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De Soweto a la Fiesta de los Verdiales: la fascinación por Málaga de Jürgen Schadeberg, el fotógrafo del apartheid

Dos fiesteros, en la Fiesta de los Verdiales | © Jürgen Schadeberg

Néstor Cenizo

Málaga —
30 de mayo de 2025 21:00 h

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“La misión de la fotografía es mostrar humanidad a la humanidad y a sí misma, que es lo más complicado en este mundo”. Jürgen Schadeberg aplicó esta máxima allá donde fue, siempre armado de su inseparable Leica: en la Sudáfrica del Apartheid o en la Venta del Túnel de los Montes de Málaga, el fotógrafo alemán capturó por igual la fuerza moral de Nelson Mandela que la fuerza expresiva de los rostros ajados de los fiesteros de los hipnóticos Verdiales de Málaga.

Schadeberg (Berlín, 1931-Gandía, 2020) pertenece a la selecta élite que trasciende los límites del universo fotográfico, tantas veces autorreferencial. Su labor le valió el reconocimiento internacional y distinciones como la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania. También está en el Leica Hall of Fame.  

Por eso, llama la atención que fueran casi desconocidas el puñado de fotografías que tomó en los tres años que pasó en Mijas aprendiendo a pintar, y que ahora ven la luz en una exposición y un fotolibro. La muestra podrá verse hasta el 17 de julio en el Centro Cultural La Malagueta de la Diputación Provincial, mientras que The Málaga Years 1969-1971 (Alix Books, 2025) ha salido en una edición limitada a 200 ejemplares para librerías malagueñas.

Ambos conforman una panorámica sensible y veraz, sin artificios o manierismos, de los modos de vida en una Málaga a punto de dar un salto al vacío agarrada de la mano del turismo de masas. Era el momento en que británicos y escandinavos empezaban a colonizar la Costa del Sol. Y a Schadeberg le sorprendía que la mayoría lo hicieran importando costumbres e idioma, ignorando el despacho de vinos para beber la cerveza de su pub de Manchester. Eso sí, al sol.

En las fotos de su paso por Málaga, Schadeberg se aleja del vicio común de dejarse arrastrar por la estética costumbrista. Hay costumbre, claro, pero hay sobre todo personas bajo la mirada de un foráneo cuya curiosidad por los exotismos no opaca el compromiso con los hombres y mujeres que protagonizan sus fotografías. “Nos interesaba dar sitio a los malagueños: queríamos poner en grande a los pescadores del copo y a los Verdiales, aunque hubiera otras imágenes con más fuerza estética”, resalta Juanjo Fuentes, comisario de la exposición, responsable también del libro.

Brota así un componente social: Torremolinos no es sólo el epicentro chic de la fiesta, sino una industria turística engrasada por repartidores que salen al alba cigarrillo en boca y por mulos que tiran de carretas con la basura que deja la noche. Frente al tablao para guiris, hay aquí tascas, mujeres enlutadas, bailes agarraos y bostezos en la playa. “En el pueblo de Mijas los hombres y las mujeres van a bares diferentes durante una fiesta religiosa”, se lee en el pie de foto de una de las primeras fotografías. Él mismo lo escribió.

Los retratos de Mandela y el apartheid

Su recorrido por la Costa del Sol es coherente con su trabajo y compromiso previo. “Cuando me preguntan sobre el objetivo que utilizo, siempre les respondo que mis ojos”. La máquina y la técnica eran para él actores secundarios al servicio de una sensibilidad humanista. Schadeberg dejó Berlín abrumado por la destrucción y se embarcó a Ciudad del Cabo en busca del paraíso. Pronto descubrió que había ido a parar a un lugar tan inhóspito como la Alemania de posguerra, o peor.

En un reportaje publicado por DW cómo trabó conversación con alguien que también hablaba alemán en el tren camino de Johannesburgo. Así conoció a Johannes van Rensburg, un supremacista presidente de la Ossewabrandwag, una organización que simpatizaba abiertamente con los nazis. Fue su primer contacto con una realidad que marcó su trabajo posterior.

La revista Drum fue uno de los altavoces más representativos de la mayoría negra. Bastaba la imagen: el día a día en los bares de jazz, las calles de Soweto, un retrato de Miriam Makeba o Hugh Masekela. La evolución natural del trabajo de Schadeberg eran los reportajes de investigación sobre el tratamiento inhumano que daban los boer a los negros. Fue así como conoció a Mandela, a quien retrató en múltiples ocasiones. Cuando su compañero de andanzas, el reportero Henry Nxumalo, fue apuñalado hasta morir, Schadeberg comprendió que las cosas no tenían arreglo. En 1964, el mismo año en que Mandela fue encarcelado, escondió sus negativos y se marchó.  

Empezó entonces un periplo por medio mundo, del que regresó para documentar la visita de Mandela, ya libre, a la prisión de Robben Island en la que estuvo encarcelado durante casi tres décadas.

Schadeberg falleció en 2020 en La Drova, una pedanía de la localidad valenciana de Barx. La muerte no se puede fotografiar, solía decir a quien seguía interesándose por su trabajo en su supuesto retiro valenciano, que nunca fue tal.

Un reportaje internacional sobre los Verdiales

Cuando Fuentes conoció la historia de Schadeberg contactó con su viuda, que le proporcionó una selección de imágenes. A su favor jugó que propusiera un proyecto independiente y local. “Sabían que no íbamos a desvirtuar su trabajo”. Fuentes lleva diez años agitando el panorama cultural malagueño con Moments, un heterodoxo festival de “subculturas urbanas” basadas en el do it yourself, en el que caben por igual la singular filosofía tras los contoneos de Chiquito de la Calzada, el skate, Juan Luis el Tapicero y los Verdiales.

En el centenar de fotos que recopiló cabe la Goyesca de Ronda (despojada de la voluptuosidad taurina que tantas veces cegó a corresponsales extranjeros), la recogida del copo en Los Boliches y las estampas cotidianas de la playa de la Carihuela. Es una época en la que el barril para la ducha instalado en la playa no es aún una atracción turística y el lugareño se atreve a pasear al perro con el torso desnudo, pero con pantalones largos.

El grueso de la selección es para la Fiesta Mayor de los Verdiales. La raíz popular de este folclore genuinamente malagueño se refleja los rostros ajados de los fiesteros, cuyos nombres se ha rescatado gracias a la ayuda del experto Daniel Villalta: Antonio Pozo Panchurro, Antonio Cobos El Galleta, José Mérida Chato... La exuberancia está en los floridos sombreros y las cintas de colores. Las estampas, tomadas el 28 de diciembre de 1969, ilustraron un reportaje para Lookout, una revista fundada en la Costa del Sol en los años 60 por la que desfilaron las plumas de Gerald Brennan, Ian Gibson o Tom Burns.

“Schadeberg estuvo aquí tres años y quedó fascinado con la cultura popular: notaba que iban desapareciendo costumbres y trabajos, maneras de ser y estar, y las documentó. También se queda un poco apenado del turismo de borrachera que empieza a llegar”, resume Fuentes. La Málaga virgen que capturó empezaba a asomarse al futuro. Hoy ya no existe y es un ejercicio interesante imaginar dónde pondría el foco Schadeberg, el fotógrafo humanista, si volviera a la Costa del Sol. 

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