Juan Carlos Aragón Becerra falleció hace cuatro años, pero su legado parece más vivo que nunca. El Capitán Veneno, como se conocía popularmente a este autor de agrupaciones carnavalescas, no solo sigue siendo recordado a través de sus coplas, sino que también ha sido objeto de varios libros en los últimos años. El último de ellos, Juancarlismo. La palabra disfrazada (El Paseo Editorial) lo aborda desde un ángulo inédito hasta la fecha: la carga filosófica de sus letras.
Su autora, la periodista Sandra Pérez Castañeda (Cádiz, 1972) se familiarizó con la Filosofía del Arte cuando estudiaba Imagen y Sonido, y en cuanto pudo emprendió sus estudios de Filosofía pura. Fue en la Facultad de Sevilla donde la casualidad quiso sembrar el primer germen de este ensayo. “En el retrete de la Universidad había escritas citas de Aristóteles, Platón, Nietzsche y Juan Carlos Aragón”, recuerda. “Me llamó la atención eso, y que todo el mundo lo llamaba poeta, como se denominan a otros autores de Carnaval, pero nadie se refería a él como filósofo, porque es una materia más desconocida para la mayoría”.
Para Pérez Castañeda, Aragón –él mismo profesor de Filosofía en el IES Las Salinas de San Fernando– se distingue de otros autores en el empleo del método filosófico con plena consciencia. “Expone los temas que han preocupado siempre al pensamiento: el hombre, la libertad, Dios son las preguntas fundamentales que plantea la Filosofía. En su caso, creo que todo va dirigido a acercarse a la verdad, quería contar verdad y hacerlo de manera seria. Es algo que se percibe especialmente en su paso de la chirigota a la comparsa, y a medida que va sintiéndose seguro, va metiéndose más y más en esa senda. La lógica de predicados, por ejemplo, muy presente en la Filosofía que estudian los chavales en los institutos, él la brinda a la afición del Carnaval”.
Hacia la libertad
La autora ha logrado extrapolar esta perspectiva a la fiesta gaditana en general. “El Carnaval es filosofía”, asevera. “La ética, por ejemplo, es una constante desde los tiempos de Paco Alba. La narración, el discurso, tienen el mismo componente ético que puede tener una película o un periódico. Y los autores del carnaval, conscientemente o no, tienen esa exigencia ética. El caso que nos ocupa es el de alguien plenamente consciente de que lo que hace trasciende la media hora de actuación en el Falla. Sabe que el arranque de la Filosofía en la Grecia clásica era la oralidad”.
Además, apunta la periodista, “Juan Carlos tenía la filosofía a flor de piel, es algo patente a lo largo y ancho de su trayectoria. Una de las cosas en las que lleva el método hasta el final es la exploración de la libertad. Puede que no seamos del todo libres, nos dice, porque somos sociedad civil, pero hay lugares donde la libertad puede respirarse. El Carnaval es uno de ellos”.
“La evolución de su comparsa”, prosigue Pérez Castañeda, “avanza en este sentido, va de la libertad de palabra a la libertad de acción. Y en ese proceso se encuentra con muchos filósofos, de Hobbes a Erich Fromm. La comparsa Los Condenados es paradigmática en este sentido: vemos a unos prisioneros con las manos atadas, incluso con los ojosa vendados, como una metáfora de la falta de libertad del cuerpo. Ahí está Hobbes. Pero, en cambio, se ejerce la libertad de palabra: llegamos a Rousseau. Puedes estar encerrado, pero la palabra te libera”.
De Platón a Locke
“Además -añade- en esa comparsa habla de que la palabra no debe estar encerrada en el libro, sino en el aire, colarse en la boca de la gente. Es la idea de que el receptor repite el mensaje y se convierte en emisor, es decir, se convierte en legado. Esa es la palabra disfrazada”.
Desde sus primeros éxitos, como Un peasso coro, Los tintos de verano o Kady City, muchos vieron en Juan Carlos Aragón un proceso de intelectualización de ese Carnaval que tradicionalmente había brotado de talentos silvestres, espontáneos, ajenos a la llamada alta cultura. Para Pérez Castañeda, “en el fondo el Carnaval se ha movido siempre en los dos niveles, desde el principio. En Cádiz hay filosofía en cada esquina, un analfabeto puede demostrar una gran sabiduría: la ciudad responde a la idea de Kant de que pensar bien es un talento natural. Y, por otro lado, más salvaje y silvestre que Juan Carlos no lo hay. No sabemos lo salvaje que habría podido llegar a ser de no haber estudiado Filosofía”.
Lo que ha hecho este hombre en el Carnaval no tiene parangón, y no sé si hay conciencia en Cádiz de lo mucho que le debemos
Estudios que, según ha podido comprobar la autora de Juancarlismo, permitían al autor citar con solvencia y naturalidad a Locke en Los Ladrones, y a Erich Fromm al hablar de libertad en Noches de Bohemia. “Con posterioridad a mi estudio, me he enterado de que ya en el primer cuplé que escribió, Juan Carlos citaba a Aristóteles. Y en La Banda del Capitán Veneno cita a Platón y Aristóteles, y se permite incluso poner en práctica lo que se conoce como ironía socrática: atribuir La República a Aristóteles para que el oyente reaccione ante la aparente equivocación”.
Divulgación escolar
Por todo ello, Pérez Castañeda considera que el reflejo de la Filosofía en las coplas de Aragón podría ser muy útil para divulgar esta materia entre los estudiantes. “Me he encontrado con gente muy joven, que llegó a la obra de Juan Carlos cuando era un autor ya maduro. Incluso en Sevilla se hacen trabajos de instituto basados en sus coplas. Es un autor que llega al corazón, intelectual pero también emocional, y que usa todos los métodos a su alcance para transmitir lo que quiere. Lo que ha hecho este hombre en el Carnaval no tiene parangón, y no sé si hay conciencia en Cádiz de lo mucho que le debemos”.
Por último, la autora cree que, en lo que respecta al Carnaval, “a Juan Carlos no le importó morir joven, porque ya había hecho lo que quería hacer. Su función en la vida ya estaba cumplida: vivía por y para el Carnaval. Podría sin duda haber seguido, pero logró que el carnaval cruzara el océano, lo dignificó en el mejor sentido, calló muchas bocas… Era más que suficiente”.