Luis Cernuda busca su sitio en Sevilla

Dos años después del anuncio a bombo y platillo del deseo de adquirir la casa natal de Luis Cernuda por parte del Ayuntamiento de Sevilla, el futuro del inmueble sigue rodeado de incógnitas, aunque se empieza a ver la luz. Una ambiciosa operación del consistorio hispalense –la concesión de los suelos de la avenida Ramón Carande a un proyecto de residencia universitaria por valor de 70 millones de euros– ha permitido desbloquear la compra de la casa del poeta, si bien hay todavía trámites que salvar. 

Tras el intento fallido

Fue en enero de 2017 cuando el pleno municipal aprobó por unanimidad comprar la finca del número 6 de la calle Acetres de Sevilla –167 m2 con 450 m2 construidos, repartidos en tres plantas–, acuerdo al que siguió la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) por parte de la Junta de Andalucía. El precio de adquisición de aquel momento ascendía a 400.000 euros, aunque en la actualidad podría haber subido al medio millón.

La demora no solo cabe achacarla al consabido laberinto burocrático municipal. También ha influido la situación de los propietarios de la casa, algunos con deudas con la Seguridad Social y Hacienda en su momento, lo que impedía a la gerencia municipal completar la adquisición. Cuando los propietarios se pusieron al corriente en estos pagos, el calendario había corrido. No faltaron en este tiempo otros interesados en comprarla, pero las importantes obras que necesita el edificio, más la declaración de BIC del inmueble, espantaron a la mayoría. “Se trataba de hacer frente a posibles intereses privados que pudieran convertirlo en apartamentos turísticos”, explica el delegado de Cultura y Urbanismo, Antonio Muñoz.

Ahora, con el cobro de los cinco millones de euros del canon inicial de Ramón Carande, la compra de la casa Cernuda debería de ser inminente. Para Muñoz, “tras el intento fallido del año pasado, gracias al Patrimonio Municipal del Suelo, que permite realimentar el patrimonio cuando vendes un solar o edificio propiedad del Ayuntamiento, por fin podremos llevarlo al Consejo de Gerencia en marzo”. Una vez adquirido, agrega Muñoz, “el siguiente paso será el proyecto de rehabilitación, que incluirá reformas en torno a los 600.000 euros. No es solo pintar cuatro desconchones”. 

El arquitecto Antonio Barrionuevo, que impulsó la iniciativa de la casa Cernuda tras la recuperación de los jardines del Cristina, dedicados a los poetas, cree que es posible preservar “la atmósfera original de la casa como residencia familiar”, y aunque la finca hubo de ser apuntalada de urgencia, afirma que “a pesar de las muchas patologías del edificio, no ha sido necesario efectuar cambios sustanciales”. “No se trataría de hacer una arquitectura nueva, con otros materiales, sino recuperar el estado original de la casa”.

El destino final de la casa

Otra cosa es concretar el destino final del espacio, que desde primera hora se fijó como cultural: ¿una casa museo, la sede de la Casa de los Poetas? “La verdad es que el tema es complejo”, afirma Juan Lamillar, poeta y estudioso, autor de Música cautiva, un volumen de ensayos sobe Cernuda escritos durante tres décadas. “En primer lugar porque hacer un museo es inviable, ya que los manuscritos y objetos personales están en otras instituciones”.

En efecto, la mayor parte de la biblioteca de Cernuda se encuentra, por voluntad de los herederos del poeta, en la Residencia de Estudiantes de Madrid. El pasado 27 de diciembre, la casa Durán sacó a subasta un lote de documentos cernudianos, entre los que destacaban primeras ediciones dedicadas a sí mismo, libros firmados por amigos como Federico García Lorca, Emilio Prados o Manuel Altolaguirre, discos y unos magníficos retratos del pintor Ramón Gaya, que bien podrían haber engrosado la casa-museo soñada, pero que en su mayoría acabaron siendo adquiridos por el Estado sin excesivos dispendios.  

“En cuanto a centros culturales, hay varios en la ciudad”, prosigue Lamillar. “Quizá lo ideal sería, si el Ayuntamiento la adquiriese, trasladar allí la Casa de los Poetas y dotarla de una buena biblioteca. En su contra, está que tendría que abandonarse la actual sede del espacio Santa Clara. De lo que no cabe duda, es de que Cernuda tiene que ser un referente en la ciudad”.

Un puente poético 

Una idea con la que coincide Antonio Rivero Taravillo, autor de la biografía de Cernuda en dos volúmenes publicada por Tusquets. “Los estudiosos de Cernuda, como Rogelio Reyes y yo mismo también hemos defendido en numerosas ocasiones la salvaguarda de aquella casa que es más que unas paredes”, comenta. “No siempre los sevillanos son conscientes de la talla universal de Cernuda, acaso el poeta más vigente de la Generación del 27 y, por su estancia de más diez años en México, un puente entre las poesías de aquí y de allá, en línea con lo que Sevilla ha representado en los vínculos con Hispanoamérica”.

En cuanto al uso de la casa, cree que “sería muy importante que la ciudad adquiriera y restaurara la casa natal de Luis Cernuda, no como algo que mire al pasado, sino que proyecte la vida y obra del gran poeta sevillano y sirva como espacio vivo de la poesía. El Consistorio ha mostrado buena voluntad en este sentido. En cualquier caso, y ante las próximas elecciones, no debe ser algo al albur de la nueva Corporación municipal, dado que la actual aprobó por unanimidad la adquisición. Habrá que ver los detalles, y que el proyecto de uso se adecue a lo que Sevilla y Cernuda significan en la poesía”.

Tanto Rivero Taravillo como Antonio Muñoz coinciden en señalar que la casa Cernuda podría convertirse, con el Palacio de las Dueñas donde nació Antonio Machado, la Casa de Murillo –en el caso de que la Junta retire de sus instalaciones las oficinas del Instituto Andaluz del Flamenco– y la casa Velázquez –en proceso de restauración bajo iniciativa privada– en un irresistible eje de turismo cultural , “un eslabón en la reivindicación de la Sevilla culta que debe atraer al visitante de calidad y un lugar al que la sociedad hispalense pueda volver una y otra vez buscando actividades además de belleza y sosiego”, concluye el biógrafo.