“Una cosa es que el humor tenga sus límites, y otra que te pongan un bozal”
Pocos hombres de teatro han tocado tantos palos distintos a lo largo de su trayectoria: actor, director –también de cine–, director de cásting, guionista, productor, coach… Afirma el tango que 20 años no es nada, pero parece que 30 dan un poco más de sí. Y esos son los que lleva Julio Fraga (Huelva, 1966) dando lo mejor de sí sobre los escenarios. Ahora lo celebra con una nueva obra que ha escrito y que protagoniza, El perro fiel, que llega el día 28 a la sevillana Sala Cero. “Mis personalidades múltiples se llevan bien”, bromea. “Al final lo que me interesa, lo que me ilusiona, son los proyectos, lo de menos es si soy el director de producción o el actor. El objetivo es el producto final, el resultado”.
El resultado de esta nueva aventura está por ver, pero lo cierto es que Fraga necesitaba, según él mismo confiesa, “hacer una parada y reflexionar sobre mi trayectoria, qué he hecho bien, qué he hecho mal, adónde voy a mis 53 años”. Lo seguro en cualquier caso es que estos tiempos no son los mismos de hace tres décadas para la escena andaluza. “Tal vez antes éramos más libres para hacer en escena lo que quisiéramos. Había menos censura a nivel político, y éramos más atrevidos, pero también más respetuosos. Podíamos ser más heavies que ahora, pero jugábamos sin querer ofender”, recuerda.
“También hemos cambiado en la cuestión técnica, hemos perdido calidez en las luces, en el sonido, en la tramoya… Se ha perdido lo rústico, lo artesanal. Y en los temas a tratar éramos más profundos, teorizábamos más con los problemas filosóficos, históricos, etc. En el mundo de ahora me temo que hay más banalidad”, agrega. ¿Y hemos ganado algo? “Sí, seguramente en energía, hay más gente dedicada a esto, con más fuerza y mejor preparada y especializada que antes. Los actores antes pasaban de amateur a profesional casi sin transición, mientras que ahora aprenden a interpretar, cantan, bailan, hacen acrobacias… Y viajan más también, ven otros teatros, otras formas”.
No le faltó a Julio Fraga, desde luego, ni formación ni viajes. Diplomado en arte dramático por el Instituto de Teatro de Sevilla y en dirección escénica por la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, marchó luego a Barcelona para estudiar clown, acrobacia, danza… Luego a París, “donde a finales de los 80 la escena teatral era de lo más interesante”, para licenciarse más tarde en inglés por el Moyle Park College de Dublín y diplomarse en dirección escénica en el Royal Court Theatre Summer College de Londres. “Todo aquello fue un lujo”, evoca. “Piensa que en ciudades como París o Londres el 40 % de los beneficios vienen de la cultura, hay 400 obras en cartel en un día. Todo lo que se podía ver era alucinante”.
“Soy muy del sur”
Y sin embargo, regresó al terruño. “Soy muy del sur, muy amante de mi tierra”, admite. “Quería hacer carrera aquí, con los temas de aquí, y siempre he luchado por la cultura de Andalucía. Aquí se estrenó mi primer espectáculo, aquí presento el último, y aquí será también el último de los últimos, cuando llegue el momento”, sentencia.
También vivió Fraga la emergencia del Centro Andaluz de Teatro, en aquel momento en que “por primera vez pareció haber una política cultural en Andalucía, una preocupación por la formación, además de una inversión en teatros, en los primeros circuitos”. Para muchos, un sueño frustrado. Para este onubense, “fue una lástima que se perdiera en el camino, pero llegó a ser un referente a nivel nacional. ¿Desilusión? Bueno, vino la primera crisis, luego la segunda, los políticos hicieron sus números… Pero se creó un grupo de gente que todavía hoy hace muchísimas cosas. En todas las series y compañías fuertes de ahora hay gente que viene de allí. Y yo todavía vivo de esto. Quizá hubiera hecho falta garantizar la continuidad para las futuras generaciones”.
Julio Fraga no solo vive del teatro, sino que le llueven los encargos, especialmente como director. Su secreto, “no haberme encasillado en ningún estilo, saber adaptarme a muchos tipos de teatro, comedia, clásico, infantil, monólogos… No me he quedado ahí, como esos directores que tienen su compañía y están toda la vida en lo mismo. El truco es haber sido un free-lance”.
Reputado director de casting
Por otro lado, a Fraga se le conoce como reputado director de casting, y se le señala directamente como responsable del éxito de algunos jóvenes actores y actrices, como Verónica Sánchez. Él se quita méritos: “No ha sido nada gracias a mí, sino a ellos mismos, que supieron dar lo que tocaba. Yo solo ayudo a ponerlo más fácil, y a que salga lo mejor de ellos mismos. No soy un director de casting en una mesa con una luz mortecina y cara de Risto Mejide”.
“Un actor es un 70 por ciento de actitud y un 30 de aptitud. Y un casting es como una entrevista de trabajo, es muy importante el contacto con esa persona, sobre todo en un oficio como este, en el que se juega tanto con las emociones”. En su opinión, el pecado mortal de un aspirante es y será siempre “no escuchar. Muchos vienen con su idea cerrada, y si les cambias el planteamiento, se desmoronan. Pero si te relajas un momento y escuchas, todo va sobre ruedas. Este problema lo tenemos en toda la sociedad, ¿eh? No miramos, no escuchamos, no respetamos”.
Junto a títulos como Carmina y amén, Padre Coraje o Seis y medio, en la filmografía de Julio Fraga destaca un proyecto que demuestra la fe del onubense en la capacidad del cine y el teatro para transformar la realidad. Se trata de Sin la Venia, un alegato contra la violencia de género que no pasó desapercibido. “Hay un momento en tu vida en el que, viendo todo lo que ocurre a tu alrededor, piensas que tienes que decir algo. Y en este caso vi que había que involucrarse en una lucha que debe ser de todos, no solo de las mujeres maltratadas, ni de los políticos. La culpa del machismo es de todos, y todos tenemos que hacer algo, porque esto no puede seguir así. Y aunque parezca una moda, el teatro ha estado siempre luchando en ese frente, desde hace décadas”, subraya.
“Nos estamos saltando la libertad de decir”
También le preocupan a Fraga los retrocesos en la libertad de expresión. “Esta muy mal en todo el mundo, vamos para atrás. Y en esto también somos todos responsables”, lamenta. “Nos estamos saltando la libertad de decir, de hacer, de comentar. No se puede hablar de nada. Una cosa es que el humor tenga sus límites, y otra que te pongan un bozal. Veo mucho puritanismo por todos lados, y los juzgados llenos de denuncias que se pueden resolver de otro modo, entre personas”.
“Desde el teatro -prosigue- se puede decir todo. Cómo decirlo, con qué elegancia, cómo no hacer daño sin dejar de expresarte, ésa es la clave, la forma. Mi estilo no es la provocación, es más la metáfora, la ironía, el punto suspensivo”.
El auge de la extrema derecha, sospecha Fraga, no va a mejorar precisamente las cosas. “Están levantándose en todo el mundo, y España es parte de esto. Me parece que desde el teatro hay que parar esta avalancha, es un arma contra todo lo que estos políticos representan”, asegura.
De momento, la cita es en la Sala Cero, del 28 al 31 de marzo. Junto a Julio, la directora Verónica Rodríguez, que lo conoce muy bien después de haber trabajado a su lado como ayudante de dirección, asegura que trabajar con Fraga “es muy fácil, es una persona que conoce muy bien el teatro, sus entresijos, y disfruta como un niño pequeño. Tiene mucha escucha y mucha entrega”.
Antes de concluir la conversación, una pregunta más. ¿Cómo se ve Julio Fraga dentro de otros 30 años? “Con menos pelos en la lengua”, ríe. “Si repetimos esta entrevista, seré más atrevido, quizá”.