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Wayne Jamison, escritor: “Hitler reconoció que su gran equivocación fue no ordenar la invasión de Gibraltar”

Adolf Hitler.

Alejandro Luque

23 de agosto de 2024 20:54 h

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Para la mayoría de la gente, Cádiz y nazis son dos palabras difícilmente asimilables en el mismo campo semántico. Y sin embargo, son muchos los hechos históricos que demuestran la importancia de esta provincia andaluza en el devenir de la II Guerra Mundial, empezando por el papel que jugó Gibraltar en el tablero de poderes de la época. Wayne Jamison, roteño de 1970, ha querido contar algunas de las mil y una historias reales de la época en dos entregas, Esvásticas en el Sur, que ahora ven la luz en un solo volumen bajo los auspicios de Mayi Editores.

Según el propio Jamison relata, todo empezó “un poco por casualidad, mientras me documentaba para una novela que me autopubliqué hace años, La sombra del Führer. Parte de la trama tiene lugar en la Playa de los Alemanes de Cádiz, rodeada de una leyenda de nazis que luego descubrí que no era cierta. Pero en ese trabajo empecé a descubrir historias que me sorprendieron, y que incluso un friki de la II Guerra Mundial como yo ignoraba”.

Como periodista, a Jamison le pudo la curiosidad de seguir leyendo e investigando. Y así descubrió que en el Campo de Gibraltar había muchas historias relacionadas con el asunto, pero también en Jerez, Chiclana, Cádiz, San Fernando… Más tarde, pudo viajar a Londres, Berlín o París para indagar en múltiples archivos. Pero el punto de inflexión definitivo llegó cuando conoció a Liana Romero, “una mujer que sigue viva con 91 años y mantiene una memoria privilegiada”, recuerda. “Es hija de Larissa Swirski, una de las agentes dobles que operó en este país durante la II Guerra Mundial, conocida como la Reina de Corazones, de hecho así consta en los informes de la inteligencia británica. Desciende de la rama bastarda de los Romanov, tuvo que huir de Odesa con la revolución bolchevique. Vive en Berlín, París... Hasta que conoce en Cannes a un oficial de la marina española, y así llega aquí”.

Un enclave estratégico

“Swirski primero trabajó en el Campo de Gibraltar, en Puente Mayorga”, apunta el autor. “Primero para los alemanes, y luego como agente doble para los británicos. Viajé a Londres para ver si encontraba algo más sobre ella, y di en el Archivo Nacional con un expediente que reflejaba a la perfección las historias que su hija me estaba contando. Así surgió la primera Esvásticas en el Sur, se vendió más de lo que imaginaba y eso me animó a seguir buscando historias”.

Ahora, con más de 90 historias publicadas a modo de pequeños reportajes, “lo que pretendo demostrar es algo que cada vez menos gente puede poner en duda, y es la importancia que tuvo esta zona en la II Guerra Mundial”, subraya. “La importancia de Gibraltar como enclave estratégico es una constante en su historia. En el caso de la II Guerra Mundial un poco más incluso, porque no dejaba de ser la puerta del Mediterráneo y el acceso al Norte de África, con todo lo que eso implicaba… De hecho, ambos bandos sabían que quien controlase aquella zona tendría mucho ganado. Hitler, poco antes de morir, reconoció que su gran equivocación fue no ordenar la invasión de Gibraltar, que llegó a estar proyectada, planeada y fechada el 10 de enero de 1941, aunque por diversas circunstancias no se llevó a cabo. Volvió la vista hacia el frente oriental, a Rusia, pensando que acabaría rápido y podría regresar para invadir Gibraltar”.

A este respecto, el escritor no duda de que “Franco no hubiese ganado la Guerra Civil sin la ayuda de italianos y alemanes, y les debía mucho por eso. También es verdad que cuando empieza la II Guerra Mundial, esa España en blanco y negro es un país destrozado que no estaba para muchos trotes. Franco estaba cerca del bando del eje, pero fue inteligente al no implicarse en aquella guerra”.

“Hitler buscó la implicación de Franco en la invasión de Gibraltar, lo que explica de paso la famosa reunión de Hendaya de octubre del 40”, dice el autor. “Franco se descolgó pidiendo una serie de cosas que eran inasumibles, y era consciente de ello. Lo hizo, además, siguiendo consejo de Wilhelm Canaris, un traidor de la causa nazi que luego fue juzgado y condenado a muerte por participar en la Operación Valkiria, el intento de asesinato de Hitler en el 44. Lo cierto es que sin la implicación de España, los nazis no podían invadir Gibraltar. Primero buscaron una implicación directa, y luego al menos que los dejasen cruzar los Pirineos y atravesar España… En esas negociaciones, Hitler acabó mirando hacia Moscú”.

Nido de espías  

Según Jamison, “teniendo en cuenta el papel de España como país neutral y luego no beligerante, todo esto hizo que la zona se convirtiera en un nido de espías y saboteadores tremendo, con operaciones secretas de mucho calado y a la vez muy desconocidas para el gran público. Llegan a operar agentes de hasta siete países a la vez, hasta japoneses que pagaban a españoles para que trabajasen para ellos. Aquí operó la creme de la creme del espionaje: Kim Philby, Ian Fleming creador de la saga de James Bond; Lionel Crabb, Wilhelm Canaris, jefe de la inteligencia nazi; Junio Valerio Borghese, también conocido como el Príncipe Negro…”.

El autor se detiene en Borghese por su carácter extraordinario: “Fue el comandante de la décima flotilla MAS italiana, que destacó por los torpedos humanos, usados con mucho éxito precisamente en la Bahía de Algeciras. Eran torpedos de seis metros de largos, con dos asientos con su volante delante, que se sumergían hasta 40 metros de profundidad e iban a los objetivos previamente determinados, casi siempre buques británicos de Gibraltar. Operaron durante más de un año en una base secreta que era un buque embarrancado en la citada Bahía, y bajo la línea de flotación habilitaron un sistema para que pudieran salir sin ser vistos”.

Lo que me anima a seguir escribiendo sobre ello (...) es precisamente la idea de que esos monstruos pueden volver a aparecer con otras máscaras. (...) Los principios de la propaganda de Goebbles se siguen aplicando hoy

“Borghese, al terminar la II GM, estará detrás de la creación de buena parte de los partidos fascistas que durante el siglo XX se fueron creando en Italia. Participó en un intento frustrado de golpe de Estado en este país, y al fallar huye, se refugia en España, en Conil. Se aloja en el Cortijo de la Fontanilla, creado por el que había salido cónsul nazi en Alicante, al que encargaron la operación de rescate de José Antonio Primo de Rivera en su prisión alicantina. Borghese muere en Conil, envenenado una noche en misteriosas circunstancias que todavía no han sido desveladas”, agrega.

Agentes dobles

Entre los espías españoles, prosigue Jamison, hubo de todo: algunos propios de una historieta de Mortadelo y Filemón, y otros que jugaron un papel destacado en aquella partida de ajedrez que tuvo como tablero este Sur del Sur. “Hay que distinguir entre el Servicio de Inteligencia y los saboteadores, que trabajaron al servicio de los alemanes. Los alemanes pagaban muy bien, hasta 100.000 pesetas de la época, para que introdujeses explosivos en Gibraltar y afectar a los intereses del enemigo. Algunos lo hacían por esa motivación económica, otros por motivación ideológica, como el llamado grupo de Perales, que eran de corte falangista y fueron una de las claves del éxito de los británicos. Muchos saboteadores españoles trabajaron también para los británicos sin que los alemanes, de los que también cobraban, se enterasen”.

“Manejaban información privilegiada, y eso los hacía muy cotizados”, dice. “Los británicos pagaban bastante peor, pero les daba ventajas, con pases para entrar a Gibraltar, por ejemplo. Los británicos tampoco se andaban con chiquitas, y a dos españoles que pillaron los ahorcaron en Gibraltar. Era un mensaje al exterior, para explicar lo que esperaba a quienes hicieran eso”.

También la provincia de Cádiz prestó cobijo a los nazis cuando terminó la guerra. “La mayoría acaba en Sudamérica, pero la ruta de fuga que se creó pasaba por España, y muchos se quedaron. En la provincia de Cádiz, en Chipiona, tenemos a un personaje como el Doctor Pirata, que se hacía llamar Luis Gurruchaga, de origen vasco, médico, que llega para dirigir el Sanatorio Marítimo de Santa Clara. Agente de la Gestapo, había llegado en el 43 a Madrid, los americanos le pisan los talones y es el régimen el que le da esa identidad falsa y una ocupación igualmente falsa. Acabó siendo pirata a gran escala, con mafias internacionales implicadas”.

Por último, Wayne Jamison subraya que estas historias solo tienen sentido para él si se extraen conclusiones válidas para el presente: “Lo que me anima a seguir escribiendo sobre ello, aunque confieso que me apetece cambiar de registro, es precisamente la idea de que esos monstruos pueden volver a aparecer con otras máscaras. Ayer lo comentaba con un conocido: los principios de la propaganda de Goebbles se siguen aplicando hoy, y funcionan. Si vemos cómo se maneja hoy el régimen ruso, por ejemplo, veremos que se siguen usando esas fórmulas. Invito a la gente a que repase cómo nació el nazismo, que llegó a través de las urnas, el contexto, la sociedad en la que ocurrió... no son tan diferentes a los argumentos que muchos emplean hoy día”.  

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