiós al poeta malagueño Paco Cumpián, el último tipógrafo a plomo del sur de Europa

Paco Cumpián en un fotograma del documental '(A)plomo' de Soledad Villalba y Pablo Macías

Alejandro Luque

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“La poesía no es una puta ni yo el chulo que pretenda vivir de ella”, dejó dicho en una entrevista Paco Cumpián, nacido en Antequera, Málaga, en 1951, y fallecido este viernes tras una vida dedicada a los libros. Poeta, rapsoda, editor, librero, impresor, lo hizo todo en el ámbito de las letras sin dejar de ser nunca un verso libre, un outsider muy querido por colegas y lectores jóvenes y veteranos.

Así, la poeta María Eloy-García escribía de él: “Pueden decirse muchas cosas de Cumpián, pero hay una que resume al poeta y al hombre: la honestidad, muy por encima de las leyes establecidas y de los juicios estandarizados, por encima de lo que se espera y por encima de todas las agujas que marcan lo exacto. Él es maestro y hombre sencillo que goza sobre la piedra el sosegado discurrir del sueño real, mientras, visualiza a su derecha a la muerte tranquila tirando piedras al río. La serenidad le ha dado el nombre exacto de las cosas”.

Se marchó joven a Madrid, donde fue uno de los fundadores de la legendaria tertulia del café Manuela, en compañía de cómplices como Chicho Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, José Luis López-Aranguren o Agustín García Calvo. De vuelta a su tierra natal junto a su compañera de vida, Isabel, compró una imprenta y la mantuvo hasta hace apenas tres años. Durante varios años regentó en Málaga la librería especializada en poesía Árbol de Poe, que fue asimismo un punto de encuentro muy frecuentado por los poetas de dicha ciudad.

Muchas veces no

“Sobrado estoy de mundo/ pero no harto”, fueron dos de los muchos versos que legó Cumpián, a menudo irreverentes, provocadores, incluso gamberros, pero siempre reveladores de una personalidad llena de inteligencia y sentido del humor. Tras el volumen La esquina dorada (2006), que reunía su obra poética escrita entre 1983 y 2006, publicó títulos como El amor se esconde; Mirando hacia otro lado; Cigara Içalmez; Hogaza de mi pan, agua que corre, jinete cabalgando, cebra sola; Hombre parado seguido de Ventura o En el jardín, así como el guion cinematográfico Transiberiano o el texto El rapto de las hormigas.

Los cineastas Soledad Villalba y Pablo Macías le dedicaron en 2021 un documental, (A)plomo, que obtuvo la biznaga de plata en el Festival de cine español de Málaga. En él se recuerdan sus años juveniles en los que la fe en que la poesía podía ser un arma contra el Franquismo se mezcla con el descubrimiento del ácido lisérgico, los viajes iniciáticos a Ibiza, Túnez y la India, y finalmente, la experiencia de la heroína, de la que logró salir aislándose en un pueblo de la malagueña sierra de las Nieves.

Con unos dineros heredados de su padre se compra una máquina de impresión Monipol, que alumbraría innumerables títulos. En la mencionada cinta, Cumpián reconocía: “Yo soy un poco raro en comparación a como todo el mundo se plantea la vida y todo eso. Nadie piensa como yo, ni ha organizado su vida de esta manera. Pero yo no la he elegido, lo que he hecho es continuar un camino, lo que la realidad me ofrecía. Siempre buscando algo, que todavía no sé ni lo que es. Pero he sabido decir no a lo que no me interesaba. He dicho no muchas veces”.

Para su amiga, la poeta Chantal Maillard, “Paco era una de esas personas que no se confunde nunca con un viajero, ni se toma el avión de vuelta. Una persona que ha sabido ser sincera consigo misma, y que cumplió el sueño de su vida yéndose a Marruecos, que era su gran ilusión”.

Un libro y una nieta

En efecto, tras vender la imprenta y su casa de Málaga se retiró hace dos años a Chaouen, donde escribió el poemario Confín. En él, quizá anticipando esa muerte que lo acechaba desde hacía años y que terminó abrazándolo este viernes, escribió estos versos: “Querida muerte / el tiempo / aquel que nos separa // No es que sienta impaciencia / ¿Acaso me ofreces un respiro? / ¿Un misterio detrás?”.

Su último libro, Callejón azul, fue presentado hace apenas unas semanas en el foro Edita de Punta Umbría, dedicado en esta edición al propio Cumpián. Su editor, Uberto Stabile, fue también un gran amigo suyo, y recuerda que “aparte de un grandísimo poeta fuera de los márgenes, era un ser extraordinario, con una vida muy intensa que incluyó alguna época de bajada a los infiernos”.

“Cuando me escribió para mandarme Callejón azul pensaba que iba a ser póstumo, porque su enfermedad estaba muy avanzada y los médicos lo habían desahuciado, pero yo le dije que no, que llegaría a verlo. Y lo mismo ocurrió con su nieta, Lubna: pensó que no llegaría a conocerla, pero nació hace apenas dos semanas, y pudo irse con esa alegría”, confiesa su amigo y editor.

La poeta Aurora Luque despedía en sus redes sociales al colega y amigo con estas palabras: “Con Paco Cumpián se muere parte del alma poética insumisa y libérrima de Málaga. La Málaga de las secretas aventuras de las imprentas, la ciudad de la poesía insobornable, la de los bares nocturnos habitados por el ritual de la voz de los poetas, la del Árbol de Poe amparador. Paco Cumpián, el Fumador de Sueños”.

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