“Tú eres lo que no puede morir”: ¿alguna vez llegaremos a saberlo todo de Federico?
Cuando Ana Merino (Madrid, 1971) tuvo acceso a tres cartas inéditas de Federico García Lorca, sintió algo parecido a lo que debe sentir un astrónomo al descubrir una nueva estrella o un arqueólogo ante un tesoro encerrado. Los documentos, integrados en el archivo de Joaquín Amigo Aguado, le fueron facilitados por los herederos de éste y le sirvieron a Merino como base de su última novela, Amigo. “Las confidencias de Federico dan una idea de cómo fue aquella época de entendimiento, pero también invitan a reflexionar sobre nuestra historia y sobre nuestro presente”, explica la autora.
Amigo es una de las muchas obras inspiradas en la figura de Lorca que siguen viendo la luz periódicamente, poniendo de manifiesto el poder de atracción y la absoluta vigencia del genio de Fuente Vaqueros. En este caso, vinculado a otra figura, la de Joaquín Amigo, brutalmente asesinado por radicales del Frente Popular solo una semana después que Lorca, y cuyo cuerpo, como el de éste, nunca ha sido hallado.
Cuando se cumplen 86 años de estos crímenes, Merino cree que “Lorca se ha convertido en un espacio de reflexión social que no solo abarca lo que llamamos la alta cultura, sino que también está en el imaginario popular, y en todos esos espacios pervive. Es, además, un poeta y un dramaturgo magistral, por lo que los lectores siempre van a querer saber más de él, encontrar otras miradas desde las cuales abordarlo. Para mí fue un regalo dar con aquellas cartas y descubrir a Joaquín Amigo, porque la vida no solo son los talentos extraordinarios, sino también quienes los rodean”.
Anécdotas espeluznantes
También llegaba la pasada primavera a las librerías Yo no maté a Federico, la última novela de Carlos Mayoral (Villaviciosa de Odón, 1986). Para este autor, “la figura de Lorca ha traspasado lo meramente humano para convertirse en mito. Cuando investigaba sobre él, me di cuenta de que se va teniendo con él una visión que solo se tiene con los grandes: el aura que lo rodea es más poderoso que su propia historia”.
Como le ocurrió a Ana Merino, Mayoral llegó a ficcionar sobre el poeta por una feliz casualidad: “Un amigo editor me dijo: el abuelo de mi mujer era el jefe de la colonia donde asesinaron a Lorca’. Se trataba del famoso capitán Nestares, del que la familias conservaba algunos interesantes documentos y ”una idea de dónde puede estar enterrado Federico que no difiere de la mayoría de las hipótesis. También guardaban en la memoria anécdotas espeluznantes, como el hecho de que uno de los que custodiaba aquella noche de agosto del 36 la salida el propio Lorca le había salvado la vida cuando era niño“.
Según Mayoral, “lo que me interesa de él es cómo la cultura está por encima de cualquier rasgo político e incluso biográfico. Hoy nadie sabe cómo era Homero o qué pensaba, y sin embargo la Ilíada y la Odisea siguen ahí. Cuando pasen siglos y la Guerra Civil española y el franquismo sean un punto en la historia, Federico y la cultura que legó seguirán ahí”.
Sangre fresca
“La sangre de Federico no la seca el tiempo”, escribió Antonio Machado, y el escritor y periodista Víctor Amela (Barcelona, 1960) lo suscribe: “Yo no sé si sabremos un día todo del asesinato de Federico, de los mezquinos motivos de sus delatores y captores y carceleros y verdugos y encubridores, o detalles como por ejemplo en qué minuto de qué hora de qué madrugada entró el plomo en su sangre y por qué porción de su cuerpo y con qué ángulo y cuántas balas y el segundo apellido del que disparó la primera y la última y si Federico miró a sus asesinos y si reconoció a alguno y si lloró o si rezó y en qué hoyo y a qué profundidad su sangre y la tierra se mezclaron… Pero sí sé que la sangre de Federico sigue fresca. Y que nos empapa”.
“No pasa un día en España y en el mundo sin que un verso o una idea o un gesto de Federico inspire a alguien: no pasa semana sin una obra de teatro, una canción, una película, un homenaje, un ensayo, una charla, un artículo dedicado a Federico García Lorca. O una novela”, añade Lamela, quien después de publicar Yo pude salvar a Lorca en 2018 regresa al mismo tema el próximo octubre con Si yo me pierdo, sobre el viaje a Cuba del poeta en 1930.
Él mismo los definió como “los días más felices de mi vida”, y Amela cree que aquella experiencia pedía a gritos ser novelada. “Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba”, añadió el autor del Romancero gitano y del Diván del Tamarit, que en esta nueva obra aparece bailando “al son de la música cubana y ríe sin freno”, según el novelista, que aún se estremece con lo que escribió Luis Cardoza, poeta y diplomático gustemalteco que acompañó a Lorca en sus aventuras habaneras: “Cansada esta tierra de estar ciega, te saco a la luz a fin de que la cantaras. Tú eres lo que no puede morir. Voz nueva, nueva voz antigua y futura, escribiste romances hace cinco siglos olvidándote de tu nombre, en esas calles de Granada”.
Lecturas escolares
Ana Merino concuerda con esta idea y no duda en poner al granadino entre los gigantes de todos los tiempos, junto a Rosalía de Castro o Cervantes: “De ellos haremos nuevas lecturas, pero su legado no puede perderse porque va a seguir renaciendo en cada lector. Para cada persona nueva que llegue a Lorca, éste es un descubrimiento”.
Para la escritora, lo fundamental es “seguir incluyéndolo en las lecturas escolares. Porque si dejamos de tener a Lorca como parte de nuestra formación, entonces sí tenemos un problema. Cuando hagamos el puzle completo de su vida, diremos que, ahora sí, tenemos el siglo XX sobre la mesa. Pero su literatura y su aliento es de mucho más largo alcance, abarcará el siglo XXI, el XXII y los que vengan. Su literatura es siempre la pulsión del futuro”.
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