Es el problema de poner nombres a los gatos. De llamarles Lenin y Trotski, en concreto. Y de hacerlo cuando el fascismo está gestando una conspiración golpista. Porque esta es la anécdota que rompe la vida de Antonio Bravo. Una historia sobre la guerra civil española y la represión franquista que ha novelado en Exiliado piel adentro su sobrina nieta, Ángeles de la Torre Bravo.
“Al tío Antonio le metieron en la cárcel porque le puso a los gatos Lenin y Trotski, fíjate qué tonto fue”, contaban en casa. “Resumiendo una especie de mito de lo que había pasado”, relata la autora. Antonio acabó preso por sus ideas. Ángeles ha derrotado al “silencio interminable”.
Y España, y Andalucía, necesitan “que se cuenten estas historias ocultas, que han estado menospreciadas. Es necesario”, subraya. “En este libro confluyen muchas formas por las que un grupo social es capaz de soportar la barbarie, pero la que destaca sobre todas es la del silencio”, explica De la Torre.
Exiliado piel adentro: Historia de un médico republicano (Aconcagua Libros, 2019) parte de la Alpujarra de Granada. En pueblos como Mecina Bombarón, por donde hizo vida el médico José Antonio Bravo Martínez. La obra está editada con la colaboración de los Ayuntamientos de Alpujarra de la Sierra y de Bérchules.
“La resistencia del hereje”
En las páginas toma cuerpo “la resistencia del hereje, del que tiene que seguir viviendo aún a costa de que nunca llegue el momento de respirar, de poder contar la verdad”, en palabras de Ángeles de la Torre Bravo, doctora en Bellas Artes y profesora de Educación Secundaria Obligatoria.
Por eso el título: Exiliado piel adentro. Una suerte de ostracismo heredado en cada casa. “Ocultar la verdad, no hablar de lo ocurrido”, expone la escritora, sirve como “excusa” para todo un país que impone “una carga que los de nuestra generación llevamos interiorizada”.
Y esta misma rémora, dice, “nos impulsa a comprender, a desmenuzar los acontecimientos para poder saber quiénes somos y hacia dónde vamos”. Como ella ha hecho. Desbrozar esas conversaciones en voz baja, en la intimidad de la lumbre. Esas historias de mesa camilla que dibujaban al “tío Antonio” como aquel tipo que alzó la bandera bautizando felinos. “Qué tonto fue”, oía Ángeles, siendo niña.
“Yo necesitaba entender”, resume Ángeles. “Había hecho una entrevista a dos personas mayores del pueblo, que ya han muerto, y me contaron lo que ocurrió, cómo la República estuvo hasta el final”, narra. O cómo esta adhesión popular al Gobierno legítimo marcó la represión posterior del franquismo. Y contarlo, después, en forma de novela “para que llegue a más gente”, para cubrir los huecos que sugieren la documentación histórica, los archivos y los testimonios orales.
El médico rural, y rojo
El protagonista del libro es Antonio Bravo. Nació en 1900. Era psiquiatra, en los años 30 trabajaba en el Hospital de Miraflores de Sevilla. Hasta que estalló el golpe de Estado del 36. El tío Antonio trabajó hasta los 78 años de edad. “Con un sueldo estipulado como represaliado y porque no tenía otro medio de vida, no podía jubilarse, ni tener pensión o hacer otra cosa”, asegura su sobrina nieta.
Antonio cayó preso. “Me metí en los archivos militares y un día, investigando, me encontré a José María García Márquez que me contó una anécdota”. Un espía suizo se hizo pasar por quien canjearía presos entre la zona republicana y la rebelde. “Pero fue una trampa”. No llegaron a Portugal.
“Vi todos los papeles, cómo contaban el proceso”, dice De la Torre. “Ni mi familia sabía esto”, cuenta. El tío Antonio estuvo cuatro años entre rejas. Otros cobraron peor suerte: “a muchos los asesinan”.
“Ya en el 40 se acogió a la ley franquista de redención de penas por el trabajo y cogió una plaza, trabajó en Mecina Bombarón, cobrando lo mínimo”. Antonio se convirtió en el médico rural de la zona. “Iba en burro”, por pueblos de nombres como Yátor, Golco o Válor.
“Se ganó a todo el mundo, lo querían”, resume Ángeles de la Torre. “Cuando presenté el libro en Mecina Bombarón, una mujer me dijo que le había salvado dos veces la vida”. Otra historia que quedó: “Si don Antonio Bravo dice que dios no existe, es que dios no existe, porque es el que más sabe del pueblo y si él lo dice es que es verdad”.
Siempre vigilado por las “fuerzas vivas”. Y a cada paso manteniendo firmes sus ideales. “Para muchos era la figura en el pueblo que le abría la visión de otro mundo”, según la autora. El “tío Antonio” mantiene “la esperanza en derrotar al fascismo”. “Siempre”, dice Ángeles.
Las vivencias de los personajes que aparecen en Exiliado piel adentro están “imbricadas con acontecimientos históricos que van desde la guerra de las Alpujarras, la expulsión de los moriscos y la repoblación, hasta la guerra de Cuba, la restauración monárquica, la proclamación de la Segunda República, el levantamiento militar franquista y sus 40 años de dictadura”.
Y los trayectos vitales familiares, con el acicate de la guerra y la dictadura, trazan lazos que cruzan océanos y desembarcan en Mendoza (Argentina) y La Paz (Bolivia). Por esos lares también transcurre la historia del “tío Antonio”, de aquel médico con ideas de izquierdas que acabó señalado, como contaba la leyenda íntima, por bautizar a un gato como Lenin y a otro felino como Trotski.