Dice José Pablo García, y lo dice con gracia y modestia no impostada, que en la cubierta de su obra sobre la guerra civil española figura de manera destacada el nombre de Paul Preston y no el suyo. García (Málaga, 1982) recibió en la primavera del año pasado uno de esos encargos que provocan sudores fríos: trasladar a viñetas el ensayo canónico del hispanista británico La Guerra Civil Española. La obra la ha publicado Debate este mes de junio y es algo así como un “ensayo gráfico” en el que el texto descansa sobre las anchas espaldas del historiador (o su reputación), y las imágenes surgen del lápiz de García a partir de fotos, documentos y, alguna que otra vez, su propia imaginación.
El libro arranca con este texto: “En España estaba firmemente arraigada la idea de que los problemas políticos podían solucionarse por medio de la violencia en vez del debate”, y una recreación de Duelo a garrotazos de Goya, porque “cuando hablas de los duelos fratricidas es lo primero que te viene a la cabeza”, explica García.
La obra, dibujada en un bitono anaranjado para dotarla de “empaque”, abarca a partir de entonces desde unos antecedentes que se remontan a Fernando VII y la Pepa hasta la decadencia de Franco. Está construida a partir de un notable esfuerzo de síntesis: 350 páginas del ensayo de Preston, publicado originalmente en 1995, comprimidas en 250 páginas de viñetas.
“Pocas páginas para todo lo que cuenta”, según el dibujante, cuyo principal problema ha sido encontrar en las bibliotecas, en Internet o en los archivos las fotografías que sirvieran de modelo a las viñetas. Hay imágenes grabadas para siempre en la memoria colectiva, como las fotos que Robert Capa tomó de los milicianos de Cerro Muriano, a partir de las que García dibujó la portada, pero los archivos no siempre dan cuenta gráfica de cada episodio histórico. Y ahí el trabajo se complica. Finalmente Preston sólo puso reparos a dos viñetas.
García explica que “se trataba de trabajar al servicio de la Historia”. Por eso el tono es marcadamente documental, especialmente a partir del golpe del 36, y pocas veces se presta a la caricatura, salvo en desencuentros que sólo cabe imaginar visualmente, como las discusiones entre Indalecio Prieto y Juan Negrín resueltas aquí con un estilo que recuerda vagamente al TBO.
Para todo lo demás, poca broma y mucho rigor, porque no importa cuál sea el formato y el medio, las obras sobre la Guerra Civil siguen despertando en muchos más encono que curiosidad por los hechos. García cree que falta mucho por explicar y que el tema no está tan explotado como algunos quieren hacer ver: “No recuerdo cuál fue la última película sobre la Guerra Civil, ni me acuerdo ninguna de este año y no creo que haya más de una o dos al año”.
No Pasarán (Ed. Integral), de Vittorio Giardino, o Los surcos del azar (Astiberri), de Paco Roca, son precedentes claros en el mundo de la viñeta, pero no pretendieron ofrecer una visión totalizadora del conflicto. La Guerra Civil Española de Paul Preston y José Pablo García sí, y eso es en sí mismo una novedad. El objetivo es llegar a otros públicos, que la editorial localiza en “las nuevas generaciones”. “No tiene por qué ceñirse a eso. Conozco a adultos que no tienen una idea tan profunda de la Guerra Civil, e incluso los más iniciados pueden encontrar datos valiosos desconocidos”, añade el autor, que insiste en desligar al cómic de la etiqueta “juvenil” que algunos insisten en colgarle, pese a las evidencias en contra: “Yo cuando trabajo no pienso en el público juvenil sino en el público adulto. Me dirijo al público general, y a la gente que no lee un cómic ni aunque lo maten”.
García se dio a conocer en 2015, cuando publicó una virtuosa adaptación al cómic de la vida de Joselito, el de la voz de oro (Las Aventuras de Joselito, Reino de Cordelia). Aquella obra era una especie de portafolio porque abarcaba casi cualquier estilo (del manga al francobelga, pasando por el cómic de superhéroes), en un recorrido por la mucha vida y más milagros del otrora niño prodigio, guionizado y dibujado a partir de una biografía que encontró en una tienda de segunda mano.
De aquella obra casi artesanal, García ha pasado ahora a explorar la veta poco trabajada de los “ensayos gráficos”: “Acepté con un poco de miedo, porque no creía que fuese a llegar a tiempo. Pero siempre digo que sí a todo”. Nada menos que traducir a viñetas un ensayo de referencia sobre el episodio más traumático de nuestra historia reciente: “Yo soy un adaptador y siempre pensé que estaba en buenas manos”.