El pueblo de Añora, al norte de Córdoba, se levanta cada mañana pendiente de la situación de centenares de familias dedicadas a la producción de la leche de vacuno. Una labor heredada de sus antepasados en la que, si bien, el fin sigue siendo el mismo (la extracción de leche de vaca) la metodología ha cambiado con el desarrollo tecnológico, que ha permitido la instalación de modernas ordeñadoras.
Esa novedosa maquinaria, de alto coste, fue instalada en unos años en los que valía la pena producir leche porque era rentable. Hoy, muchos de los 1.500 habitantes de Añora, buque insignia de la producción de leche en la mayor zona láctea de Andalucía, no dejan de echar cuentas y nunca salen como debieran.
Las pérdidas se han multiplicado desde el verano pasado y producir leche es un negocio que no renta. A cada litro producido, el ganadero le pierde cerca de 4 céntimos. Mientras producir un litro de leche en España cuesta actualmente entre 0,38 euros y 0,40 euros, el precio que se paga en origen difícilmente llega a los 0,34 euros. Lo que significa perder dinero por cada vaca que se ordeña.
Las historias se suceden en muchas de las casas con fachadas de tiras de granito, tan representativas de este municipio.
Es el caso de Miguel García Herruzo, un joven de 29 años que se hizo cargo de la lechería cuando su padre falleció. Contaba entonces con sólo 14 años y ahora se afana día a día, junto a una persona que tiene empleada, en extraer la leche de sus cerca de 70 vacas productoras.
“Si se pone la cosa muy complicada, de aquí salgo, y tendré que pegar cerrojazo o en todo caso pasarle la vaqueriza a mi cuñado, si él quiere seguir perdiendo dinero”. Así de tajante se muestra Miguel. Su situación recuerda a la de muchas otras familias.
Él está soltero y vive junto a su madre, que recibe una pensión, y su hermana, que está en paro. Desde julio pasado y hasta final de 2012, la situación que ha vivido ha sido “criminal”, según califica.
Miguel y su trabajador echan una media de 7 horas diarias en su explotación, a un kilómetro de Añora, y como el ganado no entiende de domingos ni festivos, cada uno libra fines de semana alternos.
Este joven lamenta una situación a la que se ha llegado por la subida de los costes de producción –como el pienso-, que no ha venido acompañada de una subida de la leche. Además, se queja de que las grandes marcas de supermercado hayan banalizado la leche utilizándolo como producto gancho.
Espera, no obstante, que la situación cambie porque si cae el sector lácteo, aventura que se producirá un efecto dominó en el resto de economía de la comarca de Los Pedroches.
Y es que el sector lácteo español ha formulado una difícil ecuación en la que no salen las cuentas. Al núcleo de la problemática convergen diversos factores a tener en cuenta:
En primer lugar, una producción muy atomizada (multitud de cooperativas) que no puede hacer fuerza para imponer precios más rentables a los intermediarios. Esto lo convierte en un producto barato que es usado como “producto reclamo” en supermercados y grandes superficies. A todo ello, se suman las cuotas de producción dentro del mercado comunitario y, por si fuese poco, ahora hacen frente a una subida de los precios de los piensos por el encarecimiento de la materia prima.
De la ampliación al cierre
Más trágica, si cabe, es la historia de Juan González Parra, de 65 años, y su hijo Ángel, de 36 años, que, al igual que otra quincena de lecherías de la zona, han cerrado ya debido a la situación insostenible. Además, han cerrado cuando justo tenían previsto ampliar el negocio y contratar empleados, pero el cambio de la situación lo ha impedido.
“Hemos cerrado porque era imposible aguantar”, reitera en varias ocasiones Juan. Este hombre ni siquiera ha podido esperar unos cuantos meses que le quedaban para jubilarse y ha cerrado una lechería donde había un total de 300 vacas -140 productoras-. Unas reses que han sido vendidas para sacarles un dinero. Ahora buscan a la desesperada arrendar los terrenos de la explotación para obtener algo de financiación.
González se lamenta de este final después de tirarse “toda la vida en el campo” y tras adquirir una maquinaria de ordeño y montar unos establos que ahora “se quedan parados”. “Las instalaciones son bastante buenas, es mucho dinero invertido pero qué voy a hacer, ya no se puede hacer nada”.
“Estamos hasta el cuello”
Junto al río Guadarramilla y muy cerca de Añora tienen su lechería Sebastián Fernández Madrid, de 48 años, y su hermano Antonio, de 36. Ambos están casados y con hijos y afrontan con resignación, aunque uno más positivo que el otro, la situación que les ha tocado vivir.
Tienen unas 60 vacas productoras y han tomado el testigo de una lechería que comenzó su andadura en 1975, de la mano de su padre y un tío.
“En nuestro caso estamos hasta el cuello. Venimos a trabajar para perder dinero”, indica Sebastián. Por su parte, Antonio dice que a la vaqueriza le queda “un mes de vida”, a lo que su hermano contesta un clarificador: “Si esto sigue así, desde luego”.
No obstante, Sebastián está esperanzado en que las medidas que ahora está tomando el Gobierno central, con las grandes distribuidoras y cooperativas, tengan éxito para que a cada litro de leche le quede un margen de beneficio.
En el caso de Antonio, la situación no es tan dramática porque su mujer trabaja, pero Sebastián dice hasta en cuatro ocasiones que su situación es “fatal” porque su mujer no trabaja, tiene dos hijos, un préstamo y diversos gastos periódicos que le ahogan económicamente. Recuerda que, si no fuese por lo ahorros y por “apretarse el cinturón al máximo” la situación sería aún peor.
El sector, sin embargo, ve una luz de esperanza en el convenio 'Productos Lácteos Sostenibles', suscrito el 12 de febrero pasado entre el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente con 14 industrias lácteas y nueve empresas de distribución. El objetivo es poner freno a la depreciación de la leche y mejorar las condiciones de todos los agentes de la cadena, promoviendo principios de comercio responsable y evitando la banalización del producto ante el consumidor.