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Santi Fernández Patón: “La potencia que expresó el 15M ha acabado clausurada por la vía institucional”

Santiago Fernández Patón

Néstor Cenizo

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A los protagonistas de A partir de mañana (Editorial Ferragosto) se les prometió el mejor de los mundos posibles, pero tan pronto como atisbaron la madurez comprobaron que era mentira. La frustración de las expectativas vitales, o la falta de ellas, atraviesa como un fantasma la nueva novela de Santi Fernández Patón. Es el elefante en la habitación de una pareja lastrada por un problema íntimo, por el que supuran las heridas más profundas: la ausencia de unas perspectivas laborales dignas, la precariedad, la insatisfacción con la vida.

Como ya hiciera en Grietas (premio Lengua de Trapo 2014) y Todo queda en casa (Premio Auguste Dupin 2019), Fernández Patón (1975), colaborador de elDiario.es Andalucía, parece enfocar a lo íntimo cuando está apuntando a lo común. Por eso, cuando el panorama se despeja queda una estampa de una generación a la que aquello del pleno empleo le suena a chiste porque sabe que, si para algo sirve el paro, es para seguir pagándoles un sueldo de miseria.

Hasta ahora tus novelas estaban atravesadas por la subjetividad de personajes nacidos en la Transición o poco después. Esta avanza una casilla generacional. ¿Cómo se aborda una novela con un marcado componente generacional de una generación que no es la tuya?

Mi pareja es de esa generación, así que convivo cada día con esa generación. Tengo amigos y he participado en muchas iniciativas sociales con ellos. Esta es una reflexión que tenía soterrada: había descubierto que cuando hablábamos gente de mi generación, ciertas cosas a ellos les sonaban como mitología. Por ejemplo, cuando hablábamos de que aspirábamos a grandes trabajos o al pleno empleo y recordaba que Izquierda Unida lo llevaba en su programa. Ahora sabemos que el paro es estructural al capitalismo, y ellos nos miraban como si eso siempre hubiese sido así.

Creo que todo esto se puso de manifiesto durante el 15M: había una división clarísima entre la gente más joven y la de mi generación. De hecho, había una Juventud sin Futuro. En mi época era imposible hablar de la juventud sin futuro, porque se suponía que teníamos un futuro grandioso, que era el que habían construido nuestros padres de la clase media. Habían protagonizado la transición para darnos un país genial, fantástico, de puta madre, guay. De repente, había gente que decía que todo el sistema para nosotros simplemente no existía. Mi generación tenía expectativas que se frustraron, la generación posterior no tenía expectativas.

¿Crees que esta falta de expectativas es una característica diferencial de España o atraviesa todas las sociedades postmodernas occidentales?

A mí me da la impresión de que tiene que ver con el contexto español o con nuestra joven democracia. Durante los 80, y sobre todo la llegada de los socialistas, hubo un boom de optimismo que de alguna manera genera una inercia. Ese optimismo era típico de nuestro contexto español: “España es el mejor país para hacerse rico en estos momentos” y todo eso. Esta gente no ha vivido esa inercia: a los nacidos a principios de los 90 ya no llega, ya están con planes Bolonia, en la época de la precariedad, en la época de las ETT salvajes. Esta es su legislación laboral, a ellos no se la han reformado. Nosotros teníamos expectativas que poco a poco se nos fueron frustrando, porque se demostró que el Estado de Bienestar que íbamos a tener, casi nórdico, al final no fue para tanto y ellos ya han crecido en esto. Creo que esa es una característica de nuestro país.

Este malestar social se traduce en tu novela en la pérdida del deseo sexual por parte de uno de los protagonistas de la novela. 'Grietas' abordaba cómo un malestar parecido acaba supurando en nuestros cuerpos, en aquella novela, a través de la anorexia, y me pregunto si hay un paralelismo.  

Grietas la publiqué en 2014 y esta fue la primera novela que escribí después. Era el espejo de Grietas, que ahondaba en cómo el capitalismo y el patriarcado atraviesan el cuerpo de la mujer. En A partir de mañana quería que fuera cómo afecta en el del hombre. No se utiliza en ningún momento del libro la palabra impotencia, porque no se trata de eso. En realidad, el deseo sexual es el correlato de otro tipo de deseo vital. Cuando la escribí, iba a ser un díptico con Grietas, pero no cuajó. La dejé descansar varios años y justo un poquito antes del confinamiento decidí leerla. Y cuando la leí, me di cuenta de que los personajes estaban logrados, pero la manera de contarlo hacía aguas. Me seguía interesando esa historia, pero tenía que empezarla desde la línea uno, literalmente.

Para curar ese malestar es necesario una ayuda exterior…

Ya, pero quería que fuera una novela situada en un momento histórico muy concreto. La novela acaba cuando se empiezan a fundar las primeras iniciativas de lo que se llama el municipalismo. Muchas veces intentamos buscar la respuesta a problemas que padecemos en nuestro interior, en nuestra subjetividad, en nuestra individualidad. Cuando para salir de ellos hace falta engancharse con algo exterior a nosotros, y para engancharse hace falta poner un motor en marcha, que es lo que yo llamaría deseo. Por eso digo que el deseo sexual aquí en realidad funciona como una metáfora del deseo vital. En este caso se enganchan a ese boom que hubo de repente de optimismo social.

Una de las consecuencias de la individualización en las sociedades modernas ha sido el deterioro de redes comunitarias, hasta asumir que los problemas se los resuelve cada uno.

Claro. Hay una atomización, gente muy joven que lo más parecido a un sindicato que ha visto es un grupo de WhatsApp. Entonces hay problemas que tienen que ver con lo laboral que ya no se abordan desde lo colectivo. Es uno de los problemas: se abordan desde lo personal problemas que tienen que ver con lo social. Al mismo tiempo, yo creo en la indagación personal y prospectiva. Lo social sin la introspección no conduce a nada, porque todos tenemos nuestra propia novela familiar y si prescindes de eso tampoco vas a entender nada.

Es una novela que empezaste a escribir en 2015 que sale ahora y no sé si el hecho de que salga ahora permite mirar aquello con otra perspectiva.

La novela transcurre en un periodo relativamente corto. Creo que, por lo menos en mi vivencia personal, desde 2011 y el 15M hasta el 2019 con el fin de las candidaturas municipalistas, hay un periodo de ocho años en nuestro país en el que para un escritor que le interesa los asuntos que a mí me interesan es fascinante: es la primera vez en que lo político y lo individual se ponen de manifiesto de forma tan evidente hasta en las plazas, en candidaturas ciudadanas, en el asalto a las instituciones. Ese periodo que para mí acabó en 2019. Más que una novela generacional es una novela centrada en un momento histórico, y para contarlo lo que mejor me venía era centrarme en esa generación posterior a la mía.

Te pido que hagas un ejercicio de prospectiva: ¿Qué sería hoy de estos personajes que se ilusionaron con aquel momento político? ¿Tienen alguna salida política?

No para mí. Escribí un ensayo sobre esto después de mi experiencia municipalista y a día de hoy sigo considerando que lo que decía en ese ensayo se ha cumplido. Ha habido un cierre en falso del 15M, que ha sido absorbido por lo institucional y no ha terminado de desarrollar la potencia que se expresó ahí. La potencia que expresó el 15M ha acabado cerrada, ahogada, asfixiada, clausurada por la vía institucional, que es posibilista. Y por tanto, no abre horizontes nuevos, sino de pequeñas mejoras que en el fondo no van a suponer el cambio de subjetividad al que aspiraba el 15M. Para mí, Unidas Podemos es un pozo en el que se ahogan las aspiraciones que tuvimos, y mientras la vía siga siendo esa no va a haber la explosión de potencia que hubo hace 11 años. De hecho, estamos viendo la vía por la que apuesta el Gobierno, incluido Unidos Podemos, para solucionar la guerra en Ucrania. Es militarista, es una puta barbaridad. Una vía militarista, como pasó en Yugoslavia, que vimos a las masacres que condujo. Son vías políticas que hace once años eran impensables.

¿Y al margen de lo institucional?

Creo que ahora mismo para esa generación, la vía de la salida política se expresa en iniciativas que no tienen mucho eco mediático, pero que están configurando una cotidianidad nueva: los sindicatos de inquilinos, los centros sociales, como La Invisible, espacios asociativos que han surgido, sobre todo después de la pandemia. Aquí sí se están viendo iniciativas que quieren cumplir un nuevo sentido de la comunidad. Veremos cómo acaba eso. Desde luego, no está siendo la explosión social de hace 11 años, pero sí que creo que se está configurando un nuevo sentido de comunidad y todavía es pronto para evaluar cómo acabará.

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