La mirada de Romero Beltrán sobre los jóvenes migrantes: “Son cuerpos tremendamente politizados, sobre todo en España”
El fotógrafo colombiano afincado en España ganó el prestigioso 2022 Aperture Portfolio Prize por su trabajo con chicos marroquíes que esperan regularizar su situación en Sevilla
El prestigioso Aperture Portfolio Prize, un premio promovido por la estadounidense Aperture Foundation, recayó este año sobre un joven fotógrafo colombiano afincado en España, que lleva varios años proyectando su mirada sobre Sevilla, y en concreto sobre un grupo de niños migrantes que esperan regularizar su situación, suspendidos en un limbo administrativo. La página oficial de Aperture hablaba de este trabajo, titulado Dialect, que se desarrolla en una ciudad “con el suficiente fervor religioso como para poner un santo, o el nombre de un santo, en cada esquina”, y del que se destaca “la notable sensibilidad” con la que el autor se asoma a las vidas de esos chicos.
Felipe Romero Beltrán (Bogotá, 1992) venía de realizar proyectos en diferentes países cuando recaló en la capital hispalense. “Dialect empezó en el 2020, justo después del primer confinamiento en España”, recuerda. “Yo vivía en Madrid, pero me invitaron en el teatro TNT para compartir mi experiencia como emigrante. Ellos andaban en un proyecto sobre Magallanes que incluía chicos migrantes, mayoritariamente de Marruecos. Pasé un par de meses en Sevilla, y en ese tiempo ayudé a los chicos a aprender un poco español. En principio yo no tenía intención de desarrollar proyecto alguno, entre otras cosas porque ellos eran menores, y aquí es complicado trabajar con esas edades. Pero con el paso de los meses, la conexión que se generó me hizo pensar en que tal vez podía surgir algo. Entonces, algunos de los chicos que no tenían papeles fueron sometidos a las pruebas que se suelen practicar para determinar su edad, y los declararon legalmente adultos. Así empieza el proyecto”.
Sin guion predeterminado, el fotógrafo empezó a seguir la vida de estos chavales con la mayor naturalidad. “Lo que les propongo es algo muy sencillo: mientras ellos conseguían los papeles, que suele tardar de uno a tres años, yo retrataría su vida en ese limbo. Se trataba de compartir situaciones del día a día, pero también quería explorar situaciones que habían atravesado en su viaje hasta España. Algunas de ellas pertenecen a recreaciones que yo hacía con ellos, para intentar desde la fotografía directa acercarme a su pasado”, añade. “El proyecto sigue todavía en curso, aunque ya lo estoy cerrando, porque ya alguno de los chicos tienen los papeles resueltos, unos están trabajando y otros estudiando, tras tres años indocumentados”.
Uno y los otros
“Yo justo venía de un proyecto anterior que se llamaba Reducción, sobre los procesos y la estigmatización de los procedimientos de reducción y sometimiento de las fuerzas policiales en España, en concreto en el barrio de donde vivo, que es Lavapiés”, prosigue Romero Beltrán. “No es un proyecto de carácter documental clásico, sino más bien una reflexión sobre cuáles son los esquemas de sometimiento de un cuerpo migrante en el barrio. Esto lo hice para una residencia en Tabacalera, en Madrid. Se me pidió que hiciera alguna propuesta para un espacio en el centro de arte. Yo estaba sin papeles y tenía eso en la cabeza, porque tenía que resolver mi situación vital, y a través de eso llegué al otro proyecto”.
Así pues, aunque el propio fotógrafo podía identificarse con el objeto de su trabajo a través de una situación legal precaria, él siempre tuvo claro hacia dónde debía mirar la lente: “Lo importante siempre es el otro, aunque haya una parte de mi experiencia personal, como colombiano en España. Pero no me interesa hablar demasiado de mí”.
Así llegó la sorpresa del Aperture Portfolio Prize, dotado con 3.000 dólares para exponer su trabajo en Nueva York. “Honestamente, yo pensaba que los premios estaban dados a la gente que más se conoce”, comenta. “Un premio tan lejano o tan ajeno para mí no me cabía en la cabeza, porque no conozco a nadie en Estados Unidos, pero recibí un día la llamada y fue una sorpresa muy, muy grande”.
Un síntoma
¿Y los chicos, cómo reaccionaron? “Se alegraron por mí, ahora algunos quieren hacer un libro, están entusiasmados con poder hacer algo físico, pero al final eso es dinero y nuestras condiciones, las suyas y las mías, no permiten eso”, dice Romero Beltrán. “Si fuera posible sería estupendo, pero si no, no pasa nada, porque lo importante son las imágenes”.
Por otro lado, el fotógrafo señala un hecho curioso: que en España todavía no ha podido mostrar el proyecto, y en cambio, en otros lugares sí lo han visto. Sobre el porqué de esta dificultad para exponer Dialect en el país donde ahora vive, se encoge de hombros: “No quiero ser atrevido porque no conozco muy bien el panorama nacional, pero asumo que es una temática sensible, y en los últimos cuatro o cinco años ha sido un tema recurrente de politización. Es un síntoma de algo que ocurre”, dice. “En todo caso, el premio me permite seguir haciendo cosas en la fotografía, algo casi imposible en este país. Daba clases hasta el año pasado, y también hago cosas de carácter comercial”.
Material delicado
De este modo, Youssef Elhafidi, Hamza Gharnili, Bilal Siasse y demás chicos han pasado a formar parte de la vida de Romero Beltrán y a convertirse en protagonistas de un apasionante work in progress. “Sé que es un asunto delicado, requiere responsabilidad, hay que estar pendiente de cómo se muestran cuerpos, personas e identidades con su nombre y su apellido. Para mí era importante nombrarlos todos, porque ha sido la manera orgánica de trabajar con ellos”, señala el fotógrafo. “Al final soy yo el que decide sobre las imágenes, pero todo el proyecto ha sido colaborativo. Todos tienen disponibilidad de todas las fotos que yo he hecho, están al corriente del premio, de los lugares donde se están mostrando y cómo se están mostrando”.
¿Y ahora? “Justamente ando por Sevilla con otros proyectos”, concluye Romero Beltrán. “Sigo con el mismo grupo, aunque algunos se han movido, pero con tres o cuatro de ellos estamos trabajando sobre una pieza coreográfica, y luego estoy con un par de chicos más, Zacarías, Hamse y Asís, que están montando una banda de trap, una herramienta que ellos están usando para generar un sentido de identidad y de casa en Sevilla. Pero por ahora no tengo intención de que sea mucho más, solo ayudo a darles un poco de difusión”.
En cuanto a la intención política de Dialect, asegura que “aunque no tenga ninguna, ejerce ese efecto. Por supuesto, toda la fotografía, no solo la mía, es un acto político. Aunque los proyectos no tengan una intención política explícita, todas las fotografías generan una política de lo que se muestra. Por eso he sido muy cuidadoso en todo momento, porque estos cuerpos son tremendamente politizados, sobre todo en España”.
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