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FOTOGRAFÍA

Mujeres de un siglo convulso bajo el foco de National Geographic

Néstor Cenizo

14 de marzo de 2023 19:56 h

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En 1918, la estadounidense Eliza Ruhamah Scidmore tomó su cámara, enfocó a tres mujeres parcialmente ocultas tras cerezos en flor y disparó. Aquella fotografía de tres sonrientes japonesas vestidas con kimono sigue brillando hoy más que nunca: es la primera foto coloreada publicada por una mujer. Scidmore, escritora, fotógrafa y geógrafa, fue también la primera que integró la junta de la National Geographic, que no incorporó a ninguna otra fotógrafa en plantilla hasta 1953.

La imagen, que se expone por primera vez en España, está entre el medio centenar que integra la exposición Women, un siglo de cambio, que puede visitarse en La Térmica de Málaga hasta el 5 de mayo. La muestra, comisariada por la fotoperiodista Marisa Flórez, se sirve de la singular colección fotográfica de la Sociedad National Geographic, con 135 años de historia y 60 millones de imágenes, para repasar el papel de las mujeres en el último siglo. La exposición llega a Málaga tras pasar por el National Geographic Museum de Washington, el Reial Cercle Artistic de Barcelona y el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

“Este es un viaje fotográfico con la mujer como protagonista en toda su diversidad”, explica Flórez, que ha dividido el conjunto en seis conceptos: Alegría, Esperanza, Belleza, Amor, Fortaleza y Sabiduría, aunque algunas sean polivalentes en función de la mirada de cada cual.

Hay alegría en las viudas de India que participan en el Holi que antes tenían prohibido, esperanza en la mujer que sostiene una jaula con dos jilgueros oculta bajo un burka rojo y amor en las mujeres de Transkei que viven lejos de sus maridos mineros, que las visitan una vez al año. Uno de ellos mira a su último hijo a dos metros de distancia. Sabiduría en las escuelas de Kenia y de Arabia Saudí, y belleza en Mary Lengees y el pequeño elefante al que acaricia. Fortaleza en la mujer yemení que sostiene a su hijo ciego por la metralla. Pero probablemente haya un poco de todo eso en todas las fotos.

“La selección es un viaje subjetivo a través de sentimientos y formas, que incita a cada uno a hacer su propio recorrido”, comenta la comisaria. Por eso, el balance de estas 57 fotografías arroja un retrato diverso, con una característica común: “Son mujeres resilientes que siguen luchando”. Es una reflexión sobre dónde han estado las mujeres, dónde están y dónde quieren estar.

“Cada cual tiene una forma de mirar”

La muestra recoge fotografías de grandes reporteras, como Amy Vitale, Lynn Johnson, Nina Robinson, Newsha Tavakolian o Linsay Addario, autora de un célebre reportaje sobre las mujeres afganas previo a la caída del régimen talibán. En una icónica fotografía, los ocupantes de un coche observan con desaprobación a la actriz Trena Amiri y sus amigas, que bailan desinhibidas en medio de un atasco en Teherán. Amiri había huido de su marido maltratador. “Simboliza una libertad con la que simplemente no se sienten cómodos”, explicaba Addario.

También pueden verse los dos retratos de Sharbat Gula, la afgana que, siendo una niña, mostró su mirada llena de matices ante la cámara de Steve McCurry. Aquella foto fue tomada en el campo de refugiados de Nasir Bagh en 1984. Dieciocho años después, McCurry volvió a retratarla en las montañas de Tora Bora.

“Cada cual tiene una forma de mirar”, explica Flórez, autora de algunas de las fotografías que mejor documentan la Transición española, como aquella que muestra a Rafael Alberti y Pasionaria bajando las escaleras del Congreso de los Diputados. “Yo creo que fotografío así no por ser mujer, sino por mi forma de mirar. Sé que no todo el mundo piensa así, pero la diferencia está más en el individuo que en el hecho de ser mujer”.

Las imágenes de la exposición son el resultado de un proceso de acercamiento, atención y escucha que suele quedar oculto. Reportajes para los que el reportero debe integrarse en el mundo que va a retratar, hasta mimetizarse y pasar desapercibido. “El fotógrafo no es el protagonista, sino un voyeur que acompaña. Es así como mejor se consigue que las personas se expresen y eso exige muchas horas y complicidad”, aclara Flórez.

Es en ese momento cuando todo fluye y el fotógrafo accede al privilegio de convertirse en un observador invisible, con su particular forma de ver y mirar y la consciencia de que lo importante está al otro lado del objetivo. “Lo que puedan transmitir las personas es lo que realmente importa”, concluye Flórez. 

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