La Revolución visual de los carteles de la agencia ROSTA

Ninguna herramienta sobraba cuando en octubre de 1917 llegó el momento de la revolución. Mucho menos sobraban los carteles, que eran los cauces de comunicación más sencilla y directa con las masas populares. Así que algunos artistas rusos se pusieron manos a la obra y dibujaron la revolución aprovechando las inercias de las vanguardias europeas. Algunos de los carteles de los primeros años del comunismo soviético los expone hasta el 4 de febrero la Colección del Museo Ruso de Málaga, que acompaña la muestra con un puñado de fotografías de aquel momento histórico del que ahora se cumplen cien años.

En esa veintena larga de carteles importa tanto el mensaje escrito como el dibujo, que es dinámico, impactante y de líneas claras. Son carteles trufados de símbolos: banderas rojas, la hoz y el martillo, rotas las cadenas. Los protagonistas son obreros triunfantes y poderosos, soldados del Ejército rojo, orondos capitalistas con bombín y popes de la Iglesia. Y los mensajes, que dan título a las obras, dicen tal que así: “El puño de la revolución destruirá a los kulaks de las aldeas”; “Hay que trabajar con el fusil en la mano”; “La instrucción es un arma en manos del proletariado contra la opresión del capital”; o “El club de los obreros es el hogar de las ideas revolucionarias”. Así se titula en una revolución.

Pongamos otro ejemplo: “Que tiemble el imperialismo. El fantasma rojo del comunismo recorre Europa” es un cartel que juega con el comienzo del Manifiesto Comunista. Aquello de “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”. Ese cartel está escrito en ruso e inglés, y muestra también que la finalidad es además de artística propagandística. Se trataba de extender la revolución y en esa tarea de movilizar al pueblo los mensajes se llevan al límite. No hay grises: el futuro bajo el comunismo es brillante y feliz, mientras que el enemigo (la Iglesia, el capital) merece la mofa cruel cuando no la muerte.

Una agencia manejó con soltura este nuevo arte del cartel propagandístico. Los artistas de la Agencia Telegráfica Rusa (ROSTA, o POCTA en caracteres cirílicos) interpretaban visualmente un mensaje político dado. Son las famosas ventanas, casi siempre satíricas y siempre dentro de las técnicas del agitprop. La crearon los revolucionarios en Moscú en 1918, pero rápido abrió delegación en Petrogrado, desde donde se dibujaron muchos de los carteles que ahora pueden verse en Málaga.

De allí salieron las obras de Rodchenko o Mayakovski, quizá los cartelistas más conocidos de la ROSTA. No hay dibujos suyos en Málaga, pero sí de Kozlinski, de Kochergin o de Lebédev, que encontraron en los carteles revolucionarios un medio muy expresivo y permeable a la innovación y la creatividad. Era una técnica que había concebido el zarismo para justificar la intervención en la Primera Guerra Mundial, pero que los revolucionarios elevaron artística y políticamente.

Los mensajes llaman a la lucha obrera o proyectan el futuro idílico bajo el comunismo. Son carteles parcos en colores porque cada color extra era una impresión más y añadía horas de trabajo. Por eso, sólo los de las grandes fiestas como el Primero de Mayo destacan por el colorido. Predomina el rojo, color de la sangre y de la bandera. “La bandera roja es un símbolo de terror y sangre para los esclavistas que matan la vida, pero también lo es de esperanza y vida para los obreros que la crean”, decían los cartelistas. Ellos eran los encargados de hacer llegar al pueblo el mensaje de la revolución a través de carteles que eran algo más que dibujos.