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'Los tigres', la nueva aventura de Alberto Rodríguez que explora el universo de los “fontaneros subacuáticos” de Huelva

Esta "película de personajes" cuenta la historia de dos hermanos que llevan toda la vida vinculados al mar y desconectados el uno del otro

Sara Rojas

Huelva —

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Los tigres, la nueva película de Alberto Rodríguez, rezuma el espíritu aventurero de las novelas de Emilio Salgari. Al igual que Los tigres de Mompracem –esos míticos piratas de Malasia que brotaron de la imaginación del escritor italiano– los protagonistas del nuevo filme del director sevillano también “viven al filo” y se alimentan del riesgo. Se trata de los buzos industriales, una mezcla entre “astronautas” y “fontaneros subacuáticos”, que “se juegan la vida” a diario para garantizar el mantenimiento de la petroquímica de Huelva.

El autor de La isla mínima descubrió a esta especie desconocida buceando en su propia curiosidad. Cada verano, Rodríguez cruza el puerto onubense para llegar hasta la playa donde veranea desde pequeño: Mazagón. Atraído por el universo que escondía el polo químico de Huelva, se preguntó cómo (y sobre todo quién) mantenía semejante infraestructura “catedralicia” a los pies del río Odiel. Y así, siguiendo su propio instinto buceador para encontrar historias que merece la pena contar, se fue adentrando en esa misteriosa simbiosis entre naturaleza e industria que confluye en el puerto de Huelva.

Lo hizo de la mano de su fiel compañero de aventuras, el guionista Rafael Cobos. Tras documentarse durante meses, juntos escribieron la historia de “cómo dos hermanos –Antonio (interpretado por Antonio De la Torre) y Estrella (Barbara Lennie)– que llevan toda la vida vinculados al mar, se terminan conociendo en profundidad el uno al otro cuando las cosas se tuercen”. Con estas palabras lo explica el propio director a elDiario.es, durante una de las jornadas de rodaje que están teniendo lugar durante el mes de mayo en la provincia onubense.

Un platillo volante en mitad del océano

Más que una película, Los tigres se ha convertido en “una aventura” para todo el equipo. “Está siendo un rodaje muy complejo porque todos los días pasa algo, el mar es imprevisible”, reconoce el director, quien ha querido crear un filme rebosante de autenticidad, utilizando para ello escenarios y barcos reales. Desde el muelle abandonado que han rehabilitado para recrear el universo de Antonio y Estrella durante siete semanas, Alberto Rodríguez reconoce que su último proyecto, una producción original Movistar Plus+, entraña para él un desafío profesional: rodar numerosas escenas bajo el agua.

En ese sentido, el director de Modelo 77 adelanta que aún quedan por afrontar “grandes retos”. Se refiere, entre otras secuencias pendientes de rodar, a la que se prevé filmar dentro de diez días en torno a un petrolero de 280 metros de eslora (equivalente a tres campos de fútbol). Este buque, también conocido en la zona como gasero, es el que se encarga de transportar desde África cantidades ingentes de petróleo. Al no poder entrar en el puerto por “su gran calado”, el petrolero se conecta con una monoboya que funciona “como un platillo volante”, orbitando en mitad del océano Atlántico. Una vez conectado, el crudo llega a través de tuberías kilométricas a la refinería de Huelva para su posterior tratamiento.

Durante todo el proceso, los buzos se encargan de supervisar las tuberías y de garantizar que no se produce ninguna fuga, pues, de lo contrario, se desencadenaría un desastre ecológico que alcanzaría a una las mayores reservas naturales de Europa, el parque de Doñana. La responsabilidad y el riesgo inherente a esta profesión tan desconocida, sumada a la estética espacial que le confiere su atuendo (la escafandra que recuerda al traje de los astronautas) hacen que Rafael Cobos describa su nuevo proyecto como una especie de Gravity, pero bajo el mar y rodada a cuatro kilómetros de Huelva.

“Estamos acostumbrado a ver el mundo subacuático desde un punto de vista lúdico, pero aquí mostramos un submarinismo industrial que es muy imponente cuando se confronta con la escala humana”, añade a ese respecto Koldo Zuazua, uno de los productores, que reconoce haber descubierto ahora el potencial de Huelva como destino de película por la “diversidad de ambientes que ofrece” y por encerrar tantos “paisajes y misterios por descubrir”.

Viaje a las profundidades de una relación de hermanos

Todos esos ingredientes conforman el thriller atmosférico y costumbrista con el que se identifica Los tigres. Mientras recorre en barco la ría que baña la industria petroquímica, Rafael Cobos asegura que el filme consigue, “desde el minuto uno”, transmitir al espectador “la sensación de riesgo y la falta de aire” con la que conviven los buzos industriales durante su trabajo. Esa constante en el día a día de los hermanos que protagonizan la película se dispara cuando se encuentran un alijo de cocaína escondido en el casco de un carguero fondeado en el puerto de Huelva. Hallazgo que se presenta como la solución a la delicada situación económica que atraviesan.

Por encima de ese clima de tensión que impregna toda la película late el vínculo entre los hermanos. De modo que el componente sociopolítico que vertebra la filmografía de Rodríguez desde el subtexto queda en esta ocasión “en un tercer término”, prácticamente “en el agua”, en palabras de su guionista, quien incide en que “lo que de verdad importa” en Los tigres es “la relación entre los protagonistas”.

Ambos han crecido en un ambiente solitario, “con un padre también buzo que les ha marcado profundamente y que los ha dejado solos mucho tiempo”, condenándolos a vivir “atrapados en no conocer al otro y en no conocerse a uno mismo”, como resume Alberto Rodríguez. Sobre el personaje de Antonio de la Torre su compañero de guion lo define como “un tigre, uno de los mejores buceadores de la zona, un buzo apasionado del mar que por su profesión pasa meses aislado del mundo”.

A esta definición, Cobos añade que se trata de “un personaje visceral, auténtico, descarnado, heroico, temperamental” que encaja tanto con el carácter del actor malagueño que lo crearon “pensado en él”. Ese parecido con el personaje no termina de convencer al propio De la Torre, quien, desde el humor, dice no identificarse del todo con el buzo industrial al que interpreta en Los tigres. Sí reconoce que comparte con el hermano de Estrella esa “pasión que roza a veces lo enfermizo”, cada uno en su terreno –uno por el mar y el otro por la interpretación–.

Bárbara Lennie, por su parte, encarna a su hermana menor, “una mujer cuidadora que ha dejado de lado su carrera, su vida y amistades y amor para cuidar primero al padre y después al hermano y que ve el mundo un poco desde la trinchera”. “Es un personaje profundamente observador, muy inteligente y, a la vez, con ciertas dificultades para relacionarse con ese mundo que le interesa mucho, pero desde un lugar un poco reservado”, en parte condicionada por el “problema de audición”, como explica la propia actriz durante un encuentro con la prensa.

A pesar de la oscuridad asociada a las profundidades del mar y al cine de suspense, los guionistas afirman que Los tigres es una película “luminosa” porque, en el fondo, “entre los dos hay mucha luz”. “Juntos remontan el vuelo y emprenden un viaje transformador que los llevará a conocerse en profundidad”, avanzan los guionistas minutos antes de volver a tomar posiciones en el set de rodaje.

Así pues, tras recorrer el puerto de Huelva cruzando la ría, desembarcar en el muelle y entrar en contacto con el universo de los buzos industriales de la mano del equipo de Los tigres, se constata el afán de Alberto Rodríguez por mirar más allá de la superficie e impulsar el viaje de personajes desconocidos “que se juegan la vida por algo” y que, cual piratas o astronautas, también merecen ser vistos en la gran pantalla.

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