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Entrevista
Joan Font, director de Comediants: “En el 92, los sueños se hicieron realidad porque había presupuesto”

Joan Font

Alejandro Luque

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En el ámbito de las artes escénicas de España, pocas compañías pueden siquiera soñar con cumplir 50 años. Comediants, el grupo barcelonés dirigido por Joan Font, ha alcanzado ya los 51, y para ello la Sgae ha preparado un programa de conmemoraciones en sus sedes de Madrid, Valencia, Sevilla y Barcelona hasta final de año. A la capital hispalense llega este jueves Font (Cartuja Center CITE, 19.00 horas) para mantener un coloquio con amigos y conocedores de su trayectoria como el escritor Juan Antonio Maesso, la actriz y directora Luisa Hurtado, el escenógrafo y filósofo Damián Galán y el actor, director, guionista y productor Gregor Acuña.

“Cuando miras atrás, da un poco de vértigo”, afirma el principal homenajeado, “y al mismo tiempo ha pasado todo como un suspiro. Parece todo como un espejismo: los años, los viajes, actuar en los cinco continentes… Ahora tocaba poner en orden la memoria, y la verdad es que yo he sido siempre un desastre para guardar y archivar. En todo caso, queríamos tener algo guardado, no por guardarlo, sino para compartirlo con los demás”.

Ese “algo” ha cristalizado en un libro, Históorias de una historia (un viaje de ensueño), que se está presentando en los actos de la Sgae y muy pronto llegará a librerías. “No es un libro normal”, advierte Font, “¡bueno, Comediants ha hecho muy pocas cosas normales! Pero aquí por primera vez hablamos de nosotros mismos, y eso es más complicado. Inventar es otra cosa, solo necesitas los materiales para plasmar la fantasía, pero queríamos un libro igualmente sorprendente, que sea todo un viaje y también un juguete. Y lo hemos logrado, es un libro que explota”.    

Nuevo lenguaje

Font reconoce que una de las razones por las que Comediants hizo historia fue el hecho de haber sido totalmente pioneros en una forma de entender el hecho estético que carecía de referentes en España en aquellos primeros años 70. “Incluso si mirábamos fuera, había referentes como los americanos Bread and Puppet, pero era otra mirada, otro concepto. Creo que lo que aportamos al panorama nacional, y también al internacional, fue trabajar con elementos que todos conocíamos, transgrediéndolos y transportándolos a otra dimensión. Trabajamos, por ejemplo, con músicas de raíz muy profunda, pero con la idea de lanzarlas al futuro. Eso hacía que la gente se identificara, todo era reconocible, y al mismo tiempo parecía algo absolutamente nuevo. Ese juego nos permitió tener un estilo propio, incluso –como se ha dicho alguna vez– crear un nuevo lenguaje”.

Parte de ese nuevo lenguaje consistió en hacer del convencional hecho teatral un espectáculo absorbente y participativo, una verdadera fiesta. “La participación del público era esencial”, comenta el director, que planteaba los montajes de la compañía como recreaciones de “un mundo donde todo era posible. Todo eso viene de nuestra idea de que, en el teatro, una simple mesa, una cama, son elementos litúrgicos, incluso mitológicos, a partir de los cuales se puede invitar al disfrute de la vida”.

La apoteosis de esta filosofía la alcanzó Comediants en 1992, cuando triunfó en los fastos de las Olimpiadas de Barcelona y en la Exposición Universal de Sevilla. Joan Font aparca por un momento el tono más o menos poético para volverse claro y pragmático al referirse a aquella experiencia: “Un filósofo y músico amigo nuestro, que ya murió, solía decir algo muy guay: ”Joan, no hay sueño sin presupuesto“. Y en el 92 los sueños se hicieron realidad por eso, porque había presupuesto”.

Después de la Expo y Barcelona

“No solo nosotros. Joglars, Tricicle, la gente de la ópera, la del flamenco, hicimos una declaración muy fuerte: cuando se nos trata con los mismos medios que los americanos, por ejemplo, quedamos bien, ¡igual o mejor!”, asevera. “La de la Expo fue una cabalgata que no sé si se volverá a repetir, con más de 12 millones de personas viéndola en directo, y aunque la tecnología no era tan avanzada como ahora, era un canto a la vida y al futuro hecho con los medios del momento, pero que hicieron que productores de todo el mundo vinieran a ver cómo se hizo. Porque ni siquiera Disney había logrado que el sonido saliera de la misma cabalgata. Fue una apuesta por lo nuestro y por lo bello también, por lo bonito, lo mágico. Eso engrandece el alma y hace que el espacio público nos pertenezca a todos”.

Aquel año supuso, sin duda, un punto de inflexión para la compañía, que alcanzó una proyección internacional insospechada. “Después del último efecto musical y pirotécnico de las Olimpiadas, me quedé con la sensación de que todo había funcionado, no había accidentes… Y en Sevilla habíamos trabajado igual con 180 días de cabalgata y más de 300 personas, algo insólito”, recuerda.

“A partir del 95 se nos abrió otro mundo, la gente empezó a pedirnos cosas que no habíamos hecho antes, y ni siquiera habíamos imaginado, por ejemplo, óperas. O las Maravillas de Cervantes en el Teatro Clásico. O Esperando a Godot de nuevo en Sevilla. Ahora se trata de trasmitir todo lo hecho a la gente joven y no tan joven, es lo que me apetece. El nuestro es un país donde la memoria no está valorada para avanzar, pero eso es lo que yo quiero. Porque mirar para atrás por mirar para atrás, no me interesa nada”.

La brecha catalana

Por último, cuando se le pregunta cómo ha llevado Comediants las tensiones políticas de los últimos años que desembocaron en el Procés y su deriva posterior, responde que “más o menos bien, y confío en que las cosas volverán a su cauce. Yo defiendo una lengua y una cultura, en eso todos podemos estar de acuerdo; luego hay que ver si para hacerlo tenemos que separarnos del resto del país. Lo seguro es que no hay que correr, se tiene que tratar el tema con tacto, y que la gente vote, pero estableciendo unas reglas de juego limpias”.

“Hay que ser generosos por las dos partes, el único objetivo no puede ser separación o nada”, apostilla Font. “Tenemos que ser abiertos y romper ese desconocimiento que quizá nos ha llevado hasta aquí. Acercarse al otro es de sentido común, pero muchos españoles lo ignoran todo de la cultura catalana. Y por parte de los catalanes, enriquecerse con Lorca, ¿es malo? Hay que conocer también el placer que da, como es mi caso estos días, sentirse en casa en Sevilla. Ha habido un intento de confrontación, pero en algún momento volveremos a encontrarnos”. 

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