Paco Alcázar (Cádiz, 1970) nunca pensó que las viñetas de su serie Todo está perdido pudieran adaptarse al cine. Y, sin embargo, un buen día se vio con no una, sino dos propuestas de directores sobre la mesa. La primera opción fue descartada al cabo de un tiempo, y la segunda no solo pudo llevarse a buen puerto, sino que ha sido nominada a los premios Goya en la modalidad de cortometraje.
El dibujante recuerda que la directora de la cinta, Carla Pereira, animadora de stop motion argentina y afincada en Valencia, lo contactó para tantear una posible adaptación. “Carla tenía un mundo artístico propio y me pareció interesante que quisiera hacerlo. Pero hubo que esperar a que el otro proyecto se retirara y los derechos quedaran libres. Yo ni me podía creer que hubiera dos interesados en ese trabajo. En ese tiempo hizo otras cosas, ganó un premio en Matadero, y con el dinero de la dotación pudo rodar Todo está perdido”.
La cinta es una suerte de sátira de las comedias televisivas familiares que gira en torno a Los Pérez, una familia casi normal, aunque con conductas algo disfuncionales. El matrimonio se plantea fecundar un huevo que ella puso anoche. “A mí me parecía que otros materiales míos podían ser más fáciles de adaptar a la pantalla”, prosigue Alcázar. “Todo está perdido tiene una lectura algo compleja, de cómic dentro del cómic, un punto metalingüístico y de parodia de un tipo de tiras cómicas que acaba resultando algo extraño. No tenía ni idea de cómo iba a hacerlo, pero me interesaba mucho descubrirlo”.
Un proyecto arriesgado
Desde esta curiosidad, el gaditano prefirió no intervenir en el proceso de adaptación ni de rodaje, ni dar instrucciones de ninguna clase, “algo de lo que me alegro mucho”, subraya. “Carla posee un mundo estético tan personal que benefició mucho al proyecto. A mí las adaptaciones me dan siempre respeto, suponen pasar de un lenguaje en dos dimensiones a trabajar con actores, y nunca me acaban de convencer. Pero con la animación sí hay un nexo, creo que es mucho más interesante y hay más posibilidades de éxito. Por otro lado, si mañana me ofrecen actores para otra cosa mía, me va a parecer estupendo [risas]. Al final, lo que importa es el talento de la gente implicada”.
Pereira trabajó concretamente sobre dos páginas a modo de prólogo de lo que sería la serie Todo está perdido, que quedaría recopilada en el libro Manual de mi mente (Reservoir Books). Una de las ideas que se barajaron era que el cortometraje pudiera servir como piloto para rodar la historia completa, aunque el propio Alcázar reconoce que “es algo realmente arriesgado”.
El artista recuerda cómo se gestó la serie en su mesa de trabajo. “Cuando empecé estaba haciendo cosas muy diferentes, andaba en el mundo del fanzine trabajando en un humor mega-negro, muy gore, muy salvaje, que quedó recogido en el libro Daño gratuito. Estaba un poco aburrido de esa línea y me apetecía algo diferente, y estas tiras eran casi lo contrario. El fanzine te permite experimentar, no hay nada que perder. Arranqué y fui conjugándolo con otras cosas, cuando me abandonó mi novia. Quedé especialmente sensible, intenté aprovechar esa energía que tenía y me centré en terminar la historia”.
Una familia abominable
Alcázar estuvo cuatro años “haciéndola y dejándola”, evoca, hasta que logró terminarla. “Un cataclismo sentimental siempre viene bien, te da una especie de inspiración extra. Todo está perdido salió en un cuadernillo de muy poca difusión y luego en Manual de mi de las tiras de tebeos comerciales de los 50, cuadernillos tipo Hazañas bélicas. Me parecía divertido arrancar con una familia modelo y llevarla a un escenario casi de película de terror, kafkiana y surrealista”.
Ese juego entre lo convencional y lo grotesco se multiplica en la adaptación cinematográfica de Carla Pereira. “En el cómic original los personajes son físicamente agradables, el matrimonio y la hija responden al ideal estético, mientras que el contraste es lo que les rodea, que es monstruoso: personajes secundarios como un perro que tiene una vagina en el pecho, un niño deforme… Carla, en cambio, hace a la familia directamente abominable. Así la gente se pone en situación nada más empezar”.
Colaborador habitual de revistas domo Cinemanía, Mongolia o El Batracio Amarillo, Paco Alcázar nunca ha sentido la llamada de la animación, como sí han sentido otros muchos compañeros de profesión. “Nunca se sabe, pero de momento no, no he pensado en meterme en ese mundo. Me parece un trabajo durísimo, que tiene que ver con los cómics hasta cierto punto. Además, creo que mis trabajos son poco ricos gráficamente, sale gente hablando y poco más. Y menos lo intentaría con la stop motion, que es algo loquísimo. Lo que hace Carla, esa construcción, con ese detalle… Es impresionante”.
Una cierta intención
Ahora, Alcázar está volcado en una serie de ilustraciones sobre cine español “que me gustaría que acabaran en libro, como el que hice con Nicolas Cage”, afirma. “Tampoco sé si hay intención de seguir buscando financiación para completar el proyecto de Todo está perdido, yo no formo parte de la producción. No pienso que el Goya, en caso de que nos lo dieran, sea algo definitivo. Sería más la sensación de reconocimiento”.
Lo que Alcázar tiene claro es que no querría subrayar sus intenciones con un trabajo como Todo está perdido. “No me gusta imponer lecturas, cada lector tiene que sacar sus conclusiones. Cuantas menos señales, mejor. Cuando uno dibuja, siempre tiene una cierta intención, y todos mis cómics tienen ese punto crítico, pero no es algo evidente, puede tener múltiples interpretaciones. Señalarlo me parece quitarle la magia a las cosas”.