“Casa y finca de pinares del poeta Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de literatura. 10 hectáreas (100.000 m2), casa principal del poeta, zona de cuadra de caballos, etc. A sólo 10 minutos de Mazagón y con las mejores vistas de la zona. Cautivó al poeta, y escribió su famosa novela Platero y Yo”.
Así anuncia un conocido portal inmobiliario la puesta a la venta de una casa rural en el paraje de Fuentepiña, en el término municipal de Moguer (Huelva), donde en efecto solía veranear Juan Ramón, y donde alumbró su obra más famosa. Se dice que el famoso burrito que inspiró el relato está enterrado bajo uno de sus pinos, “al pie del pino redondo y paternal”, como escribió el poeta. La superficie de la casa, según abunda el anuncio, es de 250 metros cuadrados construidos, repartidos entre cinco habitaciones y un baño. El precio, 1.500.000 euros, no se ha movido en los últimos cinco años, a pesar de las diversas tentativas de persuadir a los propietarios para que lo bajen. Y no parece que vayan a cambiar de opinión.
La noticia saltó el verano pasado, cuando la agencia Efe se hizo eco de la puesta a la venta de Fuentepiña. Estaba a punto de cumplirse un año de la suspensión cautelar por parte del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) del decreto de 2015 por el que el lugar se inscribía en el Catálogo General de Patrimonio Histórico como Bien de Interés Cultural, junto a otros emblemáticos lugares juanramonianos.
Sin protección
El motivo de tal suspensión, según se adujo en su momento, fueron ciertos errores de tramitación que dejaron sin protección a estos espacios, abriendo la posibilidad de su salida al mercado y venta fuera del ámbito cultural. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, mediante sentencia de 16 de marzo de 2017, anuló la referida declaración como Bien de Interés Cultural, anulación que ha sido confirmada por el Tribunal Supremo en sentencia del pasado 26 de febrero.
Según afirmó Efe en aquella nota, en los últimos años la propiedad habría sufrido un deterioro evidente debido al abandono. Además, había sido objeto de ocupación, y en octubre de 2017 la zona donde se ubica y su entorno padecieron los efectos de hasta tres incendios forestales.
Un enclave amenazado
En la web de la Casa Museo y Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez todavía se explican los motivos para la protección de este lugar como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Sitio Histórico. “El paraje y la casa de Fuentepiña son los ámbitos agrestes que mejor definen las coordenadas líricas de Juan Ramón. Se localizan a poca distancia del núcleo urbano, a escasos dos kilómetros, tomando la carretera de El Algarrobito, a la altura del polígono industrial del mismo nombre, y el camino de la Dehesa. La finca de Fuentepiña, denominada ‘Santa Cruz de Vista Alegre’, que había sido propiedad de Gregorio Jiménez, y la de ‘Nazaret’, que perteneció al médico Rafael Almonte, con quien Juan Ramón mantuvo un estrecho vínculo, conforman el Bien de Interés Cultural, por tratarse de un espacio natural connotado literaria y pictóricamente, y en el que confluyen valores de carácter histórico que tienen que ver con la presencia y las vivencias del poeta”.
“Este paisaje es evocado por Juan Ramón en Platero y yo y otras obras suyas en prosa y verso”, prosigue la nota de la institución, que alerta sobre algunas amenazas que se ciernen sobre Fuentepiña: “Sin embargo, y a pesar de formar parte del acervo cultural del municipio, dicho enclave está amenazado por varios frentes por el avance del monocultivo de la fresa y la zona de expansión industrial de El Algarrobito, con la consiguiente degradación de su entorno inmediato. La declaración del paraje de Fuentepiña, integrado por las dos fincas precitadas (‘Santa Cruz de Vista Alegre’ y ‘Nazaret’), como parte esencial del legado de Juan Ramón Jiménez, y la protección del entorno afectado garantizarán la conservación y disfrute de este espacio natural”.
Errores de forma
La protección de la Junta de Andalucía, en cambio, nunca llegó. “Por diversos motivos, principalmente errores de forma, no se pudo concretar el procedimiento BIC”, lamentan fuentes del Ayuntamiento de Moguer, “y los propietarios han aprovechado esa falta de cobertura para intentar venderla”.
De hecho, el propio Consistorio moguerense se ha mostrado reiteradamente interesado en adquirir Fuentepiña, pero no desde luego al precio de un millón y medio de euros. “Estaríamos encantados de hacer un esfuerzo”, aseveran las mismas fuentes, “pero dentro de las posibilidades reales del mercado y de lo que aquello vale”.
Se llegó a hacer una tasación de la finca que, añaden, “distaba mucho de lo que se pide hoy por ella”. La valoración que se hizo en su día estaba entre los 130.000 y 150.000 euros, aunque según otras estimaciones podría ascender a los 200.000 euros. Muy lejos, en todo caso, de la pretensión reflejada en el portal de internet. “Hubo varios intentos de acercamiento, pero los propietarios no se bajan del burro. Y por supuesto, están en su derecho”, agregan.
Desde el Gobierno municipal llegó a prepararse incluso “un plan de actuación” sobre el inmueble, “ya que presumimos que está en condiciones muy malas, puede tener daños en la estructura y, en todo caso, necesitaría un proyecto de rehabilitación en profundidad. Pero ni el Ayuntamiento ni la Fundación podemos plantearnos un desembolso de esas características”.
También el último consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Miguel Ángel Vázquez, reiteró el interés de la comunidad por Fuentepiña, pero no dudó en calificar el precio de “desorbitado” y “astronómico”.
Por su parte, los herederos del Nobel onubense, encabezados por su sobrina nieta, Carmen Hernández-Pinzón, expresaron su “tristeza”, “no solo por lo que significa en la relación con Juan Ramón sino también a nivel personal, puesto que mi padre pasó allí parte de su niñez”, declaró el año pasado a Europa Press.
Hernández-Pinzón recordaba asimismo que Juan Ramón llevaba siempre en el bolsillo, en su largo periplo por el mundo, una piedrecita de Fuentepiña. “Cantaban los chamarices allá arriba”, escribía el poeta en Platero y yo, inspirado por este paraje, “en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo...”.